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El invento mundial de la FIFA

 

En la víspera de la entrega del Nobel de la Paz, la FIFA, uno de los grandes poderes de este mundo, se inventó un premio de la paz para entregárselo a Donald Trump, en la ceremonia del sorteo de los grupos del vigésimo tercer mundial de fútbol que tendrá por anfitrión a Estados Unidos, México y Canadá. El torneo más desmesurado de cuantos se han hecho desde 1930 -participan 48 países- se inició con una extravagancia. De incoherencia, nada.

Lo que ha sido un evento estrictamente futbolístico, o eso parecía, es descaradamente político, en contra de los propios estatutos de la organización que dirige el fútbol en el mundo, uno de los negocios más lucrativos de cuantos hay.

Para elegir al futbolista del año votan representantes de todas las naciones afiliadas a la FIFA -más que las que tiene la Organización de Naciones Unidas-, para entregar lo que se supone es el primer premio de la paz de la organización se argumenta que es de parte de “miles de millones de aficionados” al deporte rey, según las palabras de Gianni Infantino, gran amigo del galardonado.

La FIFA que ha desarrollado un impresionante aparataje tecnológico para que resplandezca la verdad sobre el terreno del juego, sorprende al mundo no solo futbolístico con la premiación realizada, que excede la muy grande área de su competencia.

El organismo que rige el deporte más practicado y más seguido carecería de argumentos para cuestionar la politización del fútbol en un país, por ejemplo, como el nuestro, en el que los dineros públicos son usados para satisfacer apetencias de jerarcas del régimen. De hecho, se desconoce si habrá sido advertida la filial local de la FIFA por lo que ocurre en el campeonato doméstico e, incluso, en la selección Vinotinto.

Al acto, transmitido en directo al planeta fútbol, le faltó elegancia y ponderación. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, invitados como anfitriones que son al sorteo de los grupos -pistoletazo de inicio de la larga temporada hacia la fase final de la Copa Mundial entre junio y julio próximos- fueron ninguneados. El propio Trump se puso la medalla que acompaña el enorme premio que la FIFA mandó a elaborar para la ocasión.

Los méritos del presidente Donald Trump en el campo de la paz quizás no sean de la magnitud que pregona, y que la FIFA comparte, pero son de notable consideración, como hemos reflejado en esta sección editorial, en lo referido al extraordinariamente cruento conflicto de la Franja de Gaza. Y existen los lugares y los momentos apropiados para tal reconocimiento y para el realce de la correspondiente ceremonia.

 

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