El hombre que mató a Peter Sellers (y II)
El 8 de septiembre se cumple el centenario de Peter Sellers, uno de los cómicos más admirados e influyentes de la historia. En este segundo capítulo repasamos sus colaboraciones con Stanley Kubrick, sus proyectos fallidos, sus películas en los años setenta y el broche de oro de su carrera.
«Cuando llegaba al estudio, Peter caminaba con lentitud y se quedaba mirando malhumoradamente a su alrededor… Conforme el trabajo progresaba, se iba animando y comenzaba a divertirse. Sus improvisaciones encajaban y los ensayos lo hacían sentir bien… Alcanzaba algo que solo podría describir como un estado de éxtasis cómico».
(Stanley Kubrick)
En una entrevista televisiva, Blake Edwards, el director con el que más veces llegó a trabajar Peter Sellers, reconoció que el actor era un genio, pero también un demente, llegando a afirmar: «Creo que, de no haber sido Peter Sellers, probablemente habría acabado en una institución mental».
En la misma entrevista, el director relató una anécdota de uno de los rodajes que compartió con el cómico en los años setenta: «A las tres de la mañana suena el teléfono. Me despierto. “Blake, soy Peter. Acabo de hablar con Dios y me ha dicho cómo tengo que hacer mañana la escena”. No estaba bromeando, acababa de hablar con Dios. Al día siguiente le pregunté qué le había dicho y me pidió que empezase a rodar y me lo enseñaría. Tras hacerlo vino con una sonrisa en la cara y me dijo, «¿qué piensas?». Le dije, hazme un favor, dile a Dios que no se meta en el negocio del espectáculo. Se enfadó y no apareció en todo el día».
Stanley Kubrick también estableció una colaboración profesional muy fructífera con Sellers, quien actuaría en dos películas del genial director: Lolita (1962) y ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964). Al ser preguntado por el cómico, el realizador declaró: «¿Peter Sellers? No existe tal persona».
Kubrick se había embarcado a comienzos de la década en la adaptación de la polémica novela Lolita, de Vladimir Nabokov: la historia de un hombre obsesionado con una niña de doce años. Para poder llevar la narración a la pantalla, el productor James B. Harris exigió a Kubrick que la convirtiera en una historia de amor, de modo que el espectador se pudiese identificar con los sentimientos del profesor pedófilo Humbert Humbert, y que se aumentara la edad de la protagonista de los doce a los catorce años. Aun así, la producción resultaba muy controvertida, pero Sellers quería experimentar con un papel dramático que consolidase su carrera en Hollywood.
Con Shelley Winters en «Lolita».
Peter encarnaría a Clare Quilty, el villano de la historia, quien seduce a Lolita para luego abandonarla y arruina la vida de Humbert Humbert. En la novela original, el personaje apenas aparece, pero Kubrick, encantado con las improvisaciones de Sellers, comenzó la película con él y le dio mayor protagonismo que en la obra literaria, dejando además que se desdoblase en uno de los roles múltiples que tanto disfrutaba hacer.
Su interpretación añade a la película una atmósfera de comedia negra, y le supuso una nominación a los Globos de Oro, aunque también despertó los celos de sus compañeros, como James Mason, quien encarnaba a Humbert Humbert: «Stanley estaba tan fascinado con el ingenio de Peter Sellers que nunca parecía cansarse de él… él era el único autorizado, más bien incentivado, a improvisar sus actuaciones».
Kubrick supo potenciar cómo transformaba sus trastornos mentales en geniales improvisaciones en el plató y le dio libertad creativa, además de comenzar a pasar los domingos en su casa.
«¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú».
En ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, la magistral sátira antibélica realizada por Kubrick en plena Guerra Fría, Sellers volvería a hacer gala de su versatilidad al interpretar tres papeles: el presidente de EE.UU. Merkin Muffley, el oficial británico Lionel Mandrake y el desquiciado doctor Strangelove, inspirado en el doctor Rotwang, de la película Metrópolis (Metropolis, 1926), de Fritz Lang. El científico loco se convertiría en uno de los personajes más emblemáticos de la galería de chiflados del actor. Al crear su marcado acento alemán se inspiró en el fotógrafo Weegee (Arthur Fellig), quien documentó el rodaje.
En realidad, Sellers tendría que haber interpretado a cuatro personajes, pero se veía incapaz de emular el acento texano del mayor Kong, el comandante del único bombardero que llega al objetivo ruso. Tras muchas discusiones con Kubrick acabó lastimándose un tobillo para no tener que hacer el papel.
El veterano secundario de películas del Oeste Slim Pickens sustituiría a Sellers, logrando el rol de su carrera. Kubrick siempre lamentó no contar con Peter para caracterizar al personaje, pues su intención era que en cada dimensión de la película el público se encontrara con una versión diferente de Sellers, con el destino del mundo en sus manos.
Con Sterling Hayden en «¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú».
Había llegado a la cumbre de su carrera. Cobró un millón de dólares por rodar ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, el 55% del presupuesto inicial, y fue nominado al Óscar por su triple papel. Stanley Kubrick disfrutó de la experiencia de trabajar con él. En una entrevista de 1968 declararía: «Peter Sellers es el actor que mejor responde cuando se empieza a improvisar. Su mayor talento reside en todo lo que aporta de grotesco: tiene un sentido del grotesco más avanzado que la mayor parte de la gente que he conocido. Si le hubiera pedido a cualquier actor hacer lo que él hace en la película, me hubiesen mirado como si fuera un enfermo. En cambio, Peter se excitó mucho con la idea y la encontró de lo más divertida».
«¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú».
Pero no todos los directores compartían la admiración de Kubrick hacia su método de trabajo. Billy Wilder, quien había contratado al actor para protagonizar su comedia Bésame, tonto (Kiss Me, Stupid, 1964), chocaba abiertamente con el estilo intuitivo y vesánico de Sellers, y el comienzo del rodaje fue un auténtico infierno.
El director austríaco entró en cólera cuando la filmación se tuvo que interrumpir porque Sellers sufrió un infarto, llegando a declarar, con su habitual lengua viperina: «Ese asunto de los infartos de Peter es imposible, porque para sufrir un ataque cardíaco una persona debe tener corazón».
En febrero de 1964 se casó en segundas nupcias con la actriz sueca Britt Ekland. El actor coqueteaba con las drogas, algo que pronto le pasaría factura. La noche del 5 de abril de 1964, antes de tener relaciones sexuales con Ekland, inhaló nitrito de amilo, lo que le provocó un infarto que le paró el corazón durante un minuto y medio. Tras estabilizarse sufrió ocho infartos más, a lo largo de tres horas. Milagrosamente sobrevivió. Tenía 39 años. Aquella experiencia cercana a la muerte incrementó su desequilibrio mental. Aseguraba que había llegado a ver a su difunta madre, saludándole desde la tumba.
Tras interrumpir el rodaje de Bésame, tonto durante cuatro semanas, Billy Wilder acabó sustituyendo a Peter por el actor Ray Walston, algo que después lamentaría.
La crítica Pauline Kael escribió que Walston en el papel principal estaba «absolutamente exento de encantos», y Billy Wilder tuvo que darle la razón. Desde Londres, el actor reprochó a Wilder su decisión. Para el cineasta, Sellers siempre fue un tema tabú, aunque no tenía problemas en defenestrarlo: «Arregló su matrimonio de acuerdo con un horóscopo y todavía me debe los cien dólares que me pidió el último día antes del infarto para llevar a sus niños a Disneylandia».
Peter Sellers con Billy Wilder y con Mel Brooks.
Bésame, tonto no fue el único proyecto fallido de Sellers. Tuvo que rechazar el papel múltiple de la película de fantasía de George Pal Las siete caras del Dr. Lao (7 Faces of Dr. Lao, 1964) por estar comprometido con el rodaje de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú.
También podría haber llegado a protagonizar la genial comedia de Mel Brooks Los productores (The Producers, 1967). Brooks recordaba cómo, después de enviarle el guion, se reunió con él en una tienda de la cadena Bloomingdale’s donde el actor tenía que hacer unas compras. Brooks quería que Peter interpretara el papel del contable Leo Bloom. Mel iba narrándole el guion con su estilo apasionado y, justo en el momento en que Brooks estaba describiendo la escena de la revelación del personaje, en pleno éxtasis narrativo, Sellers le interrumpió para preguntarle: «¿Te gusta esta hebilla?»
Brooks no llegó a saber si Peter leyó el guion, pero que no participara en la comedia acabó siendo un acierto, porque el papel de Leo Bloom iría a parar a Gene Wilder, dando origen a una de las colaboraciones más celebradas de la comedia estadounidense. Tras ver Los productores, Sellers quedó fascinado por la película, y compensó el desplante a Brooks publicando un anuncio a página completa en las revistas Variety y The Hollywood Reporter, diciendo que Los productores era «una de las mejores comedias de los últimos tiempos», lo que contribuyó enormemente a la promoción del filme.
«El irresistible Henry Orient».
Más allá de estos proyectos frustrados, era un actor muy solicitado. Participó con pequeños papeles en numerosas películas, como la estupenda El irresistible Henry Orient (The World of Henry Orient, 1964), de George Roy Hill, La caja de las sorpresas (The Wrong Box, 1966), de Bryan Forbes, o la película de episodios protagonizada por Shirley MacLaine Siete veces mujer (Woman Times Seven, 1967), que supondría su primera colaboración con Vittorio De Sica, además de aparecer en producciones televisivas de culto, como Canción para otra Navidad (Carol for Another Christmas, 1964), dirigida por Joseph L. Mankiewicz y con guion de Rod Serling, y Alice in Wonderland (1966), de Jonathan Miller. Años después participaría en otra versión del cuento de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia (Alice’s Adventures in Wonderland, 1972), de William Sterling.
«Alice in Wonderland».
A medida que crecía la fama de Sellers, también lo hacían su ego y sus trastornos. Su comportamiento era cada vez más errático y resultaba muy difícil trabajar con él.
Durante el rodaje de ¿Qué tal, Pussycat? (What’s New Pussycat, 1965), de Clive Donner, sintió celos de Woody Allen, que debutaba como actor y guionista en una gran producción. La situación empeoró cuando uno de los ejecutivos le confundió con Allen y le dijo que no permitiría que Sellers arruinara su imagen. Como resultado se quedó los mejores diálogos del filme y empezó a improvisar, convirtiéndose en la estrella de la película y relegando al recién llegado a un papel secundario.
Con Capucine en «¿Qué tal, Pussycat?».
En la fallida parodia de las películas de James Bond Casino Royale (1967) dejó de hablar a Orson Welles porque la princesa Margarita, hermana de la reina Isabel II, había dado muestras de su veneración por el genial cineasta cuando visitó el rodaje, ignorando a Peter. El actor abandonó el plató y se negó a rodar con Welles, de modo que la escena que compartían se tuvo que filmar con dobles. Según el director Val Guest, Sellers se convirtió en un quebradero de cabeza tan grande que acabaron despidiéndolo antes de que terminara todas sus escenas.
Al igual que ¿Qué tal, Pussycat? y Casino Royale, Tras la pista del Zorro (Caccia alla volpe, 1966) contaba con una banda sonora firmada por Burt Bacharach (incluyendo el pegadizo tema After the Fox, interpretado por The Hollies y el propio Sellers), pero es una comedia infinitamente más divertida, pese a ser frecuentemente olvidada en las listas de las mejores películas del actor.
Peter interpreta a Aldo Vanucci, un camaleónico maestro del crimen fugado de la justicia que planea pasar de contrabando un cargamento de oro. El largometraje supondría la primera ocasión en que el dramaturgo Neil Simon escribiría un guion de cine, adaptando una de sus obras.
«Tras la pista del Zorro».
Vittorio De Sica dirigiría a Sellers y a un excelente reparto, que incluiría a un insólitamente divertido Victor Mature encarnando a un maduro galán con muchos toques autoparódicos (Mature saldría de su retiro de cinco años tras la insistencia de Sellers) y secundarios de la categoría de Martin Balsam y Akim Tamiroff.
De Sica utilizaría el MacGuffin del golpe para dibujar una desternillante parodia del cine de autor, con Vanucci haciéndose pasar por un grandilocuente cineasta (Federico Fabrizi, una caricatura de Fellini).
Pese a que habían prometido no volver a trabajar juntos, Blake Edwards y Peter Sellers volverían a colaborar en la divertida comedia El Guateque (The Party, 1968). En este brillante homenaje a la comedia muda, que lamentablemente se desinfla en su último tramo (algo habitual en las comedias de Edwards), Peter interpretaría al torpe actor de origen hindú Hrundi V. Bakhsi.
Sellers tenía experiencia caracterizando a personajes indios, pues ya lo había hecho en La millonaria (The Millionairess, 1960) y en un divertido cameo en la película de Bing Crosby y Bob Hope Dos frescos en órbita (The Road to Hong Kong, 1962).

Aunque en estos tiempos de corrección política y acusaciones de apropiación cultural el personaje de Hrundi V. Bakhsi puede resultar ofensivo, la cuestión no está en lo que se debe o no representar en la pantalla (o en cualquier medio), sino en si se hace con buen o mal gusto. Basta poner como ejemplo otra película de Edwards, Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961), donde Mickey Rooney caracterizaba al vecino japonés de Holly Golightly con un marcado tono racista, para entender la sensibilidad y humanidad que nuestro actor supo aportar al protagonista de El Guateque.
Lamentablemente, Sellers no se impregnó de la serenidad del personaje, y se encargó de que el rodaje fuese una auténtica pesadilla. Su terrible inseguridad hizo que se sintiera amenazado por el actor Steve Franken, quien brillaría en el papel del camarero borracho, y causó todo tipo de disturbios en el plató, hasta que su papel fue drásticamente recortado. Como consecuencia de estos incidentes, Edwards rompió su amistad con él.
Su ritmo de vida era trepidante, formaba parte de la aristocracia del «Swinging London», codeándose con Buckingham Palace y con los Beatles. Sellers aparecería en televisión parodiando las canciones del cuarteto musical, recitando A Hard Day’s Night como si fuera Laurence Olivier interpretando a Ricardo III o She Loves You con el acento del Dr. Strangelove.
Posteriormente rodaría en Barcelona El magnífico Bobo (The Bobo, 1967), cuya banda sonora incluiría dos composiciones de George Martin, que Peter interpretaría en el papel de un torero cantante. Aunque su mayor vínculo con los Beatles llegaría con Si quieres ser millonario, no malgastes el tiempo trabajando (The Magic Christian, 1969), que protagonizaría junto a Ringo Starr y cuyo tema musical, Come and Get It, fue compuesto e interpretado por Paul McCartney. El guion de esta inclasificable comedia sería escrito por los futuros Monty Python John Cleese y Graham Chapman.
Con Ringo Starr.
La fama y el consumo continuado de estupefacientes no ayudaron al equilibrio mental del actor, que se había convertido en un impredecible paranoico, con extravagancias como su superstición al color púrpura o su costumbre de conversar con su madre muerta. No sabía cómo relacionarse en la vida real, de modo que asumía la personalidad del personaje que estuviera interpretando en ese momento, para horror de sus exesposas y cualquiera que estuviera a su lado.
El actor se rodeó de una serie de charlatanes, entre ellos el clarividente y astrólogo Maurice Woodruff, que le estafaron buena parte de su fortuna. El resto lo gastó en fiestas, yates, coches de alta gama, vino y drogas. A comienzos de los setenta estaba arruinado y, lo que era peor, sus películas eran veneno para la taquilla. Sellers se vio obligado a actuar en anuncios televisivos que le permitieran mantener su tren de vida.
«Amor a la inglesa».
No es que en los setenta no hiciera buenas películas. Por ejemplo, el triste oficinista que compuso para Amor a la inglesa (Hoffman, 1970), de Alvin Rakoff, es una de sus mejores interpretaciones. Y por una vez, en el personaje de un hombre gris y amargado que chantajea a una joven de su oficina para que viva en su apartamento durante una semana, dejó entrever algo de ese Peter Sellers «real» que decía que no existía.
También intentó abordar papeles dramáticos, como el prisionero de guerra francés atrapado junto a sus compañeros en un búnker nazi en la claustrofóbica y deprimente The Blockhouse (1973), o el viejo músico callejero que entabla amistad con un par de niños en la emotiva El optimista (The Optimists of Nine Elms, 1973), una entrañable fábula suburbial dirigida por Anthony Simmons, donde tocaba varias canciones al ukelele rindiendo homenaje a sus inicios en el music-hall.
«El optimista».
A mediados de la década, Blake Edwards estaba tan necesitado de un éxito como Peter Sellers, de modo que hizo de tripas corazón y escribió un nuevo guion protagonizado por el inspector Jacques Clouseau. United Artists no quería invertir en una película con un director y un actor en declive, de modo que Edwards consiguió la financiación de un productor independiente, Lew Grade, quien logró convencer a Sellers para que participara en la producción.
El regreso de la pantera rosa (The Return of the Pink Panther, 1975) incorporaría al personaje de Clouseau su gusto por los disfraces, lo que le permitía deleitarse en su mimetismo compulsivo. El guion de Edwards y Frank Waldman remitiría a la primera película, con Clouseau investigando un nuevo robo del diamante conocido como «la pantera rosa».
Christopher Plummer sustituiría a David Niven en el papel de Sir Charles Litton. El reparto se completaría con los actores habituales de la saga: Herbert Lom, Burt Kwouk, André Maranne y Graham Stark. El regreso de la pantera rosa fue un éxito de crítica y público que infundió nueva vida a las carreras de Edwards y Sellers.
«El regreso de la pantera rosa».
Aunque a estas alturas no se hablaban y se comunicaban mediante intermediarios, la máquina de hacer dinero no podía parar, y al año siguiente se estrenó la cuarta entrega de la saga, La pantera rosa ataca de nuevo (The Pink Panther Strikes Again, 1976), una sucesión de gags que parodiaba las películas de James Bond, con Herbert Lom convertido en villano absoluto, secuestrando a un científico para montar un láser desintegrador de ciudades.
Clouseau, que había nacido como un policía serio y digno, había acabado por transformarse, en manos de Sellers, en un bufón torpe, patético y adorable. Las nuevas entregas de la saga se convertirían en los éxitos del verano.
Con Herbert Lom en «La pantera rosa ataca de nuevo».
Al escribir, de nuevo con Frank Waldman, el guion de La venganza de la Pantera Rosa (Revenge of the Pink Panther, 1978), Edwards quiso parodiar las películas de mafiosos de los setenta, como El padrino (The Godfather, 1972) o Contra el imperio de la droga (The French Connection, 1971).
El rodaje no fue fácil para el realizador. Edwards solía decir que había pasado los mejores momentos de su vida junto a Peter, y los peores, «absolutamente los peores», recalcaba, añadiendo: «Había días que era como ir a la consulta del médico sabiendo que te estás muriendo».
Pese a no haber cumplido aún los cincuenta años, Sellers era un hombre envejecido por sus muchos excesos y los infartos que había sufrido a lo largo de los años. Desde 1977 llevaba un marcapasos. Su frágil estado físico y la posibilidad de tener un nuevo infarto hicieron que las escenas que exigían cualquier actividad física fueran ejecutadas por su doble, Joe Dunne.
Con Burt Kwouk y Dyan Cannon en «La venganza de la Pantera Rosa».
Sellers planeaba rodar una nueva entrega de la saga, con el título provisional de Romance of the Pink Panther, que quedó truncada por su prematura muerte. Pero la partida de Sellers no supondría el fin de las aventuras del inspector Jacques Clouseau. Dos años después del fallecimiento de Peter, Blake Edwards rodaría Tras la pista de la Pantera Rosa (Trail of the Pink Panther, 1982), donde aprovecharía tomas descartadas de anteriores películas, y recuperaría a la mayoría del elenco de la saga, incluyendo a David Niven y Capucine, justificando la ausencia de Sellers (excepto en escenas de archivo) en un endeble argumento que giraba en torno a la desaparición del inspector.
Posteriormente intentaría renovar la serie con nuevos detectives, Ted Wass en La maldición de la Pantera Rosa (Curse of the Pink Panther, 1983), donde Roger Moore encarnaría a Clouseau, y Roberto Benigni en El hijo de la pantera rosa (Son of the Pink Panther, 1993), pero sin Sellers al frente todas las tentativas estaban condenadas al fracaso. En el nuevo siglo, Steve Martin trató de meterse en la piel del detective, y Eddie Murphy amenaza con hacerlo en un nuevo y totalmente innecesario remake.
Más allá de la alargada sombra de Jacques, Peter participaría en la desternillante Un cadáver a los postres (Murder by Death, 1976), de Robert Moore, cuyo guion, escrito por Neil Simon, parodiaba sin piedad a los detectives más famosos del género whodunit (las novelas policiacas de salón).
Así, el personaje de James Coco era una caricatura de Hércules Poirot, Elsa Lanchester un remedo de Miss Marple, el matrimonio interpretado por David Niven y Maggie Smith un guiño a Nick y Nora Charles, de El hombre delgado, Peter Falk un divertido Philip Marlowe y Peter Sellers una parodia de Charlie Chan.
El detective chino permitiría a Peter entregar una de sus caracterizaciones más divertidas y brillantes, aprovechando su gusto por el disfraz. El increíble elenco se completaría con el gran Truman Capote en una rara aparición cinematográfica y Alec Guinness, lo que daría a Peter la oportunidad de trabajar por última vez con su ídolo.
«Un cadáver a los postres».
En el ocaso de su trayectoria artística protagonizó dos de sus peores comedias, El estrafalario prisionero de Zenda (The Prisoner of Zenda, 1979) y El diabólico plan del Dr. Fu Man Chú (The Fiendish Plot of Dr. Fu Manchu, 1980), pero también entregó la mejor interpretación de su carrera.
Llevaba casi una década tratando de adaptar la novela de Jerzy Kosinski Desde el Jardín. El relato está protagonizado por Chance, un hombre de mediana edad que trabaja como jardinero en casa del anciano que le acogió al quedar huérfano. Chance nunca ha salido de esa morada ni ha tenido contacto con el exterior, más allá de lo que ve en la televisión. Al morir el dueño de la vivienda, se ve obligado a abandonar el único hogar que ha conocido.
Pese a tener una discapacidad intelectual, una serie de accidentes harán que el jardinero acabe convirtiéndose en consejero de un influyente hombre de negocios, que confunde su mutismo con sabiduría. Gracias a ello, Chance pasa a formar parte de la élite política de Washington.
«Bienvenido Mr. Chance».
Poco después de publicar su obra, en 1971, Jerzy Kosinski recibió un telegrama firmado por el mismísimo Chance: «Estoy disponible dentro o fuera del jardín». Cuando el escritor de origen polaco llamó al número de teléfono que aparecía en el telegrama, le respondió Peter Sellers.
Aunque ningún estudio quería arriesgarse a producir la película con el desahuciado cómico como protagonista, finalmente Sellers logró llevar a la pantalla su papel soñado. Su caracterización de ese ser indefenso e inocente estaba inspirada en Stan Laurel, a quien admiraba y al que visitó en varias ocasiones en Los Ángeles, cuando el genio de los orígenes del cine ya era un anciano.
Hal Ashby dirigiría Bienvenido Mr. Chance (Being There, 1979) con una exquisita cadencia clásica, trazando una inteligente sátira sobre la política y la influencia de la televisión en nuestra sociedad. El Chance de Sellers es un hombre a medio cocer, vomitado al mundo sin más conocimiento que la distorsionada realidad del televisor.
Cuando le echan de su casa, se ve obligado a relacionarse con un mundo que le es ajeno y hostil, del que trata de huir con su mando a distancia, como si en la realidad se pudiera cambiar de canal.
Sellers volcó en el papel toda su tristeza interior. En palabras de Jerzy Kosinski: «Entendió el papel de Chance mejor que yo por varias razones: carecía de vida interior, de noción de sí mismo, de quién era y lo que quería ser. Desde el Jardín era su retrato espiritual». Su compañera de reparto, Shirley MacLaine, también quedó impresionada por su interpretación: «Nunca he trabajado con nadie que se metiera tanto en un papel».
«Bienvenido Mr. Chance».
En el último día de rodaje, Peter se presentó en el plató vestido con el traje gris de su personaje, sosteniendo el mando a distancia que utilizó al comienzo del largometraje. En silencio, se giró hacia el director Hal Ashby, le apuntó con el mando a distancia y apretó un botón. Todo el equipo se quedó callado antes de estallar en aplausos.
El retrato de Chance le valió a Sellers su segunda nominación al Óscar como mejor actor. No llevarse el premio acabó por romperle el corazón. El 24 de julio de 1980, Dios apuntó con su mando a distancia a Peter y apretó el botón. Tenía solo 54 años cuando un último infarto se lo llevó de este mundo.
No hay nada más difícil que hacer reír. Sin embargo, rara vez valoramos a nuestros cómicos. Se les considera actores de segunda categoría. Peter Sellers hizo de su obra una sucesión de comedias, algunas divertidas, otras lamentables, un puñado magistrales. En todas ellas fue el clown que salvaba la función, ocultando tras su máscara la tragedia de su vida personal. Era un dios con los pies de barro, lleno de inseguridades, profundamente desequilibrado e inadaptado. El mejor actor de todos los tiempos pasó su vida tratando de llenar una honda cavidad con personajes excéntricos que despertaran una sonrisa en los demás. Pero al final, cuando no tenía que complacer a nadie más que a sí mismo, eligió un papel que encajara con lo que él creía ser: un hombre vacío.
«Bienvenido Mr. Chance».