El nuevo Príncipe de Gales, arma secreta de Carlos III
Guillermo cuenta con más simpatías que su padre entre los británicos, que de forma mayoritaria le hubieran preferido ya en el Trono. El Rey lo sabe y va a utilizar esa baza a su favor
Si Diana, Princesa de Gales, llevó a una demonización de Carlos III durante los noventa, puede que el hijo que más se le parece físicamente vaya a ser el ángel de la guarda del nuevo Rey británico. Guillermo, nombrado Príncipe de Gales por su padre en su primer discurso después de la muerte de Isabel II, es el nuevo heredero y aunque muchos británicos prefieren que ascienda al Trono ya, va a ser el arma secreta y el aliado más leal de Carlos en lugar de una amenaza para la supervivencia de su reinado.
Guillermo Arturo Felipe Luis, también Duque de Cornualles y Cambridge, Conde de Strathearn y Barón Carrickfergus, se convierte en heredero un par de meses después de cumplir los 40. Es una edad óptima para ser un consejero a su padre, que tenía solo tres años cuando él se convirtió en el heredero de la joven Isabel II.
El Príncipe de Gales estuvo al lado de su padre y su madrastra Camila, la Reina consorte, durante la proclamación de Carlos III por el órgano ceremonial y antiguo, el Consejo de Ascensión, una imagen que probablemente se va a repetir mucho en los años venideros, sobre todo en los momentos clave. Mientras el nuevo Rey va a representar cada vez más la dignidad y la tradición de la institución, dando mucho menos su punto de vista sobre temas que le apasionan, el nuevo Príncipe de Gales va a ser la cara más cercana de la Monarquía, asumiendo muchas de las tareas de su padre con respecto a las ONG, fomentando relaciones con el público más joven y mostrando el lado más humano del monarca, que es también padre y abuelo y, según contó Camila, más juguetón en privado, poniendo voces cuando lee los libros de Harry Potter a sus nietos.
En su discurso de proclamación, Carlos III estaba pensando en cómo su preocupación por el medio ambiente –marginal hace décadas– gana halagos por iniciativas como la empresa de comida biológica Duchy Originals y The Prince’s Countryside Fund, que apoya al mundo rural. Guillermo comparte esa preocupación y le da una visión incluso más global después de su ‘año intervalo’ viajando al extranjero, como hacen muchos jóvenes británicos antes de la universidad, pero no como simple mochilero fiestero, sino como voluntario trabajando en proyectos de conservación en Chile, Kenia y Nueva Zelanda.
Cuando cumplió 40, la Casa Real británica destacó su apoyo a los programas de educación ecológica en África como Mecenas Real del Tusk Trust. Igual que su abuelo, el Duque de Edimburgo, que fundó una organización –que lleva su nombre– para jóvenes, Guillermo cree mucho en iniciativas para apoyar la confianza y las competencias físicas de los niños, y su juventud le posiciona mejor que Carlos a la hora de conectar con los problemas e inquietudes de generaciones que ven a la Familia Real más en vídeos en las redes sociales que en la prensa tradicional. Guillermo y Kate, como la prensa suele llamarla, luchan contra fenómenos muy actuales como el ‘bullying online’ y se interesan especialmente por la salud mental, liderando la campaña ‘Cabezas Juntas’ para «cambiar la percepción nacional» sobre la salud mental.
Matrimonios felices
A Carlos y su hijo mayor les une algo que gusta mucho a un público británico cansado de los dramones de la Familia Real: matrimonios aparentemente felices con mujeres que tienen carácter fuerte pero no ganas de realizar grandes cambios en la monarquía, como sí parece desear la esposa de Harry, la Duquesa de Sussex, Meghan Markle. Es cierto que la narrativa de Diana como víctima de la frialdad de un marido y una institución persiste, pero los sondeos muestran que Carlos ha ganado cariño público, en gran parte porque lleva 17 años casado con la mujer que amaba desde que era joven. Camila, una vez quizás la mujer «más odiada en el Reino Unido», como recuerda Carole Malone, reportera especializada en Casa Real, ahora es bastante aceptada gracias a una estrategia de comunicación inteligente por parte de Palacio.
Si Camila tenía que destacar poco durante los primeros años de su relación, Catalina (Kate) es el mejor regalo que ha tenido la prensa británica desde Diana, y los relaciones públicas de Buckingham le darán seguramente un papel principal, dado que fue el miembro de la Familia Real más querido después de Isabel II en un sondeo publicado en mayo por Ipsos. Camila acertó decidiendo no utilizar el título de Princesa de Gales, por razones obvias, y Catalina ha acertado aceptando el título (y el anillo de Lady Di), recordando la madre que echa de menos Guillermo.
Cerca de sus súbditos
En su decisión de casarse con alguien fuera de la aristocracia, con una compañera de la universidad, Guillermo parece haberse posicionado más cerca de sus súbditos, ganando popularidad para la Familia Real, igual que Felipe VI casándose con Letizia. El mismo sondeo de Ipsos da el tercer puesto a Guillermo, con el público utilizando adjetivos como «moderno», mientras definen a su padre de «tradicional». Las aficiones de los dos ayudan a esa imagen: mientras Carlos III jugaba al polo, el ‘deporte de los reyes’, Guillermo es más partidario del deporte de masas por antonomasia; no solo preside la Asociación de Fútbol, sino que también es aficionado activo del Aston Villa.
Guillermo contó al exjugador de fútbol Gary Lineker que eligió el Aston Villa porque no quería –como sus amigos– seguir a clubes más poderosos como el Chelsea o el Manchester United. «Quería un equipo mediano para vivir más momentos emocionantes, de montaña rusa», dijo.
Ese toque de rebeldía, la necesidad de pensar por sí mismo, nos recuerda al joven Carlos, pero Guillermo no es Harry. Siempre saldrá en defensa de la corona cuando su familia y, especialmente, su padre lo necesite. Lo hizo después de la entrevista de Harry y Meghan a Oprah Winfrey, cuando dijo que «no, no somos para nada una familia racista». Y fue (según una fuente citada por ‘The Daily Telegraph’) decisión suya invitar a su hermano Harry y Meghan a saludar al público con él y Kate conjuntamente, dejando al lado sus diferencias después de la marcha de aquéllos a Estados Unidos. Una muestra de unidad. «Fue no solamente amor fraternal; mostró su elevación al papel del segundo estadista más importante de la Casa de Windsor», escribió el ‘Telegraph’. Fue la primera señal que Carlos III puede contar con el nuevo Príncipe de Gales y su popularidad como puente entre el pasado y los retos del futuro.