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El pesimismo como noticia

Esta nota habla del libro de Lissette González sobre el caso de su padre, “el aviador”, también de unos informes sobre Derechos Humanos de los cuales deberían derivarse estrategias para la oposición organizada. Sobre todo, habla de aquellos elementos del periodista que deben prevalecer para que su trabajo sea de provecho en la Venezuela actual, donde se ha renovado, al menos en apariencia, la esperanza.

 

NOTA PUBLICADA EN LA GRAN ALDEA: https://lagranaldea.com/2023/12/04/el-pesimismo-como-noticia/

 

Un amigo me cuenta que estuvo en el bautizo del libro de Lissette González, “Mi padre, el aviador”, celebrado en el marco de la Feria del Libro de la UCAB (Universidad Católica Andrés Bello), que en realidad se llama Feria del Libro del Oeste de Caracas. Este amigo hizo una pequeña crónica por WhatsApp sobre el acto de bautizo. Dijo: «Había un poco de viejos hablando del país y de la necesidad de justicia, reparación y no repetición, luego de 25 años de crímenes y del reguero de víctimas que arroja el chavismo…». Termina su chat diciendo que, mientras los viejos charlaban de tal guisa, pasaban alrededor los estudiantes, indiferentes: «Todos iban de un lado a otro, como zombis. Nada, esto está perdido».

El amigo se ha caracterizado siempre por su tendencia al pesimismo. Otro amigo, que recibió el mismo mensaje, me comentó solo una cosa: «¿Y qué habrá parecido él a los 18 años?» Creemos, quienes le conocemos desde hace tiempo, que es una de esas personas que siempre apuesta verbalmente por lo peor, por el vaso medio vacío, por la posibilidad más tétrica, por el país sin salida, señalando que con esta oposición no se va a ninguna parte y con la otra tampoco, ni con la de más allá. Pensar mal, desde luego, siempre tendrá mayores visos de verosimilitud. Todo eso que lleva ecos de poeta maldito, descreimiento, desesperanza, nihilismo y suicidio paga bien entre alguna raza en las vecindades de la intelectualidad: si no avizoras salida ni ahora ni nunca, es que andas más a la vanguardia que nadie.

“Para ser periodista hacen falta tres cosas básicamente: ser libre, ser honrado y ser crítico”

No hay salida, entonces. Muy bien. Pues no la hay. Y menos con esos chicos ucabistas, ¿no?

Por cierto, ¿no son los hermanos menores de quienes se fueron a las calles en 2007 a que los gasearan con gas del bueno, y luego en el 2014 y en el 2017 a que les cayeran a plomo limpio mientras tú te quedabas en casa siguiendo las noticias por Globovisión?

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Sobre el pesimismo y todo aquello de los estudiantes semejantes a zombis, uno no puede decir o argumentar sino lo siguiente: la memoria envuelve (o suele envolver) una nostalgia idílica y eso es comprensible, pero ante eso quizá valga esta frase de la Reina de Corazones en el País de las Maravillas: «Es muy pobre la memoria que solo recuerda hacia atrás». Frase poética y probablemente críptica donde las haya; sin embargo, la recuerda el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez para ilustrar esa fragilidad del ser humano que se concentra en su pasado, en la memoria de sus errores pero sobre todo de los pequeños detalles que tanto le hicieron feliz, o que ahora piensa como idílicos, afianzándose en todo eso para construir el posible futuro. Y eso es tremendamente frágil, colocar por delante y por encima la propia experiencia pasada para construir futuro.

Vásquez alude a un escritor norteamericano que dice que, cuando escribe una novela, él no ve sino los veinte metros que tiene adelante, como si condujera un auto que avanza, de noche, por una carretera hacia su destino. Solo veinte metros alumbrados por los faros, si acaso. Pero, aduce el norteamericano, es suficiente para avanzar. A partir de allí, agrega el escritor colombiano: «La vida es eso, iluminar los veinte metros que tenemos delante, para evitar que nos salgan monstruos que nos arruinen el trayecto». Eso bastará.

Para ser periodista hacen falta tres cosas básicamente: ser libre, ser honrado y ser crítico. Puede que los periodistas venezolanos que trabajan en su propio país no sean libres pero, al ejercer su trabajo, su deber es sentirse libres. Aun bajo riesgo. Entre aquellas tres cosas mencionadas no está el ser pesimista, ¿verdad? Sencillamente porque el periodista no tiene que ser ni pesimista ni optimista sino libre, honrado y crítico. Tampoco debe ser cínico, como el mismísimo Ryszard Kapuściński aconsejó.

El periodista siempre podrá contribuir a iluminar los veinte metros como si fuera un faro de automóvil. Eso no es papel de las redes, foco de crispación por naturaleza. Si hace su trabajo como debe ser y no comportándose como el pianista en el burdel, el periodista será un faro de carro. En ese tramo iluminado, ahora, en este momento, hay un par de informes que nos advierten de algo. O que machacan algo sobre lo cual ya hemos sido advertidos. Para ser faro, el periodista debe estar atento a sus insumos.

Está el último informe de la Misión internacional independiente de determinación de los hechos, donde dice que nuevamente se han cometido delitos por parte del Estado en la República Bolivariana de Venezuela. La Misión ha recopilado datos y hechos sobre ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes. Ha recogido testimonios sobre violencia sexual y de género. Todos estos delitos han sido perpetrados por agentes estatales o paraestatales contra personas opositoras, o percibidas como tales. El informe se enfoca en el periodo comprendido entre el 1 de enero de 2020 y el 31 de agosto de 2023, con la finalidad de proporcionar una actualización de las investigaciones anteriores de la Misión.

Ahora investigó 43 nuevos casos, que han afectado a 72 víctimas directas (47 hombres y 25 mujeres, incluyendo una persona transgénero). En relación al período posterior a principios de 2021, la Misión recibió menos alegaciones de privaciones arbitrarias de la vida cometidas contra opositores, así como de detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas de corta duración, tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes. La Misión -dice el informe respectivo- no puede concluir si hubo aumento o disminución de las violaciones cometidas en el marco de operaciones de seguridad para combatir la criminalidad, en particular las ejecuciones extrajudiciales, ya que quedaron fuera del ámbito de esta última investigación. Allí mismo se dice, con la experiencia sobre el terreno que ya tiene, el Gobierno ha construido su propio catálogo de métodos duros blandos utilizados por el régimen para la represión. Dice que el uso de las tácticas coercitivas más suaves, durante los últimos años «se ha vuelto más destacado». Y hacia el final del informe hay recomendaciones: llevar a cabo, por ejemplo, investigaciones rápidas, eficaces, exhaustivas, independientes, imparciales y transparentes sobre violaciones y delitos documentados en los informes de la Misión, incluido este que nos ocupa (2023), y otra recomendación esencial, entre otras que deberán ser consultadas por todos los venezolanos con corazón en el pecho: garantizar que se respetan y protejan los derechos a la libertad de expresión y de opinión; de asociación y de reunión pacífica, así como el derecho a participar en los asuntos públicos de toda la población. Y que los defensores de los derechos humanos, los trabajadores humanitarios, los periodistas, los opositores políticos así como los sindicalistas, pueden llevar a cabo sus actividades en condiciones de seguridad y libertad, sin sufrir acoso, amenazas, intimidación, vigilancia ni represalias.

Otro insumo: el informe del Instituto Prensa y Sociedad Venezuela (Ipys) que versa específicamente sobre el periodo de la Primaria se llama Primarias sin eco en la radio. Muestra cómo se aplasta la libertad de expresión. La censura se aplicó mediante una estrategia subrepticia, se afirma allí: mensajes difundidos colectivamente por grupos de WhatsApp fueron la inusual forma de transmitir la orden de no dar cobertura al evento. Al parecer, eso salió de Conatel. Sin embargo, el organismo regulador de las telecomunicaciones en Venezuela no asumió la autoría de tales mensajes, de ninguna manera.

El periodista, si lo es de verdad, lee ese informe y toma medidas. Deberá mostrar coherencia, memoria y compromiso en todo momento. Pensará con la cabeza lo más fría posible (aunque haya sido un cabeza caliente en su juventud) y procederá en consecuencia, sabiendo que influye sobre la opinión pública, no a la manera de los influencers de Instagram sino como revelador de datos incontestables. O con su opinión informada. El buen periodista es aquel que administrar su responsabilidad con sentido común. Los energúmenos seguirán en las redes y entre ellos construirán su propia historia, a esos tuiteros no les hacen falta los hechos. Les hace falta Donald Trump y su estilo. O Vladímir Putin y su panoplia de bots. Pero la mentira, hoy como ayer, sigue siendo eso: mentira. Por supuesto, todos estamos sufriendo las consecuencias de la exacerbada monetización de la información. Ahí, en ese jueguito, entran la ira y la crispación. Es el mundo donde la moderación debe invisibilizarse porque no da rédito.

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Como colofón: vale la pena leer el libro de la profesora Lissette González publicado por Sergio DahbarHubiese valido la pena, por tanto, independientemente de cualquier zombi, saber qué dijeron en la presentación. Ella tuvo la deferencia de enviarme un borrador de ese texto hace unos cuatro años, al cual le hice varias observaciones. Es un libro que atrapa el caso de su padreRodolfo González, ciudadano caraqueño que estuvo condenado al Helicoide sin condena explícita. Fue una especie de limbo. Esa es la especialidad a la que se dedica, al menos, una fracción del Estado venezolano: mantener en el limbo a quienes considera enemigos, hasta que se les venza el aguante. Algunos, más resistentes o bizarros, sobreviven. Otros no. El padre de la profesora fue de estos últimos. Ella me lo contó cuando trabajábamos juntos en la UCABescribí una crónica en mi blog cuando todavía no había fallecido. Luego, si no recuerdo mal, en mi primer artículo para La Gran Aldea hablé también sobre esta historia desoladora, que me impactó por la crueldad que muestra el régimen, régimen que no ahorcó a este hombre pero, metafóricamente, le puso la soga al cuello. Este libro debe leerlo la gente.

 

 

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