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El largo camino de la COVID-19

Mis vecinos se mantuvieron en vilo durante los meses más duros de la pandemia. Pero hoy siguen en un estado de zozobra por la falta de comida y medicinas.

LA HABANA, Cuba. – Dos años de COVID-19 es mucho. Un poco más y nos morimos todos. Yo tuve que, en muchas oportunidades, calmar a mis vecinos por lo nerviosos y asustados que estaban.

Nena, una vecina que pasa de los 50, no sostenía ni el vaso de agua cuando la calmaba y le decía: “Muchacha, no te preocupes, que todo pasa”. En serio, la gente de mi barrio estaba realmente asustada. Hasta a Mario, un vecino militar, se le cayó el pelo por echarse cloro en la cabeza, tratando de evitar el coronavirus.

El cloro se convirtió en el producto más codiciado durante los largos meses de pandemia. Por suerte, ya amanece y mis vecinos me preguntan por qué a mí, tan vieja, a punto de cumplir 83 años, nunca me vieron con miedo. Ahora vienen a mi casa con el nasobuco colgado de una oreja.

Pero la cosa fue de ampanga. Tal parece que vivíamos en una comunidad de locos y fantasmas. Ni asomados se veían mis vecinos a las puertas para que el coronavirus no entrara como Pedro por su casa.

Mientras que los medios avisaban sobre las infecciones y las muertes diarias por la COVID-19, más asustados estaban mis vecinos. Así en vilo se mantuvieron por el coronavirus. Pero hoy siguen en un estado de zozobra por la falta de comida y medicinas.

Yo, les confieso, me mantengo en calma, siempre esperando que se celebre una larga reunión en el Comité Central del Partido y, que como ocurrió en el Kremlin una mañana de 1990, se anuncie al fin del socialismo cubano.

 

 

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