El hombre de la pantaletica negra
“Una cosa es cierta: sabemos bien que el régimen no quiere ni querrá elecciones libres. Pero el poder que los venezolanos le otorgaron a María Corina Machado en las elecciones primarias ha sido una sorpresa. Cosa única que el TSJ, actuando como apéndice judicial del chavismo, proclame que suspende 'los efectos del pasado' (las primarias y sus resultados), como si de una subtrama de 'Back to the Future' se tratara. ¿Cómo se suspenden unos resultados que ya ocurrieron?, ¿cómo se decreta que el pasado no existió?”.
NOTA PUBLICADA EN «LA GRAN ALDEA«: https://lagranaldea.com/2023/11/02/el-hombre-de-la-pantaletica-negra/
En el año 1992, el 27 de noviembre para ser precisa, además del retroceso histórico que representó la intentona golpista de un grupo de sediciosos, los venezolanos asistimos a un espectáculo en vivo desde la pantalla de nuestros televisores.
Topamos, de madrugada, con una imagen inolvidable: Tres personajes de mal ver daban cuenta de la toma del canal 8 -en aquel entonces canal del Estado y no del chavismo- como uno de los pasos logrados para derrocar, vía golpe de Estado, con muertos y todo, al entonces presidente democráticamente electo Carlos Andrés Pérez.
La presencia de aquellos tiparracos en la TV quedó inmortalizada gracias a una de las estupendas crónicas del escritor, dramaturgo, pensador y vidente, Don José Ignacio Cabrujas. Aquel manjar de relato que era para reír y para llorar al mismo tiempo se llamaba “El hombre de la franela rosada” y hacía referencia, claro está, a un símbolo que ya nunca más dejaría de ser la viva imagen del aventurero rocambolesco, del oportunista ignaro, del desastre político asegurado de un lance irresponsable. Un golpe de Estado sin el más mínimo pudor estético mucho menos moral, mucho menos cívico.
Describía Cabrujas precisamente a uno de aquellos tres elementos que aparecieron de pronto en pantalla como tres fantoches que no solo no representaban a nadie sino que, de solo verlos, el futuro parecía convertirse en la cámara del terror.
Palabras más palabras menos, Cabrujas resumía el horror y la desfachatez de unos miserables venezolanos que se presentaban en TV luego de asesinar a unos cuantos soldados en una intentona golpista, y aseguraba -hoy ya no sé si inequívocamente o no “que ni la destrucción del Muro de Berlín, ni Yeltsin inaugurando un McDonalds junto a la tumba de Lenin, hicieron tanto por la derechización nacional y quién sabe si planetaria, que el gordito a quien describía: ‘Inexpresivo como en mi vida he visto a nadie tan inexpresivo, triponazo, desaliñado de franela mal metida en la pretina, que es el peor desaliño de este mundo, inmóvil que ni tic hizo mientras el teniente hablaba, mondonguero esencial y ubicado, a la izquierda del televisor como una cariátide de Borneo celebrando el día de la tocineta, fulminó no solo al movimiento bolivariano y a los resabios del 26 de julio y al pensamiento de Mao Tse Tung, sino a la mismísima Guerra Federal en pleno con Juan Crisóstomo Falcón incluido, por no evocar en este día aciago al general Zamora, un hombre que en materia de aspecto y ropa planchada, solía lucir decentísimo a la hora de encarar la Historia”1.
Hemos tenido otros emblemas más recientes, variados que, como aquél, se estampan en la memoria sin que uno lo desee, inevitablemente, como otro de los más abyectos referentes “políticos” de estas últimas décadas.
Hablo, entre muchos, de otro elemento como el de la franela rosada. (Que hay otros también con corbatín de moño y calzones sucios, pero a ese lo dejamos para la próxima). A quien me refiero hoy es al tipejo que como aquél, venía sólo a atentar contra el sistema democrático -bueno, regular o malo, pero democrático-, a sangre y fuego, aunque en un principio pasara por oveja amarilla y justiciera.
Hoy, al fin desnudo, es solo un torpedo en tanga al servicio del régimen. Hablo, claro está, del tipo de la pantaletica negra. El hombre de la tanga negra. Por supuesto es mi humilde homenaje a Cabrujas cuando escribió aquella joya memorable después de la intentona golpista de un tal Movimiento 5 de Julio que no era otra cosa que el chavismo resentido desde siempre.
Me pasó lo mismo cuando vi en tv por primera vez a este opositor, militante del partido Primero Justicia, diputado, además, que intentó alguna vez entrar a la fuerza al Consejo Nacional Electoral (CNE), y entre empujones y manotazos, terminó desplomado como un costal de papas en una acera, con el culo al aire, como dirían los españoles. Y que en realidad fue más bien con la pantaleta al aire.
Pensé entonces y en silencio cómo habían cambiado los tiempos desde los discursos bien vestidos y planchados en el Congreso de la República. Recordé un poco de elegancia en el vestir y en el hablar de los políticos cuando yo era apenas una estudiante de Comunicación Social y salía a entrevistar personajes a las afueras del Congreso para mis asignaturas de periodismo; recordé a mi papá tan compuesto con su impecable guayabera blanca para simplemente ir a votar cuando todos confiábamos en el sistema electoral, en sus representantes, en los partidos, bastante en los políticos y hasta en la Guardia Nacional.
Y de inmediato me dije: ¡Ay!, cuánto se ha devaluado la ideología en la política venezolana. Va quedando apenas el show barato, el tejido adiposo, y una lycra negra. Eso sí: reconozco que no sospechaba que la oveja de la tanga se convertiría en asalariado rojo haciendo mancuerna con una abogada tapa amarilla que es como el conejo de un mago que ha salido de pronto de una chistera: ¡Voici l’ananas! (que en español es “¡Y aquí está la piña!”).
Aquel don nadie, que el secretario general de Primero Justicia, Tomás Guanipa, entubó por Primero Justicia en las listas para la elección de la Asamblea Nacional en 2015, que había militado en distintas toldas; hoy no solo es el abanderado en lavarle la reputación al magnate de las cajas CLAP, sino que es además el autor del amparo que le solicita al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que desconozca, “por fraude”, los resultados de la elección Primaria que acabamos de coronar.
La sentencia del TSJ afirma, ¡terminantemente!, que José Brito interpone un recurso de amparo ¿en su calidad de participante en la elección Primaria del 22 de octubre de 2023? Pero, ¿es que acaso esta pantaleta negra, actualmente diputado por Primero Venezuela, se inscribió en ese proceso de elecciones primarias? No que yo sepa. ¿Aspira a ser candidato presidencial? Sálvenos ángeles y arcángeles de esas blumas, y de esas bragas.
Me dicen que fue parte del grupo de diputados bien llamados “Alacranes” cuya tarea consistía en encabezar una directiva paralela de la Asamblea, por jugosas contraprestaciones rojas. Para coronar el asco, ahora ha introducido con éxito esta solicitud de investigación sobre las recientes elecciones primarias por un supuesto fraude, obviamente por encargo de los asustaditos con las cifras y la movilización de María Corina Machado.
Porque una cosa es cierta: sabemos bien que el régimen no quiere ni querrá elecciones libres. Nunca. Pero el poder que los venezolanos le otorgaron a María Corina en las elecciones primarias ha sido una sorpresa. Cosa única que el TSJ, actuando como apéndice judicial del chavismo, proclame que suspende “los efectos del pasado” (las primarias y sus resultados), como si de una subtrama de “Back to the Future” se tratara.
En esta oportunidad se destaca la suspensión por parte de la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia de todos los efectos de las distintas fases del proceso electoral conducido por la Comisión Nacional de Primaria, tras el “fraude electoral” ocurrido el pasado domingo.
¿Cómo se suspenden unos resultados que ya ocurrieron?, ¿cómo se decreta que el pasado no existió?
Es que estos tipos de alquiler, ahora guapos y apoyados, son tan obvios y tan torpes que por más que se tongoneen siempre se les ve el bojote. Y la pantaletica negra. Que bien podría ser roja lupanar.
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(1)”El hombre de la franela rosada” (Diario de Caracas, 6 de diciembre de 1992), tomado del blog de mi querida amiga @pikivil en su blog evitandointensidades.blogspot.com