EL LIBRO QUE HA INCENDIADO FRANCIA: «Dios existe y tenemos las pruebas»
“Dios-La ciencia-Las pruebas”, así se titula el libro que se ha convertido en superventas en un país que presume de laicismo. Sus autores, ingenieros, aseguran que existen sólidos argumentos científicos para demostrar la existencia de un creador. El libro y la polémica llegan ahora a España.
Puede la ciencia demostrar la existencia de Dios? Es la pregunta que intentan responder dos empresarios con formación de ingenieros, Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, que han escrito Dios- La ciencia-Las pruebas, todo un fenómeno editorial en Francia, cuya traducción publica ahora la editorial Funambulista en España. Michel pertenecea una de las mayores dinastías industriales del país galo, el grupo Bolloré, que llegó a dirigir. Y Olivier, que también es teólogo e impulsor de la web católica Aleteia, fue ateo en su juventud. Ambos son creyentes, pero aseguran que en su libro abordan la cuestión de Dios de una manera racional y ateniéndose a los últimos avances de la física, la cosmología, la biología… Este enfoque ha despertado adhesiones entusiastas y críticas feroces en un país que presume de laicismo. Pero que los autores han dado con la tecla lo prueban los 220.000 ejemplares vendidos, 200 conferencias, debates televisados, portadas… La cita es en París, una mañana benditamente lluviosa.
XLSemanal. El éxito de su libro es una de las mayores sorpresas editoriales de los últimos años en Francia, ¿cuál es el secreto?
Olivier Bonnassies. El libro se vende muy bien, pero esa no es la cuestión. Sócrates decía: «Si conoces lo que es justo y no lo divulgas, eres injusto». Si sabemos que Dios y ciencia no son incompatibles y no lo divulgamos, estaríamos siendo injustos. Es una buena noticia. Y hoy las buenas noticias escasean.
Michel-Yves Bolloré. Defendemos que los descubrimientos científicos del siglo XX, que han revolucionado por completo nuestro mundo, han hecho necesaria la existencia de un creador para explicar el universo.
XL. Pero se les ha reprochado que hablen de pruebas científicas para tratar de algo que es indemostrable, por lo menos en un laboratorio.
M.Y.B. Queremos aclarar que no estamos tratando de proporcionar una demostración científica o matemática definitiva de la existencia de Dios, sino más bien presentar un conjunto de indicios entrelazados que permitan al lector tener una opinión informada. La palabra ‘prueba’ se utiliza en un sentido amplio, como lo haría un abogado presentando evidencias ante un tribunal. Al final, la decisión de creer o no recae en el lector.
XL. También han tenido críticas por parte de religiosos que consideran que pretender una demostración de la existencia de Dios es innecesario para un creyente.
M.Y.B. Son críticas que surgen de un malentendido. Hay una confusión entre el conocimiento de la existencia de Dios y la fe en Dios, que son dos nociones diferentes. Nuestro libro no se centra en la fe, que es un acto de adhesión libre. Tú puedes conocer la existencia de Dios y no adherirte.
O.B. Me gustaría añadir que también hemos recibido decenas de apoyos, tanto de científicos como de teólogos. Y que el libro fue revisado nada menos que por Robert Wilson, el Premio Nobel de Física que descubrió el eco del Big Bang y que, además, ha escrito el prólogo. Wilson, por cierto, es agnóstico.
XL. ¿Pero qué motiva al público a leer su libro?
M.Y.B. Una razón es que muchos creyentes nos hemos sentido en una situación de inferioridad frente a los avances científicos. Parecía que, si creíamos en la ciencia, automáticamente Dios se quedaba fuera, o debíamos esconder nuestra fe en la intimidad. El materialismo parecía haber ganado el debate. Pero la ciencia ha avanzado en direcciones sorprendentes, abriendo el terreno para otras explicaciones.
O.B. Nuestro libro no se centra ni en la fe ni en la religión, sino en la cuestión de la existencia o no de un creador. Este enfoque ha permitido que lectores sin prejuicios se interesen en el libro: no solo cristianos, también judíos, musulmanes, agnósticos…
«Los dos males de nuestra época son los fundamentalistas, que niegan los hallazgos científicos, y los materialistas, que rechazan sus implicaciones»
XL. ¿Les ha sorprendido un perfil de lector tan variado?
O.B. ¡Por supuesto! Pero es una cuestión que nos afecta a todos y que está relacionada con otras preguntas que se han hecho todas las civilizaciones: ¿existe vida después de esta vida? ¿Volveremos a ver a los que amamos? Si Dios no existiera, está claro que no. Pero nuestra conclusión es que la ciencia no puede descartar la existencia de Dios.
XL. Una afirmación que no deja a nadie indiferente…
M.Y.B. Vivimos en una sociedad muy polarizada. Nuestro país, Francia, está dividido casi al 50 por ciento entre los que creen y los que no. Esta división atraviesa familias, ciudades y empresas. Crea mucha ansiedad y una necesidad de saber más.
O.B. De hecho, nos cuentan nuestros lectores que en familias donde mencionar a Dios en las reuniones era poco menos que tabú, más o menos como hablar de política, ahora vuelve a estar sobre la mesa. Muchos creyentes regalan el libro a amigos y familiares que no creen.
XL. ¿Para convertirlos?
M.Y.B. No necesariamente. Para debatir. Es bueno que la gente salga de su caparazón. Vivimos demasiado encajonados por nuestras propias opiniones.
«El libro ha sido revisado por Robert Wilson, el Premio Nobel de Física que descubrió el eco del Big Bang y que es agnóstico»
XL. Sin embargo, ciencia y religión no suelen mezclarse…
O.B. ¡Pero combinan perfectamente! Le contaré una historia. Una niña le preguntó a Einstein si creía en Dios. Einstein, que por entonces ya era famoso, se quedó sorprendido. Le dijo: «Es una pregunta importante. Dame tu dirección y te responderé por escrito».
XL. ¿Y le respondió?
O.B. Sí, aunque se tomó su tiempo. Al cabo de diez días le envió una carta en la que le decía: «Toda persona involucrada en la ciencia acaba descubriendo que una inteligencia superior, infinitamente más grande que el hombre, se manifiesta en las leyes del universo». Esta idea es muy potente y resume los últimos cien años que han transformado la ciencia.
XL. ¿Qué nos sugieren los descubrimientos de esos cien años?
M.Y.B. Permítame que antes de responder añada un poco de contexto. Si observamos la historia, hubo ciencia en Grecia, en el mundo árabe, en China… Sin embargo, fue en el mundo cristiano occidental donde la ciencia moderna se desarrolló. En Europa se crearon las universidades. Durante cuatro siglos, desde Copérnico y Newton hasta Darwin, todo eran certezas. Entonces se pensaba que la ciencia respondería a todas las preguntas y, al hacerlo, no necesitaría la hipótesis de Dios. No obstante, la ciencia no estaba en contra de la religión…
XL. Pero quizá la religión estaba en contra de la ciencia. Le recuerdo que Galileo tuvo que retractarse por decir que la Tierra giraba alrededor del Sol.
M.Y.B. Para el creyente tradicional es difícil adaptarse a cambios que suponen una nueva manera de ver el mundo. Era una humillación pensar que el hombre no es el centro del universo. O que desciende del mono. Le cuesta aceptarlo, pero al final lo hace.
XL. No todos. Hay escuelas en Estados Unidos donde no se enseñan las teorías de la evolución o el Big Bang.
M.Y.B. Pero son corrientes minoritarias. Y precisamente el Big Bang tiene implicaciones que son muy poco conocidas por el gran público y que van justo en la dirección contraria. Por eso hemos procurado evitar dos males de nuestra época. Por un lado, están los fundamentalistas, que, desde una perspectiva religiosa, niegan los descubrimientos científicos y se aferran a creencias fantásticas. Por otro lado, están los materialistas, que se niegan a aceptar las implicaciones de esos hallazgos.
«Los últimos hallazgos científicos hacen necesaria la existencia de un creador para explicar el universo»
XL. ¿A qué hallazgos concretos se refieren?
O.B. A las grandes revoluciones científicas, como la termodinámica, la mecánica cuántica, la relatividad, el Big Bang, la expansión del universo y la extraordinaria complejidad de la biología. Todo ello confluye hacia dos conclusiones.
XL. ¿Cuáles?
O.B. En primer lugar, que el tiempo, el espacio y la materia, que están interconectados, como demostró Einstein, tuvieron un comienzo y tendrán un final.
XL. ¿Y la segunda conclusión?
O.B. Que este comienzo provino de una causa externa al universo, que no forma parte de él ni se rige por sus leyes –pues la materia, el tiempo y el espacio solo comenzaron a existir a partir del Big Bang–. Esto se acerca a la definición de Dios en todas las filosofías y religiones.
XL. ¿Habrá que ir pensando en canonizar a Einstein?
O.B. [Ríe]. El propio Einstein admite que no quería la teoría de la expansión del universo porque no era religioso y le molestaba. Para él, se parecía demasiado a la Creación. Muchos otros científicos estaban a disgusto. Hasta que las pruebas se fueron acumulando…
XL. ¿Pero qué cambia si el universo tiene un principio o si es eterno?
M.Y.B. Recordemos la famosa frase de Parménides: «Nada puede venir de la nada». El universo existe. Por tanto, hay dos posibilidades: o es eterno y siempre estuvo ahí, o ha salido de las manos de un creador. El pensamiento ateo necesita que sea eterno. En la Unión Soviética se persiguió a los matemáticos y físicos que investigaban el Big Bang porque iban en contra del marxismo. Algunos acabaron en el gulag.
XL. La inteligencia artificial está adquiriendo una categoría casi mesiánica. Hay quien la ve como una fuerza benevolente que va a solucionar nuestros problemas, incluida la muerte o el cambio climático, y hay quien la teme como a un Dios que nos castigará cuando sea más inteligente que nosotros…
O.B. El mundo es más peligroso que nunca. La tecnología lo puede destruir de muchas maneras: una catástrofe ecológica, el colapso de la sociedad, una guerra nuclear, un virus… Y nos podemos extinguir. Como seres humanos, estamos desconcertados. Pero que Dios no sea un elemento de confrontación, sino de esperanza, nos puede ayudar a recobrar la sabiduría y la confianza perdidas.
M.Y.B. Vivimos en una época de gran incertidumbre. La tecnología siempre tiene esa doble cara. Pero resulta muy revelador, por ejemplo, que se prefiera consagrar mucho tiempo y dinero a la búsqueda de exoplanetas y vida extraterrestre en lugar de ocuparnos de problemas de mayor interés para nuestro propio destino. En cierto modo, Dios es un superextraterrestre. Y descubrir su existencia nos cambia la vida.
XL. También nos cambiaría la vida encontrar alienígenas…
M.Y.B. No tanto. Sería algo muy emocionante. Pero no implica un cuestionamiento existencial. Sin embargo, tomar conciencia de que Dios existe es algo que puede causar una enorme conmoción y las consecuencias son infinitamente mayores.
«Nuestras cuatro pruebas divinas»
Desde el siglo XX, varias revoluciones han puesto nuestro conocimiento patas arriba: relatividad, mecánica cuántica, Big Bang… Según los autores de Dios-La ciencia-Las pruebas, son evidencias de que existe un creador. Las resumimos.
1
El universo no es eterno
La termodinámica predice que el universo tendrá un final. Y la expansión acelerada del cosmos lo confirma. No se apure, todavía falta mucho…, pero en un billón de años las estrellas, sin combustible, se habrán apagado. Y en 10100 años (un 1 seguido de 100 ceros) el universo se habrá estirado tanto que los átomos se romperán. Todo quedará paralizado, sin vida. La comunidad científica, Einstein incluido, se llevó un chasco porque pensaba que el universo era eterno.
2
Un génesis explosivo
Por lógica, todo lo que acaba empezó alguna vez… Hoy sabemos cuál es la fecha de nacimiento del universo. Fue hace 13.800 millones de años. Y también sabemos cuándo emitió su ‘primer llanto’: en la fracción de segundo 1043 después del Big Bang. Hasta ahí llegan las ecuaciones porque justo en ese instante el tiempo y el espacio, cogidos de una mano, y la materia y la energía, de la otra, echaron a andar (como predice la relatividad). El hidrógeno y el helio tardaron tres minutos en aparecer. No se hizo en seis días, como relata el Génesis, pero que haya una creación puede implicar la existencia de un creador.
3
Un parto complicado
En los años setenta se calculó que, si la tasa de expansión del universo hubiera variado en la decimoquinta cifra decimal hacia arriba o hacia abajo, no estaríamos aquí. O bien las galaxias no se habrían formado por ir demasiado rápido, o bien todo habría implosionado nada más empezar por ir muy despacio. Esto dejó a los científicos perplejos. Implicaría que la emergencia del universo pudo ser provocada y no aleatoria. El azar no serviría, por tanto, para explicarla y se necesitaría una inteligencia superior, alguien con un plan…
4
¿El gran relojero?
Si la existencia del universo es un milagro; que brote la vida ya es de traca. Los científicos han tratado de recrear las condiciones de la aparición de la vida porque saben los ingredientes de la sopa primordial. Pero no han podido. Para hacerse una idea de la dificultad, basta con comparar la molécula inerte más compleja, un trozo de proteína, con la célula viva más simple, una bacteria unicelular. La relación de complejidad es de 300.000 a 1; la misma que hay entre una pieza suelta y un coche. Pero hay más: las enzimas son esenciales para la célula. Hay unas 2000 y obtenerlas por azar implicaría una posibilidad entre 1040000. ¿Lotería? Einstein dijo que Dios no juega a los dados. Según los autores, hace falta un relojero que sepa muy bien lo que hace.