El kirchnerismo desaparece y la oposición no se hace cargo de su fracaso anterior
La política está acallada por la militancia bien rentada. Candidatos abundan pero faltan ideas y proyecto de país. Cuesta encontrar un pensamiento en medio de tanta denuncia. Denunciar aletarga la capacidad de pensar, jibariza las cabezas
“La patria es una serpiente que cambia de piel”. Creo recordar que lo dijo Leopoldo Marechal, al menos me sirve para lo que intento expresar y espero que suceda. En nuestra realidad algunos creyeron superar la dictadura desde los ideologizados derechos humanos. Diez mil desaparecidos constituyen un dato demasiado desmesurado como para olvidarlo fácilmente. Estaba tan lejos de la justicia social la violencia de la guerrilla como del orden que necesitaba la patria la dictadura. Raúl Alfonsín intentará una salida socialdemócrata, Carlos Menen será en lo económico mucha más destructivo que la misma dictadura. Los Kirchner desarrollan dos etapas diferentes, la primera de Néstor donde instaló una concepción del poder esencialmente personal proclamando “el Estado soy yo”, y luego Cristina que cabalga una historia ajena donde percibe al marxismo como la superación del peronismo. Aclaro que utilizan el marxismo para justificarse y no porque imaginen necesario un rumbo político.
La historia expone a nuestra pretendida derecha, deja en claro que solo fueron una colección de golpes de Estado, y que en su última etapa se auto concibieron como “vanguardia de Occidente”; tales hechos desnudan la locura de la guerra de Malvinas tanto como su ilimitada decisión de matar. Su pretendido liberalismo económico no tiene nada que ver con la libertad. El General Perón plantea el ABC, Argentina, Brasil y Chile mientras esta derecha decadente toma a los países hermanos como hipótesis de guerra. La Iglesia Católica, que tanto molesta a sus negociados, nos salvó de una guerra con los hermanos de Chile cuyas consecuencias eran impensables. En el 74 un grupo de diputados viajamos a Londres enviados por Perón a debatir la integración con Malvinas. Luego fuimos invitados a las islas y un conjunto de malvinenses nos acompañó en un barco de bandera griega, dando por resuelta una integración futura.
Este recuerdo me excede, se me vuelve difícil recuperarlo. Aquel General que retorna de diez y ocho años de exilio, está obligado a integrar la violencia guerrillera, hija dilecta de las continuas dictaduras y no como intenta explicar algún irresponsable fundada por sus cartas. Alfonsín, para mi opinión, intenta llevar demasiado hacia la izquierda al radicalismo, y lo debilita en su estructura. Menem se aprovecha de esta coyuntura y destruye al Estado nacional, tan radical como peronista, y se entrega a la nueva derecha que ve a la justicia social como un simple “derrame” de los nuevos enriquecidos. Néstor se impone como poder por encima de los negocios, y en rigor se asocia a una sociedad de negociados improductivos que es tan solo compartir y participar como socio principal de la corrupción inventada por Menem y los nuevos empresarios y sindicalistas. Ese kirchnerismo inicial se asienta en las rentas del poder, tanto que duplica el juego tan solo como manera de duplicar las coimas. No olvidemos que luego, Macri va a usufructuar de este sistema, lo mismo que de todo el resto de la corrupción instalada para sustituir la sociedad industrial que habían gestado los radicales, peronistas y hasta golpistas del pasado. Los asesinatos de la dictadura tenían como objetivo central destruir la conciencia de Estado, una idea de nación que pocos cuestionaban. Si el menemismo fue la traición liberal, el kirchnerismo será la traición marxista decadente, esa que hoy esta extraviada en el gobierno de turno y no tiene pensadores que no sean herederos del odio de clase que nunca fue nuestra propuesta.
Resulta complicado que una sociedad empobrecida como pocas se pueda deslizar fácilmente a la derecha, tanto como absurdo que Macri no entienda esta simple realidad. Lo triste es que ese liberalismo de ricos sea hoy más coherente que el estatismo de los burócratas. Cuesta encontrar un pensamiento en medio de tanta denuncia. Denunciar aletarga la capacidad de pensar, reduce la cabeza de sus actores como aquella tribu de los “jíbaros”.
Cristina y Macri son dos herederos, con todas las limitaciones que poseen los portadores de glorias ajenas. Néstor fundo una fuerza con virtudes y defectos, Cristina solo heredó lo peor de esa historia. Franco Macri supo organizar un imperio económico, personaje que venía de abajo y sabía cómo transitar la vida. Su hijo nunca sufrió carencias y en consecuencia ni siquiera reconoció la sabiduría paterna. Ninguno de ellos se hace cargo de la crisis que generaron o acompañaron mientras la sociedad sufre una caída inimaginable hace apenas unas décadas. El kirchnerismo desaparece, el presidente no logra asumir su propia vacuidad y la oposición no se hace cargo de su fracaso anterior. El estatismo del gobierno está solo al servicio de su propia burocracia, el privatismo de la oposición implica tan solo la mejoría de las empresas. La patria terminó siendo el espacio de sus codicias, de la política, de las necesidades colectivas, de eso no se ocupa nadie. Radicales y peronistas hoy no hay, un pensamiento nacional como en los países hermanos, entre nosotros no tiene vigencia. Nos sobran recursos naturales y energía en nuestra juventud para recuperar un futuro que enamore.
Solo falta un proyecto, y por ahora, candidatos abundan mientras las ideas faltan. Es tiempo de pensar y resurgir, está todo dado. La política necesita rebeldía, y esa virtud se encuentra hoy acallada por la militancia demasiado bien rentada. Ya vendrán tiempos mejores.