El presidente de Argentina, Alberto Fernández, da marcha atrás y viajará a España
Anuló el martes la visita, prevista para el próximo lunes, y el jueves rectificó y volvió a ponerlo en agenda después de haber dejado plantados al Rey y a Pedro Sánchez
El viaje del presidente de Argentina a Madrid se ha convertido en un culebrón por entregas. Previsto para el lunes, la Casa Rosada lo anuló el martes y este jueves rectificó y volvió a ponerlo en agenda después de haber dejado plantados al Rey y a Pedro Sánchez, con los que, salvo otra vuelta de tuerca, se verá, tal y como originalmente habían acordado, el lunes.
Alberto Fernández había cambiado la hoja de ruta esta semana, por sorpresa, pero mantuvo su periplo por Europa con visitas a Francia para verse con Emmanuel Macron y a Roma, donde el Papa le recibirá en el Vaticano. La decisión de borrar de la agenda España, dejó descolocado al Gobierno y a Zarzuela. Desde Moncloa se hicieron intentos hasta entrada la tarde del martes para tratar de reconducir un «feo» inesperado y difícil de justificar. Al terminar el día, en Madrid y Buenos Aires, se confirmó oficialmente que la visita quedaba descartada.
A este lado del Atlántico había malestar por las formas -y el fondo- del presidente de Argentina. La buena sintonía entre ambos gobiernos y los gestos de Sánchez en favor de Argentina en diferentes escenarios internacionales y ocasiones concretas encontraban indiferencia cuando no desprecio, en un Ejecutivo que necesita, urgentemente, ayuda para renegociar su deuda con el FMI y asumir los vencimientos que tiene con el Club de París.
Pedro Sánchez y Alberto Fernández tienen hilo directo, por lo que no se descarta que una comunicación entre ambos haya sido clave para destrabar este enredo que dejaba en mal lugar a Argentina y hería sensibilidades en España. Dicho esto, en Buenos Aires, en el círculo íntimo de Alberto Fernández, aseguraban que habían aconsejado al presidente que recapacitara. Entre los argumentos que pesaron para «retomar» el viaje adquirió peso el clima enrarecido y tenso que hay con su vicepresidenta, Cristina Fernández.
El presidente de Argentina atraviesa la que es, probablemente, la crisis más severa de su gestión. Su autoridad está, de forma permanente, en cuestión por la viuda de Néstor Kirchner, considerada el verdadero poder en el Gobierno. El último gesto que tuvo y dejó en evidencia al presidente se produjo después de que éste confirmara el cese de Federico Basualdo, un subsecretario de Energía (ultra kirchnerista) al que le había pedido la renuncia el ministro de Economía, Martín Guzmán. La intervención de CFK, siglas por las que se conoce a la número 2 del Ejecutivo, y de su hijo Máximo Kirchner, dejó en su puesto a Basualdo y desautorizó, en teoría, a su superior.
En este contexto, y para caldear más los ánimos en el Gobierno, la Corte Suprema falló a favor del Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que reclamaba sus atribuciones para mantener las clases presenciales en los colegios. La sentencia fue calificada, de inmediato, por Cristina Fernández de «golpe contra las instituciones». El otro Fernández (el presidente) fue más suave y tardó algo más en reaccionar: «Respeto las sentencias judiciales» pero «no saben lo que me apena la decrepitud del derecho convertido en sentencia».
La necesidad de alejarse de un ambiente al que algunos de los suyos califican de «tóxico» pareció imponerse. Poner tierra de por medio (vendrá con Guzmán), de momento, parece que es la solución a una situación política demasiado asfixiante.