El pintor que no existió
En estos días se cumple el aniversario de la publicación de una de las más interesantes tomaduras de pelo artísticas de la historia cuando se creó la figura de un supuesto pintor llamado Josep Torres Campalans. En sus tiempos causó escándalo, y como eso es un reflejo de muchas farsas en el terreno del arte, vale la pena rememorar lo que pasó.
Max Aub fue un importante escritor de la España anterior a Franco, con una obra extensa que era amena y profunda a la vez. Aub también es recordado por haber sido quien encargó a Picasso la creación de Guernica, y esto solo ya le aseguraría su puesto en la historia. Pero además Aub fue un bromista famoso que en un momento decidió que todas las novelas eran repetitivas y todas las biografías falsas, entonces inventó un género que mezclaba los dos. El resultado fue la creación de Josep Torres Campalans, quien según Aub fue el quinto hijo de una familia campesina catalana y nació a finales del siglo XIX. Según el texto que escribió, a temprana edad huyó de su casa, fue a Barcelona donde conoció a Picasso, inventó el cubismo, exploró el abstraccionismo y desapareció en forma misteriosa en París, en 1914. Según Aub, años más tarde, en 1955, encontró en México ese eslabón perdido del arte moderno y decidió contribuir a la resurrección de la reputación de Torres Campalans. El resultado fue un libro donde había pinturas infantiles hechas por el mismo Aub, que previamente había exhibido en una importante galería mexicana. Gracias a su amistad con Picasso, lo convenció de que siguiera la broma y el pintor se prestó con alegría a hacerlo. Se publicó un libro que tuvo tanto éxito, que pronto fue traducido al inglés, francés y alemán, y pronto la gente se convenció de que había sido descubierto un genio desconocido de la pintura. Entre las reacciones, una de las más importantes fue la del muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, quien, ignorante de la broma, afirmó haber conocido en París a Torres Campalans y que incluso fue Orozco quien los había presentado.
El libro, llamado con el nombre del pintor Josep Torres Campalans y dedicado a Andrés Malraux, fue un éxito editorial y solo un año después Max Aub confesó la verdad, cuando ya incluso el ficticio pintor iba a ser el tema de tesis doctorales. Es claro que esa broma mostró cómo en las presuntas profundidades eruditas de críticos hay ignorancia, puesto que durante todo ese tiempo nadie se atrevió a dudar de la existencia de Torres Campalans. Quienes aún conservamos nuestro ejemplar de esta obra, la consideramos como un tesoro preciado.