DictaduraGente y Sociedad

El neocastrismo ya no puede ocultar la verdad

Los voceros del neocastrismo, en su rol de apagafuegos del descontento popular, están siempre a la defensiva, tratando de justificar lo injustificable, sin lograr anotarse un tanto que resulte medianamente creíble

LA HABANA, Cuba. — Desde que los cubanos acceden con mayor regularidad a Internet, el régimen castrista —que perdió el monopolio absoluto de la información— se ha visto forzado a idear una nueva estrategia comunicacional. Solo que esta, como casi todo lo demás en su desastrosa gobernanza, no le funciona y lo deja muy mal parado, en ridículo.

Ahora ya no es como hace unos años, cuando los medios oficialistas solo informaban lo que estimaban conveniente y lo manipulaban de acuerdo a sus intereses: el régimen ya no puede ocultar los hechos y sus jugarretas. En ese contexto, situaciones que preferirían ocultar o disfrazar, trascienden a las redes sociales y son conocidos por la población.

Los más audaces y los más desesperados continuamente cuestionan, confrontan, retan y ridiculizan a los dirigentes en las redes sociales. Ante esto, los mandamases, que no soportan verse puestos en la ciberpicota, han llamado a dar la batalla en las redes sociales. Se trata de una guerra sucia en la que lo mismo recurren a trolls, ciberclarias y cacasenos habituales, que a las amenazas, las multas en virtud de decretos represivos y los cortes de Internet como a los que ahora mismo estamos sujetos decenas de activistas y periodistas independientes.

Luego del 11J, en su nueva estrategia comunicacional, los voceros del neocastrismo, en el papel de apagafuegos del descontento popular, lo mismo en las redes sociales que en la TV, están siempre a la defensiva, tratando de justificar lo injustificable, sin lograr anotarse un tanto que resulte medianamente creíble.

Las disquisiciones de Karen Brito e Iroel Sánchez en La Pupila Asombrada ya parecen genialidades en comparación con las sandeces, vilezas y mamarrachadas de Michel Torres Corona y las chicas talibanas del programa Con filo en su empeño por culpar de todo a “una conjura mediática contra la revolución” y acusar de mercenario a todo el que discrepe un centímetro de la línea oficial.

Para innovar, en el NTV, luego de las infamias de Humberto López, no se les ha ocurrido nada mejor que el histrionismo recién estrenado y mal ensayado de la antes sobria periodista Cristina Escobar, y sacar a Rey Gómez de Telesur y traerlo de vuelta para ponerlo a hacer muequitas enfáticas y a leer informaciones amañadas, lo mismo sobre la guerra en Ucrania que sobre las Mipymes, con una dicción y un acento que parecen de otro planeta.

Por estos días, el oficialismo, usando toda su artillería, cual si fuese contra una peligrosa jefa enemiga, arremete contra Amelia Calzadilla, una joven madre desesperada que en una directa en las redes sociales denunció la situación en que se hallan ella y sus hijos.

El Guerrero Cubano, una página de la Seguridad del Estado, ha mostrado, como si fuesen evidencias inobjetables de culpabilidad, fotos de Amelia Calzadilla en Tropicana, con uñas de acrílico; también de su casa, como si por pintada y amueblada, en dicha casa no pudieran faltar la luz, la comida y el gas para cocinarla.

Pero el colmo del ridículo y el disparate lo alcanzó Cubadebate con un artículo de Ernesto Estévez Rams, donde afirma que “el video viral de Amelia es un ejemplo de manual de lo que se llama gestión de la irritación”, una “operación de laboratorio”.

Resulta delirantemente absurda la pretensión de hacer creer que son agentes a sueldo del gobierno norteamericano y sus servicios de inteligencia todos los cubanos desesperados que protestan por las infrahumanas condiciones en que estamos viviendo.

Los mandamases de la continuidad castrista y los papagayos que les sirven en los medios son demasiado torpes, prepotentes y soberbios. Desconectados de la realidad, con su triunfalismo habitual, tratando de tapar el sol con un dedo, haciéndose las víctimas de conjuras de historietas, subvaloran la inteligencia y el sentido común de los cubanos.

 

 

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