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El nuevo SPD inquieta a Merkel

Los colíderes socialdemócratas electos tensan las costuras de la gran coalición

Nadie se lo esperaba, ni los propios ministros del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) ni sus socios conservadores del Gobierno de gran coalición, ni tampoco la canciller democristiana, Angela Merkel. La política alemana se apresta a digerir el vuelco propinado por los militantes del SPD a su partido –un giro a la izquierda, o un alejamiento del espíritu centrista, según se mire–, al elegir para la futura presidencia bicéfala a dos representantes del ala que critica la participación del SPD en el Gobierno de gran coalición.

Contra todo pronóstico, Saskia Esken, de 58 años, diputada del Bundestag, y Norbert Walter-Borjans, de 67, exministro de Finanzas de Renania del Norte-Westfalia, batieron con el 53% de los votos al dúo formado por Olaf Scholz, ministro de Finanzas, y Klara Geywitz, diputada de Brandemburgo, que tuvieron el 45,3%. El tándem ganador deberá ser ratificado en un congreso del partido esta semana en Berlín, entre los días 6 y 8, pero en principio no se espera que los delegados enmienden la plana a las bases consultadas.

 

Esken y Walter-Borjans quieren el fin del déficit cero y subir el sueldo mínimo

 

En ese congreso, los socialdemócratas abordarán también la prevista evaluación de medio mandato del Gobierno que pactaron con el bloque conservador (la democristiana CDU y la socialcristiana bávara CSU) entre rechinar de dientes en marzo del 2018. Merkel quiere agotar la legislatura como canciller hasta su final oficial, previsto para el otoño del 2021. Y aunque Walter-Borjans corrió el sábado –día en que se anunció el resultado de la consulta a la militancia– a aclarar que no quieren liquidar el acuerdo, sino apretar a Merkel para calzar más medidas socialdemócratas, las alarmas saltaron de inmediato.

En su día, Esken y Walter-Borjans dijeron que el SPD debería renegociar aspectos del contrato. En la misma noche del sábado, Paul Ziemiak, secretario general de la CDU, replicó: “Queremos gobernar bien Alemania, y para eso tenemos una buena base”, es decir, el texto del acuerdo. “Una renegociación sólo porque ha cambiado el liderazgo del SPD no será posible con nosotros”, zanjó la democristiana Julia Klöckner, ministra de Agricultura, en una entrevista con el grupo de medios Funke.

También en las filas socialdemócratas hay llamadas a la calma. “Aconsejo no buscar la solución en una huida del Gobierno; la solución está más bien en la capacidad de hacer cosas dentro del Gobierno”, declaró Martin Schulz, expresidente del partido, que fue candidato a canciller en las elecciones del 2017, al diario Der Tagespiegel. A inicios del 2018, y muy a su pesar pues quería llevar al SPD a una cura en la oposición, Schulz accedió a negociar otra gran coalición con Merkel para evitar el bloqueo político o nuevas elecciones.

Según Christian Odendahl, economista jefe en Berlín del laboratorio de ideas Centro para la Reforma Europea (CER), “la evaluación a media legislatura de la gran coalición será muy controvertida, con el SPD presentando demandas políticas audaces, que en Alemania quiere decir ideas políticas que apoya una organización tan izquierdista como el FMI” (nótese la ironía). Una de esas demandas, muy aireada por el dúo ganador en su campaña, es acabar con el presupuesto público equilibrado o Schwarze Null (cero negro), es decir, el de ­déficit cero, cuando el gasto no supera los ingresos o los supera por muy poco. El derrotado Scholz siempre ha defendido esa disciplina, heredada de su antecesor en el Ministerio de Finanzas, el democristiano Wolfgang Schäuble.

Entre las medidas que el nuevo SPD exigiría a sus socios conservadores, a juzgar por las declaraciones previas del tándem Esken Walter-Borjans, figuran: subir el salario mínimo a 12 euros la hora (ahora es de 9,19 euros, y en enero pasará a ser de 9,35 euros); reforzar el papel sindical en la negociación salarial, y ampliar el paquete de medidas contra la crisis climática aprobado el pasado septiembre, que implicará inversión pública de 54.000 millones de euros hasta el año 2023, un plan que activistas y científicos juzgan insuficiente.

Dos aspectos que contribuirían a disuadir al SPD de forzar demasiado el trato con la CDU/CSU y hacer peligrar el Gobierno son: la presidencia rotatoria de la UE, que le corresponde asumir a Alemania en el segundo semestre del año próximo, y los tristes datos de los sondeos, que les desaconsejan acudir a elecciones anticipadas.

En los últimos dos años, la evolución del voto al SPD ha sido catastrófica. Si en las generales del 2013 tuvieron el 25,7%, en las del 2017 cayeron al 20,5%; y si en las euro­peas del 2014 lograron el 27,3%, en las del pasado mayo se quedaron en el 15,8%. Esa debacle europea precipitó la dimisión de la entonces presidenta del SPD, Andrea Nahles, a la que siguieron seis meses de regencia interina de un triunvirato y la consulta a la militancia para designar una presidencia dual.

El panorama sigue siendo sombrío. Las encuestas les dan ahora el 15%, superados por los verdes (22%) y con la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) pisándoles los talones con el 14%.

 

 

 

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