El Grupo Popular en el Congreso estalla ante el plan de Casado de ir a la sesión de control
La dirección del grupo parlamentario Popular exige la destitución de Egea y un congreso urgente
El empeño del presidente del PP, Pablo Casado, por ganar tiempo al frente del partido junto a su número dos, Teodoro García Egea, agrieta el control férreo que tenían hasta ahora del Grupo Popular en el Congreso.
La continuidad de ambos viene acompañada de un intento de recuperar la normalidad a toda costa, hasta que el próximo lunes la Junta Directiva Nacional se reúna y decida el futuro del PP. Y esto implica que Casado y Egea piensan acudir mañana a la sesión de control del Congreso para medir fuerzas con el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
Parte de la bancada popular estallaba ayer ante la previsión de que ellos -y el PP- resulten «públicamente humillados» ante el fácil desvío de cualquier pregunta a la guerra interna abierta y el gran cuestionamiento que sufre la dirección.
«Hay que poner fin a esto ya», coincidían ayer por la noche varios parlamentarios.
«Es muy imprudente»
La pregunta que Casado pretende lanzar a Sánchez mañana es «¿Cuánto más está dispuesto a ceder a sus socios independentistas para seguir en La Moncloa?». Una formulación que varios diputados del PP critican porque creen que el socialista puede darle fácilmente la vuelta para acabar preguntando a su líder cuánto tiempo está dispuesto a aferrarse al primer sillón de Génova cuando los barones y las bases le están pidiendo que se vaya. «Hacer como que no pasa nada e intentar controlar a Sánchez en la situación en la que está Casado es muy imprudente. Solo va a conseguir que tanto él como el PP salgan más dañados», señala un diputado cercano al líder, pero ya crítico con su estrategia.
«Sánchez lo tiene muy fácil para derivar cualquier cuestión que Pablo le plantee hacia lo que está pasando en el PP, pero mucho más con la pregunta que ha registrado. El miércoles los titulares serán lo que diga Sánchez sobre la guerra interna. Conociéndole, le va a humillar», plantea una diputada veterana. «¿Qué credibilidad tenemos para fiscalizar las miserias de Sánchez cuando Isabel está diciendo que Pablo y Teodoro la chantajearon con el contrato de su hermano?», apunta otro diputado.
Similares reflexiones hacen varios parlamentarios populares respecto a García Egea, quien prevé preguntar a Yolanda Díaz si el Gobierno defiende adecuadamente los derechos de los autónomos. «Díaz lo tiene tan fácil como decirle a Teodoro que si acaso el PP defiende los autónomos cuando se dedica a espiar a sus propios compañeros de partido… esto va a ser un calvario», apunta una parlamentaria.
Génova tenía hasta ahora el control del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso y solo la exportavoz Cayetana Álvarez de Toledo y la diputada Pilar Martos se habían posicionado en contra de la dirección popular. No obstante, a puerta cerrada el paso de los días ha hecho aumentar el número de diputados que admitían su fuerte malestar por la guerra interna.
Pero este cierre de filas en público se resquebrajó ayer cuando la diputada Belén Hoyo, del círculo de confianza de Casado, pidió en Génova la dimisión del secretario general, Teodoro García Egea. Tras ella, siguieron varios cargos parlamentarios como la portavoz en el Congreso, Cuca Gamarra, la vicepresidenta segunda de la Cámara, Ana Pastor, la portavoz económica, Elvira Rodríguez, o el vicepresidente segundo de la Comisión para la auditoría de la calidad democrática, Jaime de Olano. Todos ellos, hasta ahora, de la máxima confianza de Casado.
Además, García Egea tampoco logró ayer el grueso respaldo de diputados que esperaba. A petición suya, acudieron ayer por la tarde a dar su apoyo a Casado, entre otros, Pablo Ruz, Edurne Uriarte, Diego Movellán, Ramón Herrera, Andrés Lorite, José Ortiz o Vicente Betoret, mientras otros parlamentarios no acudían y cuestionaban esta estrategia. «Deberían respetar la libertad de los parlamentarios, para que se posicione quien quiera voluntariamente y quien no quiera hacerlo no lo haga», apunta un parlamentario. «Creo que además de ser un táctica completamente infantil, solo aviva la guerra y la ruptura interna, porque fomenta la división en bandos y el quién está con quién… Es justo lo contrario de lo que tendrían que estar haciendo», añadía.
La crítica a puerta cerrada es creciente según pasan los días, porque crece la idea de que Casado está intentando cerrar en falso la guerra y que así solo crece la desafección de las bases y de los votantes. «Cuanto más tiempo pase hasta la solución definitiva, más sangría», coinciden varios diputados.
Miedo al debate de la nación
Y es que un liderazgo tan débil convierte las oportunidades en peligros. Lo mismo que con la sesión de control de mañana puede suceder con el debate sobre el estado de la nación. El PP lleva presionando al Gobierno para que lo convoque desde hace más de un año. Sin embargo, ahora que los socialistas piensan en celebrarlo, este debate se convierte en un auténtico bumerán para los populares.
La cita no tiene fecha y se había barajado que se celebrara en junio, pero empieza a cobrar fuerza la idea de que pueda ser en marzo. Este miércoles, Ciudadanos presionará al Ejecutivo para que lo convoque ya mismo e interpelará en el Congreso al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, exigiéndole que marque una fecha.
Si Casado siguiera en la presidencia del PP cuando se celebre este importante debate, su intervención solo serviría para proyectar su falta de credibilidad. Si el actual líder ya hubiera salido de Génova, los populares podrían encontrarse con una dirección interina -la posible gestora- o con un nuevo líder que no tenga escaño en el Congreso. De un modo u otro, el debate que tanto ansiaban los populares pivotará, probablemente, entre Sánchez y el presidente de Vox, Santiago Abascal. La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, sale de cuentas a primeros de marzo.