El peligro Zapatero
«El progresismo de Zapatero vende todo lo positivo de dictadores como Maduro, de xenófobos prófugos como Puigdemont, o de dictaduras comunistas como China»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Es difícil entender en qué mundo vive y de qué mundo vive José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente español viaja entre sus declaraciones filosóficas, idílicas e ininteligibles como cuando dijo como ausente que «el infinito es el infinito y el universo es infinito, muy probablemente» y por eso es excepcional la existencia de la especie humana y el equilibrio de la vida en la Tierra, a otras en las que niega hasta la realidad. Es totalmente incapaz siempre de comentar, reconocer, o condenar la existencia de casi ocho mil asesinatos políticos en Venezuela, a pesar de que lo diga la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Zapatero, detrás de sus gesticulaciones y de sus formas suaves, es capaz de proponer las mayores aberraciones tanto en la política nacional como en la internacional. }
Antes, durante y después de ser presidente, Zapatero ha demostrado siempre una gran capacidad para dar aire y vuelo a las exigencias más radicales de los independentistas catalanes. Con él empezó casi todo. Él fue el que prometió que aceptaría todo lo que viniera de Cataluña y lo que vino fue un Estatut plagado de inconstitucionalidades. Él fue el que se felicitó por la sentencia correctora del Tribunal Constitucional diciendo que era un éxito que se hubiera aprobado el 90% del texto. Luego se asustó por el vocerío independentista y volvió a las andadas de pedir el «reconocimiento nacional» de Cataluña y legitimar su aspiración al autogobierno. No es la primera vez que expresa su apoyo y respeto a los que buscan la autodeterminación.
A Zapatero nadie le gana al postureo progresista, aunque sea negociando en secreto con un partido xenófobo de ultraderecha. Le gusta mucho que todo el mundo sepa, aunque sean secretos, que él es el centro de esos saraos alegales donde se cocina y sacrifican las líneas maestras del Estado de derecho y de la Constitución. A Zapatero le gusta chapotear en estas inmundicias en las que se buscan justificaciones para ese mercadeo de 7 donde se sacrifica lo que haga falta, desde la unidad de España a la igualdad de todos los españoles ante la ley. Ahora dice en una entrevista en La Vanguardia que su hilo conductor en la negociación secreta con Puigdemont es el reconocimiento de la identidad nacional de Cataluña. Y lo dice todo un expresidente de un gobierno de España que además, con esos aires de una supuesta superioridad intelectual que se da y que solo él se autorreconoce, nos recomienda no menospreciar al prófugo en el plano intelectual.
«Dice Zapatero que el trumpismo es incompatible con la sociedad democrática norteamericana. Muchos pensamos lo mismo. Pero también creemos que en China no hay ningún atisbo de sociedad democrática. Eso Zapatero no lo dice»
Zapatero se sabe necesario para un Sánchez al que al principio despreció políticamente y al que luego abdujo hasta el punto de marca todas las decisiones en política exterior. Maduro y Venezuela; Mohamed VI y Marruecos, Erdoğan y Turquía. La galería de amigos del expresidente es casi una galería de horrores. Él no se avergüenza ni de ellos ni de lo que hace por ellos. Traicionó por activa y por pasiva a la oposición venezolana y ahora explica, con un sucio desprecio intelectual por la verdad completa, que si medió en Venezuela fue porque se lo pidió la oposición. Como si con eso justificara su posterior traición. Dice que él negocia en silencio para liberar presos políticos del régimen chavista. Y luego niega que haya presos políticos. Mucho se ha escrito, pero poco se ha confirmado, sobre los posibles beneficios reales que ha obtenido de esa amistad con Maduro o con la vicepresidenta Delcy Rodríguez, la que viajó a Barajas con decenas de maletas. De vez en cuando hay alguna liberación de presos por la presión internacional y Zapatero corre a ponerse la medalla, susurrando a todo el mundo que es gracias a él. Pero nadie le ha escuchado todavía condenar el autogolpe de estado de Maduro, ni el encarcelamiento de centenares de políticos de la oposición.
En esta entrevista con el diario más gubernamental de Barcelona, Zapatero insta a buscar «más acuerdos con China y Turquía» tras la guerra de aranceles desatada por Trump. Nada le viene mejor a Zapatero que los desvaríos arancelarios, políticos y militares del inquilino de la Casa Blanca para justificar lo que él ya propugna desde hace muchos años. Zapatero fue el gran amigo de la fracasada Alianza de las Civilizaciones de Erdoğan que ahora, como Maduro, se dedica en encarcelar al candidato de la oposición y centenares de sus militantes. De eso tampoco dirá nada. Para Zapatero eso son minucias de las que además son culpable siempre todos menos sus amigos dictadores. En Venezuela, para nuestro expresidente, el culpable de la dictadura y opresión chavista, es el bloqueo de los gobiernos democráticos. En el caso de Erdoğan, la culpa, según Zapatero, fue de la Unión Europea al no aceptar a Turquía por sus carencias democráticas. Carencias que en vez de solucionar ha agigantado desde que vio la posibilidad de perder el poder en las urnas.
Dice Zapatero que el trumpismo es incompatible con la sociedad democrática norteamericana. Muchos pensamos lo mismo. Pero también creemos que en China no hay ningún atisbo de sociedad democrática. Eso Zapatero no lo dice. Al contrario, alardea de no hacerlo. Cuando a él le interesa, su progresismo consiste en vender todo lo positivo y realista de dictadores como Maduro o Erdoğan, de xenófobos ultraderechistas prófugos de la justicia como Puigdemont, o de regímenes dictatoriales comunistas como China. La doble cara de Zapatero esconde muchos secretos de lo más oscuro y repulsivo de la política, donde él se mueve como pocos en ese fango. Lo hace sonriendo y creyendo que da lecciones. Ese es el peligro Zapatero. Cree que sabe y siempre acaba amigote de los malos.