El pacto navarro de la infamia
Lo que no puede esperar Sánchez, después de esto, es recibir el apoyo de PP o Ciudadanos en forma de abstención
El pacto de la infamia en Navarra está a punto de consumarse. Tras la consulta de trámite a las bases celebrada por la izquierda abertzale, Bildu ofrece ya sus votos a María Chivite para bendecir el nacimiento de un Gobierno nacionalista de corte radical. Bildu, en una carta publicada por EL MUNDO, presume de haberle arrancado al PSN un compromiso que hiela la sangre de las víctimas de ETA: la condición de que los batasunos sean los «interlocutores prioritarios» de la futura presidenta Chivite. Cada medida que pretenda aprobar a lo largo de los próximos cuatro años necesitará del visto bueno de Bildu. De semejante dependencia solo puede nacer un Frankenstein a la navarra, un Ejecutivo con un programa identitario que avance hacia la euskaldunización de la Comunidad Foral en un proceso vigilado por los testaferros políticos de una banda terrorista.
Que Chivite pretenda a posteriori blanquear su candidatura -la favorita de Otegi- exponiendo el pacto con nacionalistas y populistas al criterio de la militancia socialista supone una maniobra estéril y cínica, pues nunca estuvo en su mente explorar una alternativa constitucionalista como el gobierno de coalición con Navarra Suma que le ofreció Javier Esparza. El PSN se envuelve en la militancia para terminar de ejecutar el plan trazado desde que se abrieron las urnas. No es que sea la primera vez que el PSN está tentado de pactar con los batasunos para tocar poder: es que en ocasiones anteriores quedaba en Ferraz el sentido de Estado suficiente para vetar un pacto así con Batasuna. Pero ahora en Ferraz manda Sánchez. Que ya mendigó el apoyo a Otegi para sus decretazos electorales y que recibió en primera votación de su investidura la abstención de Bildu. No es que Sánchez carezca de autoridad moral para vetar acuerdos con los proetarras: es que busca activamente su beneplácito tras legitimarlos sin mayor escrúpulo. Todo ello en medio de consuetudinarios homenajes a asesinos de ETA que salen de la cárcel y son aclamados festivamente por los «interlocutores» del PSOE.
Lo que no puede esperar Sánchez, después de esto, es recibir el apoyo de PP o Cs en forma de abstención para sacar adelante otra hipotética investidura. Alguien dotado de un mínimo de vergüenza democrática y de memoria histórica del terror etarra se abstendría de verbalizar su petición de colaboración a la oposición constitucionalista mientras mantuviera vivo el pacto con Bildu en Navarra. Pero Sánchez está persuadido de que puede proyectar la culpa del bloqueo de España sobre aquellos a los que no solo no brinda compromiso alguno, sino a los que lleva meses llamando fachas. El PP ya ha dicho que tras el pacto de la infamia en Navarra «no irá a ninguna parte» con el PSOE. Cs defiende lo mismo. Pero Sánchez, en su supremo infantilismo, sigue pensando que puede librarse de las consecuencias de sus propias decisiones.