El PP, tres décadas de refundación a refundación
Pablo Casado llena de independientes la convención del «rearme ideológico» del PP
Aznar y Rajoy evitan coincidir en la convención del «rearme ideológico» del PP
«Sé que a muchos de vosotros os está sangrando el corazón. El mío también sangra. Pero ha llegado el momento de cambiar de nombre. Alianza Popular se llamará Partido Popular. Ésa es mi decisión». Con este discurso de lágrimas de sangre, Manuel Fraga pidió a los dirigentes de AP que se hicieran el harakiri para integrar a liberales y democristianos. Fue el 20 de enero de 1989, en el llamado Congreso de la Refundación. Fraga impulsó un cambio radical en la derecha española, después del intento de renovación -frustrado y amargo- de Antonio Hernández Mancha. Fraga era el único que podía estabilizar una nave a la deriva -atrapada entre la hegemonía socialdemócrata y la sopa de siglas conservadoras, liberales y democristianas- a la búsqueda de tierra firme. Tierra firme que encontraría en José María Aznar años después.
La memoria de hace 30 años es tan difusa y la historia de este partido tan pródiga en «hacer a los hombres y gastarlos» -palabras de Fraga- que hay quien confunde el IX Congreso de la Refundación que alumbró las siglas PP con el X Congreso de Sevilla que eligió a Aznar presidente. Fue Fraga, no Aznar, quien le cambió el nombre al partido.
Nada estaba escrito entonces. Ni en pizarras, ni en cuadernos azules. Aznar ni siquiera era la persona que Fraga quería como candidato a las generales que González adelantó -malvadamente- a octubre del 89 para pillar por sorpresa a una oposición sin liderazgo. El fundador del PP quiso hacer un líder de Marcelino Oreja, pero éste se estrelló en las europeas. Después pensó en Isabel Tocino, muy en serio. Los dirigentes que en agosto de ese año fueron a ver a Fraga para disuadirle de este pensamiento suyo –Juan José Lucas, Álvarez Cascos, Rodrigo Rato y Federico Trillo– dan testimonio de que cuando salieron de esa reunión, pararon en un bar de carretera, llamaron por teléfono a Aznar y le dijeron que la cosa estaba oscura. Que Fraga prefería a Tocino antes que a Aznar. El fundador recapacitó y apostó por el entonces presidente de Castilla y León, que viajó a Madrid -a desgana- para hacerse cargo de un partido moribundo. A los que creen que este Aznar de ahora es el mismo de entonces les será de mucha utilidad saber que uno de los primeros anuncios del candidato del PP en la campaña fue que no pensaba tocar la ley del aborto porque respetaba la libertad individual. Así inició el ex presidente el viaje al centro y pudo hacer al PP a su imagen y semejanza. Gracias a que sacó dos diputados más que Fraga. El viaje a la reunificación -que consistía en comerse a los restos de UCD– comenzó en Sevilla en mayo del 90 con un discurso en el que Aznar acuñó el concepto de centro reformista y renovó equipos y programas en profundidad. Entre otras cosas, propuso la reforma del Título VIII para ampliar las competencias de las comunidades autónomas.
Pablo Casado era un niño de ocho años cuando se produjo la refundación. Ahora, a punto de cumplir 38, el líder del PP ha hecho coincidir su primera convención con el aniversario de las lágrimas de sangre de Fraga. Casado anuncia otra refundación del PP -más bien posmoderna que programática o ideológica- para volver a las glorias pasadas. En 30 años, asediadas todas sus fronteras, el PP ha regresado a la casilla de salida. Es uno de los tres partidos distintos para un centro-derecha verdadero.
¿Cómo se ha llegado a esto? Responde con mirada profunda una persona que lo ha sido casi todo en la historia del PP. «El lema del segundo congreso de AP fue España, lo único importante. Es ahí donde hay que buscar la causa de lo que nos está pasando. Muchos de nuestros votantes han percibido durante los últimos años del Gobierno de Rajoy que España ya no era lo único importante para nosotros. Cataluña nos rompió, por Ciudadanos y ahora por Vox. La ultraderecha era el alma incómoda dentro del PP, pero que nunca se atrevió a volar sola. Ahora lo ha hecho. Vox ha venido para quedarse, tiene su sitio, como lo tiene Ciudadanos, mientras Cataluña siga siendo un problema». ¿Y qué hay de la posibilidad de reunificar el centro-derecha? «No lo veo. Es lo que dice Aznar, pero creo que es un esfuerzo inútil. AP estuvo a punto de desaparecer hace 30 años y ahora el PP tiene que convivir con otras dos fuerzas. Pablo Casado lo tiene difícil, pero no se puede negar que lo está intentando. El dilema es que si asume el discurso de Vox estará haciendo campaña en favor de Vox y convirtiendo en útil ese voto».
Más allá del debate sobre un hipotético regreso a las esencias de la joven dirección que venció a los pesos pesados en el último Congreso, los observadores internos con experiencia y pies en el suelo resumen así la papeleta que se le presenta a Pablo Casado. «No es un congreso con ponencias ni documentos ideológicos a debate. El reto es más estratégico que ideológico. Más que volver a no sé qué sitio, hay que adaptar los principios de siempre a las realidades de ahora. Encontrar los mensajes que den respuesta a la mayoría, dejarse de añoranzas y rehuir las malas compañías. Una renovación de equipos y discurso desde el marco ideológico que ha guiado al PP desde el año 89».