¿El mayor promotor de la revocatoria presidencial en México? El presidente
La votación tiene el potencial de cambiar el sistema político del país. Pero hay quienes temen que no sea más que un instrumento de propaganda.
CIUDAD DE MÉXICO — Al pasear por la capital de México en estos días, sería fácil asumir que el presidente del país está en riesgo inminente de perder su trabajo.
Las calles de la ciudad están llenas de carteles, volantes y vallas publicitarias que instan a los mexicanos a votar para saber si deben sacar del poder al presidente Andrés Manuel López Obrador en una elección revocatoria este domingo.
Solo que no es la oposición la que le dice a la gente que vaya a las urnas. Son los leales al presidente.
“Apoya al presidente López Obrador,” dice un volante. “Si NO participas, los corrupto$ nos quitarán las becas, los apoyos y las pensiones que hoy recibimos”.
López Obrador ha calificado la revocatoria de mandato como “un ensayo democrático del primer orden”, muchos temen que se convierta en algo mucho menos significativo: un intento de reforzar la afirmación de poder del presidente y una herramienta que puede emplear para socavar a sus detractores.
Los líderes de la oposición han pedido a sus seguidores que boicoteen el ejercicio, y los analistas creen que la participación podría ser demasiado baja para que los resultados cuenten.
El promotor más entusiasta de la votación —y la persona más interesada en poner a prueba la consolidada popularidad del mandatario— ha sido el propio presidente. López Obrador propuso la revocatoria y los analistas dicen que la usará para crear una victoria política incluso si la participación es baja.
“Se supone que es un mecanismo de control cívico del poder, pero se ha convertido en un instrumento de propaganda política”, dijo Carlos Bravo Regidor, analista político y crítico del gobierno. El partido en el poder, dijo Bravo Regidor, “quiere que esto sea una demostración de fuerza, de músculo y capacidad para sacar a la gente a las calles y hacer explícito su apoyo a López Obrador”.
En un cálido lunes en Ciudad de México, los voluntarios de la campaña del presidente se desplegaron por un barrio residencial armados con volantes y amplias sonrisas, anunciando alegremente los centros de votación cercanos y diciendo a cualquiera dispuesto a escuchar que fuera a votar en la revocación de mandato.
Allan Pozos, uno de los líderes del grupo, dijo que esperaba que el ejercicio sentara “un precedente” para que los futuros líderes pudieran ser expulsados si fuera necesario. Esta vez, sin embargo, solo quiere que el presidente sepa que se le quiere.
“Es para demostrar que Andrés Manuel tiene el fuerte apoyo del pueblo”, dijo Pozos. “Andrés muchas veces se siente solo, porque tiene que ir contra todo un sistema y no tiene apoyo”.
Tal muestra de apoyo no podría llegar en un mejor momento para el presidente, que ha completado la mitad de su mandato mientras enfrenta dificultades para cumplir con las promesas clave de la campaña que lo llevó al cargo en una victoria arrolladora en 2018, cuando propuso este tipo de referéndum. Prometió una “transformación” del país que iba a reducir la pobreza, poner en marcha la economía y atajar la violencia endémica de raíz.
Pero después de una pandemia y una recesión mundial, las tasas de pobreza siguen siendo persistentemente altas, el crecimiento económico es anémico y los homicidios siguen rondando niveles récord.
Sin embargo, López Obrador sigue siendo muy popular, ya que más de la mitad de los mexicanos aprueban su gestión, según las encuestas. Su gobierno ha tratado de mejorar la situación de los pobres, al aumentar el salario mínimo cuatro veces e incrementar el gasto en bienestar social.
López Obrador también ha ganado puntos con gestos simbólicos, como convertir la residencia presidencial en un museo abierto al público, y volar en avión comercial, incluso al visitar Estados Unidos.
Su alta estima entre los votantes es también un tributo, según coinciden partidarios y críticos, a su implacable difusión de una narrativa oficial en la que se presenta como un guerrero solitario del pueblo, que se enfrenta a los grupos corruptos del poder tradicional.
“Los resultados han estado por debajo de las expectativas del propio gobierno”, dijo Jorge Zepeda Patterson, un destacado columnista mexicano que ha apoyado al presidente, refiriéndose a los logros de López Obrador durante su mandato.
“La polarización es muy rentable políticamente, sobre todo si no tienes resultados”, dijo Zepeda Patterson, y agregó: “Al menos puedes construir la narrativa de que estás luchando”.
El principal riesgo de la revocatoria para el presidente es la posibilidad de que grandes sectores del país simplemente ignoren el ejercicio por completo, especialmente porque tiene lugar el Domingo de Ramos. Por ley, para que el voto se convierta en vinculante, al menos 37 millones de mexicanos necesitan participar, el 40 por ciento del electorado, significativamente más que el número de personas que votaron por López Obrador en las elecciones de 2018 y que lo llevaron a la presidencia en una victoria contundente.
Pero López Obrador ya ha identificado un chivo expiatorio en caso de baja participación: el organismo de control electoral del país.
Durante meses, el presidente ha atacado al Instituto Nacional Electoral porque considera que ha fracasado al no dedicar suficientes recursos a la publicidad y la gestión del proceso.
“Desde el principio debieron promover la consulta, no actuar de manera tramposa, guardando silencio, no difundiendo la consulta para que la gente no se enterara, instalando casillas en lo más apartado”, dijo el presidente en una reciente conferencia de prensa, refiriéndose al instituto electoral. “Pura trampa y luego abiertamente en contra de nosotros, en contra mía”.
El instituto pidió al gobierno federal más dinero para supervisar la contienda, con pocos resultados. Con solo aproximadamente la mitad del presupuesto que dijo necesitar, el organismo electoral instaló aproximadamente un tercio de las mesas que colocaría en una elección normal.
Lorenzo Córdova, el presidente del instituto electoral, conocido por su acrónimo INE, dice que le están tendiendo una trampa para que fracase.
“No es solo el presidente”, señaló Córdova, “hay una campaña sistemática y bien organizada para descalificar al INE”. El objetivo, dijo, es “lesionar al árbitro y eventualmente propiciar su captura política”.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha dicho que los partidos políticos no pueden hacer publicidad de la revocatoria, y, sin embargo, el rostro de López Obrador ha aparecido en carteles en todo el país.
Córdova dice que el instituto electoral no ha determinado quién paga por todos los anuncios, pero dijo que hay al menos el doble de ellos en los estados donde el partido del presidente competirá en las elecciones para gobernador en junio.
“Hay que sospechar que hay una intencionalidad política”, detrás de la campaña de mercadotecnia, dijo Córdova.
Hay, por supuesto, beneficios estratégicos que podrían provenir de pedir al país que opine sobre si les gusta o no el presidente en este momento particular. López Obrador fundó su partido político y tiene un interés obvio en hacer todo lo posible para asegurar la victoria en las elecciones generales para reemplazarlo en 2024.
Los patrones de votación en la revocatoria de mandato le indicarán al presidente dónde están los puntos débiles de su lado, y cuál de los posibles candidatos a la presidencia es capaz de lograr que la gente acuda a las urnas.
“Es una especie de experimento, un ensayo”, dijo Blanca Heredia, profesora del CIDE, un centro de investigación de Ciudad de México. “De cara al 24, para ir midiendo qué capacidad tienen sus operadores para movilizar el voto”.
Pase lo que pase el domingo, para muchos en México es difícil ver cómo la primera revocatoria presidencial de la historia del país perjudicará seriamente a este presidente.
“Andrés Manuel tiene esa cosa de que hasta cuando pierde, gana”, dijo Heredia. “Siempre tiene una manera de volver la derrota un triunfo”.
Oscar Lopez colaboró con reportería desde Ciudad de México.