CorrupciónDemocracia y PolíticaÉtica y Moral

El problema no es Sánchez, sino el sistema

La democracia no puede depender de la talla moral de un solo hombre. La prioridad no es vencer al tirano, sino imposibilitar la tiranía

Perfil | Pedro Sánchez, el hombre de la remontada eterna | España | EL PAÍS

 

 

Es lo contrario de aquella frase de Ilegales: «No falla el vestido, lo que falla es la modelo». En España lo que falla no es el modelo, sino el vestido. No es un asunto de personas, sino de sistemas. Si para algo va a servir Sánchez es para que los españoles veamos las grietas de la democracia, los fallos de nuestra arquitectura legal y los resortes que permanecían ocultos y que él ha detectado. Sánchez ha supuesto, sobre todo, un test de estrés. Ha tensionado nuestra democracia hasta el máximo y la ha ganado. Lo contrario de lo que decían The Clash: «Luché contra la ley y la ley ganó». Sánchez ha luchado contra la democracia. Y la ha machacado. Para ver ciertas cosas hay que ser de ciertas formas. A mí no se me ocurren las cosas que se le ocurren a él, yo no soy capaz de ver el timo, el engaño y el atajo desleal con esa pericia de artista. Y eso es porque los cimientos de pensamiento de una persona socializada correctamente y de una persona integrada en sociedad de modo satisfactorio –es decir, una personalidad no limítrofe– no descansan en la ausencia de normas y de principios. Simplemente no puede deshacerse de ellos como no puede liberarse de la ley de la gravedad. Están tan interiorizados que forman parte de su estructura básica.

No para él, que parece sacado de una novela de Stephen King. Si Sánchez hace lo que hace es, fundamentalmente, porque puede. Porque, pese a todo, nada de lo que ha hecho es ilegal. Y ese es el problema. No es ilegal poner a la Fiscalía al servicio de sus intereses ni convertir el TC en un hampa. Controlando esos resortes revierte, de hecho, la independencia judicial. Y entonces puede hacer lo que quiera, porque la Fiscalía va a seguir sus órdenes y el TC va a fallar a su favor sin excepción, enmendando la plana al Supremo y convirtiéndose no solo en la última instancia judicial, sino además en la nueva fuente de soberanía. Eso ha hecho posible la amnistía, la supresión del delito de sedición, la cesión de competencias constitucionalmente no cedibles, las reformas del TC y del CGPJ, la toma del control de RTVE, el intento de supresión de la acusación popular, la federalización encubierta y, en definitiva, cualquier derogación de la Constitución sin pasar por los cauces. Y como puede gobernar con decretos, supone también el vaciamiento de funciones del Legislativo. Sin Legislativo por una parte y sin independencia judicial por otra, el camino solo lleva al abismo.

No veo posibilidad real de que Sánchez pierda el poder en el medio plazo. Pero si lo hiciera, la labor fundamental del que venga detrás debe ser comenzar una reforma que imposibilite que esto vuelva a suceder. La democracia no puede depender de la talla moral de un solo hombre. La prioridad no es vencer al tirano, sino imposibilitar la tiranía, pero la tentación del gobernante que llegue será la revancha, es decir, utilizar esos recursos en su beneficio, en lugar de renunciar a ellos por grandeza. Su propia gente se lo exigirá. Renuncien, pues, a toda esperanza.

 

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