El Papa Francisco desafía a 1.500.000 de jóvenes en el acto central de la JMJ de Lisboa
Evita frases de efecto y asume un papel secundario para que se centren en lo esencial. No lee el discurso que tenía preparado, y pronuncia una breve catequesis sobre la madurez
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«Caminad sin rendiros hacia la meta de vuestra propia vida, levantaos cuando os caigáis, y entrenaos todos los días porque la vida no se improvisa». Son los consejos que el Papa Francisco ha dado a 1.500.000 de jóvenes en el evento más importante de la JMJ de Portugal, una vigilia al anochecer a las afueras de Lisboa, a orillas del Tajo. Le escuchaban en silencio, algunos con los ojos empañados de lágrimas, sentados en el suelo, con los músculos entumecidos por el cansancio después de tantos días de Jornada Mundial de la Juventud.
Desde el mediodía, los jóvenes han llegado hasta el «Campo da Graça», como la organización ha llamado al gran parque junto al estuario del Tajo que ha acogido la ceremonia. Sabían que tenían horas por delante, así que los primeros han ido organizando un improvisado campamento, con lonas y carpas de rafia, que fijaban improvisadamente a las vallas que marcaban los recintos y los diferentes contenedores de basura.
Miguel, un joven del Rocío nos cuenta que han llegado «muy temprano y tenemos un sitio al lado del camino, ¡esperamos que pase el Papa y podamos verle de cerca! A ver si hay suerte». Aún no lo saben, pero no la tendrán. El recorrido del papamóvil ha sido mucho más corto de lo previsto, y apenas ha pasado por los pasillos secundarios. El cansancio del Papa y la falta de barreras tienen la culpa. Aun así, la zona era todo alegría, una pequeña Huelva, con banderas de El Rocío, Lepe y Moguer.
Una hora antes de la llegada del Papa, sube Hakuna al escenario y se produce una catarsis entre el más de un millón de jóvenes que ya ocupan la colina. El grupo español no sólo tiene tirón en nuestro país, su fama ha trascendido fronteras y casi todos parecen conocer las letras, al menos para tararearlas, chapurreando el español. Un grupo de jóvenes, españoles, toman uno de los pasillos y, estos sí, entonan con fuerza el «creo en tu palabra, en tu promesa» que los Hakuna cantan desde el escenario. Llevan también varios carteles con mensajes para el Papa. Uno, revelador de su actitud; «¡Qué el mundo escache la alegría de ser cristianos!». El otro, con el que parece ser el lema oficioso de todas las JMJ: «Esta es la juventud del Papa».
Hakuna canta «Noche» y los jóvenes tornan la actitud festiva, por un canto desgarrador. «Kyrie Eleison, Kyrie Eleison», cantan todos, algunos de rodillas y los ojos cerrados, como si fuera una oración. «Señor, ten piedad», dice en griego la letra. «Por los que duermen en prisión, por los que hoy esperan su ejecución, por aquellos a los que torturan», continúan los jóvenes, que casi apagan con su fuerza las voces de la banda, amplificadas por los altavoces. Para algunos es un momento casi místico, y las lágrimas se escapan de sus ojos cerrados con fuerza.
El obispo más joven de España
El concierto cierra el espectáculo previo a la vigilia, y se produce un ‘impass’ en el que todos vuelven a sus sitios y se acomodan para la espera, ahora ya cercana, del Papa. También llegan los obispos hasta los pies del escenario, donde tienen sillas reservadas. Por grupos, conforme los ‘transfer’ desde el centro de Lisboa los pueden acercar. Entre ellos, el que ahora es el más joven entre los prelados españoles, el obispo auxiliar de Sevilla, Ramón Valdivia. Con cuarenta y ocho años, es el que, por edad, está más cerca del millón y medio de jóvenes que han llenado el recinto, entre ellos más de cien mil españoles.
Se acerca un momento a hablar con ABC y confiesa estar «impresionado» por lo que está viviendo, a pesar de que ya lleva cuatro JMJ a sus espaldas. Le parece fascinante «cómo un hombre congrega a tantísima gente, porque ese hombre no es solamente el Papa, vienen atraídos por Cristo». Monseñor Valdivia, que ha convivido estos días con los peregrinos sevillanos, está convencido de la necesidad, «después de la pandemia, de un momento donde los jóvenes tomaran fuerza del papel que ellos van a tener en nuestra historia».
«Porque ellos son el presente ya, no el futuro», nos apunta en referencia a la frase con la que se dirigió a los jóvenes Juan Pablo II en la JMJ de Santiago de Compostela en 1989. «Ahora tienen que tomar ellos las riendas de la vida. Yo creo que esto hacía falta para que se dieran cuenta de que tienen un papel muy importante que decirnos. Ellos rejuvenecen nuestros corazones aburguesados: que nos espabilen, que nos espabilen, que falta nos hace.», nos dice con fuerza.
Para el auxiliar de Sevilla, esta Jornada es una gran oportunidad para todos: «Es para decir, tengo el balón delante, pero la portería está sola. Puedo marcar el gol de mi vida. Pero lo tienen que marcar ellos. Yo creo que es el momento en que los jóvenes digan, ¡adelante!».
Los gritos y aplausos de miles de jóvenes a lo lejos delatan la llegada del Papa a la zona. Pocos segundos más tarde, las pantallas muestran al papamóvil, y desatan el entusiasmo. Durante 20 minutos, Francisco ha circulado por los pasillos principales, comenzando por los sectores desde los que ni siquiera se ve el escenario, y cerrando el recorrido detrás del palco.
Llega hasta allí sonriente, con el rostro relajado, después de una jornada frenética, y sonríe rodeado por chicos y chicas devarios continentes. Comienza la «vigilia» con una coreografía y los testimonios de un joven portugués que se replanteó la vida tras un accidente de tráfico, y de una joven de Mozambique víctima del terrorismo islamista.
«Mirad para atrás y contemplad todo lo que habéis recibido en la vida, todas las personas que han sido un rayo de luz. Ellos son las raíces de nuestra alegría. También cada uno de nosotros puede ser raíz de alegría para otros. Pero no una alegría del momento, sino alegría que dé raíces», les ha explicado el Papa mientras caía el sol, sin leer el texto que tenía en las manos.
Les ha dicho que esa alegría no se improvisa, «hay que buscarla, hay que cuidarla. Y eso cansa». «Y cuando uno está cansado y no tiene ganas de hacer nada, tira la toalla, se abandona, y a veces deja de caminar y cae», ha añadido.
«¿Ustedes creen que uno que cae, que comete errores fuertes, está terminado?», les ha preguntado. «¡No!», han respondido un millón y medio de voces al unísono. «¿Qué es lo que hay que hacer entonces?», les ha preguntado. La respuesta estaba escrita en el cielo, con palabras compuestas con drones luminosos, y todos pudieron leerlas. «¡Levántate!, Rise up!». «Lo que importa no es caer, sino no permanecer caído», les ha recordado, evocando un canto de los alpinos.
Bromeando, con tono íntimo, ha reconocido que «a veces no tenemos ganas de caminar, no nos esforzamos». Riendo ha recordado que a menudo «copiamos en el examen porque no queremos estudiar, y no hay esfuerzo; pero para marcar un gol hace falta mucho entrenamiento, detrás de un éxito hay mucho entrenamiento. En la vida hay que entrenarse».
Le escuchaban jóvenes de todos los continentes, y el Papa de 86 años les ha desvelado el secreto de la madurez: «No hay ningún curso para aprender a caminar en la vida. La vida se aprende caminando», les ha despedido, antes de dar paso a una adoración eucarística que han seguido en un impresionante silencio.
Este domingo, el Papa clausurará la JMJ a primera hora de la mañana con una misa en este mismo lugar, durante la que anunciará la sede de la próxima edición de las jornadas. Todo parece indicar que mirará hacia Asia.