El gran ganador de la ‘guerra del petróleo’
La caída del precio del barril de petróleo supondrá que los países exportadores ingresarán 1,2 billones de euros menos en los próximos 12 meses. El cálculo ha sido realizado por el ex economista jefe de Deutsche Bank en EEUU, Ed Yardeni, y enviado en una nota a los clientes de su consultora el lunes pasado. De esa cifra, unos 475.000 millones de euros corresponden a los 12 países de la OPEP, aunque el grueso de la caída -casi 130.000 millones de euros-se lo lleva el país que está promoviendo la bajada del precio: Arabia Saudí.
Según Yardeni, los principales beneficiarios de la caída del crudo son Asia -que se ahorrará 389.000 millones de euros-, Estados Unidos -177.000 millones-, Europa Occidental -163.000 millones-, y América Latina -86.000 millones-. Así pues, se trata de una tremenda transferencia de recursos en la economía mundial, siempre y cuando se mantengan los presupuestos del estudio, que suponen un barril de petróleo ‘Brent’ un 40% más bajo que en el mes de junio.
Es un juego político a la vez que económico. Como han declarado a EL MUNDO Bhushan Bahree y Jamie Webster, de la consultora de riesgo político estadounidense IHS, «Arabia Saudí está intentando una nueva estrategia, al probar la capacidad de resistencia de otros productores a una bajada de precios que trata de hacer frente al aumento de la producción de petróleo en América del Norte. Todo ello llega en un momento en el que varios grandes productores de la OPEP no pueden, o no quieren, afrontar los costes de una reducción de la producción y los mercados tienen exceso de oferta».
Es un juego que recuerda a uno de los últimos episodios de la Guerra Fría. Fue en 1986, cuando Arabia Saudí, cansada de que su archirrival en el control del mundo musulmán, Irán, bombease todo el petróleo que quería, decidió aumentar la producción por su cuenta. El barril se desplomó. Los ingresos por exportación de crudo de la Unión Soviética se hundieron, lo mismo que los de otros países que violaban sistemáticamente las cuotas de producción de la OPEP, como Venezuela. Dos años después, Irán pedía la paz en su guerra con Irak, y cinco años después del desplome de precios la Unión Soviética dejaba de existir.
Pero el desplome del crudo también tuvo otras consecuencias. En julio de 1990, el dictador de Irak, Sadam Husein, se reunió con la embajadora de EEUU en Bagdad, April Glapsie, para quejarse de los bajos precios. Glapsie le respondió: «Mucha gente en EEUU estaría contenta si el barril subiera». Una semana después, Irak ocupaba Kuwait. Entretanto, la propia economía saudí se había colapsado de tal manera que los llamamientos a la pureza islámica de los integristas -entre ellos, un joven combatiente en Afganistán llamado Osama bin Laden- tenían vez más eco.
Un año antes, en 1989, la economía de Venezuela se había colapsado por la caída de los ingresos petroleros. La gente se echó a la calle y hubo cientos de muertos. En febrero de 1992, un teniente coronel llamado Hugo Chávez intentaba dar un golpe de Estado.
Ahora, 22 años después, el heredero de Chávez, Nicolás Maduro, esta en esa situación. Caracas ha planeado su presupuesto con el precio de la ‘cesta Venezuela’ -el crudo que usa de referencia ese país- a 60 dólares el barril. Es una estimación «tremendamente conservadora», según explica Carlos Bellorín, analista legal del sector petróleo de IHS Bellorín, ya que el precio del barril aún está más cerca de los 70 que de los 60 dólares. Pero cualquier caída del precio del crudo es un problema para Venezuela o para Rusia, ya que ambos países carecen de acceso a los mercados internacionales de capitales. También lo es para Irán, que necesita crudo caro porque su infraestructura petrolera está pulverizada tras la guerra contra Irak, la Revolución Islámica y, ahora, las sanciones.
Pero no todos los países están ahora en la misma situación que en los ochenta y noventa. Ahora, el mayor productor del mundo no es Rusia ni Arabia Saudí, sino EEUU, gracias a la expansión de la ‘fracturación hidráulica’ (o ‘fracking’), que consiste en perforar pozos primero y luego inyectar decenas de miles de toneladas de agua con productos químicos y que permite rentabilizar yacimienos que antes no eran viables.
Pero el ‘fracking’ exige ‘pinchar’ la tierra constantemente, porque los pozos se agotan en dos o tres años. Así, un barril de petróleo que tiene un coste de capital de cinco dólares en Arabia Saudí, sale por 10 en Venezuela, y por entre 50 y 70 si se extrae por ‘fracking’ en Dakota del Sur. En los próximos meses va a haber una cascada de suspensiones de pagos de empresas de ‘fracking’. En Canadá, la caída del barril ya ha provocado la cancelación de proyectos en las ‘arenas bituminosas’ -donde se obtiene el crudo en minas a cielo abierto- en Alberta.
No obstante, el impacto del petróleo barato va a ser muy positivo para EEUU. El vicepresidente de la Reserva Federal, William Dudley, lo ha calificado como la medida de estímulo que necesita «el 99%» de la población que no forma parte del estamento de los ‘superricos’.
Así, las principales víctimas de esta bajada del precio del petróleo parecen ser las mismas que hace casi treinta años. Con una excepción: Arabia Saudí y sus aliados del Golfo. En 1998, cuando el barril cayó a 10 dólares, Arabia Saudí tenía 22.000 millones de dólares en reservas de divisas. Hoy tiene 850.000. Teóricamente, ese país, y sus vecinos, pueden afrontar la situación que ellos mismos han creado.