El lunático experimento venezolano en demonetización
El último acto de sabotaje económico de Nicolás Maduro: la cancelación del billete de 100 bolívares
Cualquier cosa que la India haga, Venezuela la puede hacer peor. El mes pasado, en un dramático esfuerzo para frenar la corrupción, el gobierno de la India canceló todos sus billetes de alta denominación, sin previo aviso. Dado que el 98% de las transacciones en la India se realizan en efectivo, el comercio se paralizó. Es un lío enorme, pero la India va a imprimir después de un tiempo suficiente billetes de recambio. Y tiene un plan creíble para ayudar a que sus millones de pobres se unan a la economía digital, que no mueve dinero en efectivo.
No es el caso de Venezuela. El presidente Nicolás Maduro dice que la constante escasez de más o menos todo en Venezuela es causada por malvados especuladores. (La causa real es generada por sus controles de precios.) Maduro afirma que «mafias» en Colombia están almacenando camiones cargados de bolívares, la moneda venezolana, y luego los reingresan a través de la frontera para comprar bienes con precios controlados. Dada la creciente inflación de Venezuela, esto parece improbable. «La idea de que alguien querría acumular una moneda que ha perdido el 60% de su valor en los últimos dos meses es absurda», dice David Smilde del centro de investigación Washington Office on Latin America.
No obstante, el 11 de diciembre el Sr. Maduro anunció que el billete de 100 bolívares dejaría de ser moneda de curso legal en 72 horas. Es la nota más valiosa en circulación, y que representa el 77% del efectivo de la nación. (En el mercado negro vale tres centavos de dólar estadounidense.) El Gobierno afirma que la gente puede depositar los antiguos billetes en los bancos y que serán reemplazados por nuevos, en denominaciones de hasta 20.000 bolívares. Eventualmente.
Colas masivas – de gente común que utiliza dinero en efectivo para sobrevivir – se formaron rápidamente en las entradas de los bancos. Traían consigo cajas de billetes antiguos y tuvieron que esperar horas para depositarlos. Venezuela es uno de los países con mayor índice de criminalidad en el planeta, pero pocos ladrones se molestaron en robar a la gente su muy-pronto dinero inservible. Los ánimos se crisparon, sin embargo, y estallaron peleas. «Es un abuso», señala una persona en una larga fila, descontenta después de permanecer dos horas en cola en un centro comercial de Caracas, para poder pagar el equivalente de menos de $ 20. «El gobierno malgasta deliberadamente nuestro tiempo«, se queja Bianca Manrique, una médico.
Este mes el régimen de Maduro también confiscó millones de juguetes de un fabricante que, se dice, cobraba demasiado. El gobierno los va a distribuir entre los niños y tratará de atribuirse el mérito. Maduro podrá verse a sí mismo como San Nicolás, pero pocos venezolanos lo creen.
Traducción: Marcos Villasmil
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NOTA ORIGINAL:
The Economist
Venezuela’s lunatic experiment in demonetisation
Nicolás Maduro’s latest act of economic sabotage: cancelling the 100-bolívar note
ANYTHING India does, Venezuela can do worse. Last month, in a dramatic effort to curb corruption, India’s government cancelled all its high-denomination banknotes without warning. Since 98% of transactions in India are done in cash, commerce seized up. It is a huge mess, but India will after a while print enough replacement notes. And it has a plausible plan to help its many poor people join the cashless digital economy.
Not so Venezuela. President Nicolás Maduro says that the constant shortages of more or less everything in Venezuela are caused by evil speculators. (They are actually caused by his price controls.) Mr Maduro claims that “mafias” in Colombia are stockpiling lorryloads of bolívars, the Venezuelan currency, and sneaking across the border to buy up price-controlled goods. Given Venezuela’s soaring inflation, this seems improbable. “The idea that anybody would want to hoard a currency that has lost 60% of its value in the past two months is absurd,” says David Smilde of the Washington Office on Latin America, a think-tank.
Nonetheless, on December 11th Mr Maduro announced that the 100-bolívar note would cease to be legal tender within 72 hours. It is the most valuable note in circulation, accounting for 77% of the nation’s cash. (On the black market, it is worth three American cents.) The government says people can deposit the old notes in banks and they will be replaced with new ones in denominations as high as 20,000 bolívars. Eventually.
Massive queues—of ordinary people who use cash to survive—quickly formed outside banks. They brought boxes of old banknotes and waited hours to deposit them. Venezuela is one of the most crime-ridden countries on Earth but few muggers bothered to rob people of their soon-to-be-worthless cash. Tempers frayed, however, and fights broke out. “It’s an abuse,” says one disgruntled queuer after standing two hours in a line at a Caracas shopping mall to pay in the equivalent of less than $20. “The government deliberately wastes our time,” grumbles Bianca Manrique, a doctor.
This month Mr Maduro’s regime also seized millions of toys from a toymaker that, it said, was charging too much. The government will distribute them to children and try to take the credit. Mr Maduro may see himself as Saint Nick, but few Venezuelans are convinced.