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El Pablo Milanés que llevaré por siempre

Los teques procastristas que alguna vez compuso Pablo los desecho, prefiero olvidarlos. Atesoraré por siempre sus buenas canciones, que son la inmensa mayoría. Con esas, yo me quedo.

Pablo Milanés, Cuba

Pablo Milanés (Foto: Facebook/Pablo Milanés)

LA HABANA, Cuba. — Hace unos años, Pablo Milanés se quejó de los periodistas extranjeros porque cuando lo entrevistaban le preguntaban más de política que de su música. Y no era para menos: por décadas, Pablo fue, junto a Silvio Rodríguez, uno de los cantores oficiales y propagandistas en Latinoamérica y España de la Revolución de Fidel Castro.

Eso es algo que muchos no le perdonan a Pablo. A los intransigentes, a los que no acaba de olvidárseles aquel versito infame de “Bolívar lanzó una estrella que junto a Martí brilló, Fidel la dignificó para andar por estas tierras”, o aquel otro, más infame aún, de que “será mejor hundirnos en el mar que antes traicionar la gloria que se ha vivido”. A los intransigentes no les resulta suficiente que desde hace más de un cuarto de siglo el autor de Yolanda se desmarcara de la incondicionalidad al castrismo y, sin dejar de ser un hombre de izquierda, se mostrara crítico con el régimen.

Probablemente, muchos de esos intransigentes no lo perdonarán ni reconocerán sus méritos a Pablo Milanés, ni siquiera ahora que acaba de fallecer en España, con 79 años, luego de varios días de debatirse entre la vida y la muerte.

Por su desafección de los últimos 25 años —y que, en su caso, por famoso y querido por la izquierda, su crítica repercutía más y era muy tenida en cuenta—, tampoco lo perdonarán los ultracastristas de parapeto tras la muralla y sus amigotes y alcahuetas foráneos, como Ana Hurtado, la documentalista española que se atrevió a calificarlo de ruin y gusano y se ganó la repulsa de miles de cubanos que aman y respetan a Pablo, sin que fueran capaces de amonestarla y mandarla a callar los mandamases que la agasajan a falta de intelectuales solidarios de más peso, como los que tuvieron en otros tiempos lejanos ya.

Por muy extremas que sean las posiciones políticas, de una u otra bandería, hay que ser muy obtuso y roñoso para no reconocer las numerosas virtudes musicales de Pablo Milanés, su feeling, la incomparable segunda voz que hacía cuando cantaba a dúo, la belleza de sus canciones, que, estemos dispuestos a admitirlo o no, por ser parte importante del soundtrack de la vida en Cuba en las últimas cinco décadas, han marcado a más de dos generaciones de cubanos.

 

 

Quizás a algunos de mis lectores habituales, sabiéndome amante del rock, los blues y el jazz y acérrimo anticastrista, les asombre que me cuente entre los admiradores de la música de Pablo Milanés. Pues sí, no tengo reparos en admitirlo: amo las canciones de Pablito, las disfruto y, a veces, me han emocionado hasta el punto de aguarme los ojos.

Los teques procastristas que alguna vez compuso Pablo los desecho, prefiero olvidarlos. Atesoraré por siempre sus buenas canciones, que son la inmensa mayoría. Con esas, yo me quedo.

 

 

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