El proceso electoral venezolano y su impacto en la política regional
El proceso electoral vivido en Venezuela el 28 de julio de 2024 ha sido un acontecimiento de gran relevancia en el panorama político latinoamericano. Esta elección tiene un profundo impacto en la política regional, revelando una crisis de credibilidad que afecta a toda la izquierda latinoamericana.
Como es ampliamente conocido, la elección presidencial en Venezuela ha sido objeto de intensos cuestionamientos y acusaciones de fraude por parte del gobierno de Maduro, lo que ha provocado un cambio significativo en el panorama político de la región. Es precisamente desde la izquierda en general y la chilena en particular, desde donde provienen las críticas más duras, que consideran un fraude histórico el llevado a cabo por el gobierno de Maduro.
Cabe recordar que, adelantándose a otros mandatarios latinoamericanos, el presidente Gabriel Boric fue el primero en condicionar el reconocimiento de los resultados a la publicación de las actas oficiales, poniendo en duda así la legitimidad del proceso electoral y los resultados anunciados por el gobierno venezolano. Este tipo de tensiones, relacionadas con asuntos internacionales, han sido frecuentes en el gobierno chileno desde que asumió Boric. Una parte del oficialismo, especialmente el Frente Amplio (FA), se ha mostrado distante de Venezuela, Cuba y Nicaragua, mientras que el Partido Comunista ha reafirmado su adhesión a los regímenes de esos tres países.
Analistas políticos de Chile coinciden en que ha sido una constante en la izquierda chilena que sus reflexiones, debates internos, propuestas, así como sus cambios de posición y giros programáticos, se vean influenciados por experiencias internacionales, muchas de ellas latinoamericanas.
Es importante señalar que la crisis venezolana ha dado al presidente Boric una bocanada de aire al obtener la mayor aprobación ciudadana en los últimos 14 meses. Según datos publicados por la encuestadora Cadem, la desaprobación ha retrocedido a un 55%. Esta recuperación del apoyo popular ha estado marcada por su dura posición contra Nicolás Maduro tras las elecciones en Venezuela.
Por ello, lo acontecido no solo afecta a Venezuela, sino que también cuestiona la legitimidad de los movimientos de izquierda en toda Latinoamérica. La comunidad internacional, junto con organismos como la OEA, la ONU y el Centro Carter, han manifestado su preocupación por la falta de transparencia del proceso electoral venezolano, documentando irregularidades que han incrementado la desconfianza en el sistema electoral del país.
Como era de esperar, este escenario plantea un debate crucial sobre el futuro de la izquierda en la región y su compromiso con los principios democráticos. Las elecciones en Venezuela representan un punto de inflexión para los partidos de izquierda en Latinoamérica, y la necesidad de demostrar un auténtico compromiso con los valores democráticos se vuelve cada vez más necesario.
Todo parece indicar que en la región existen dos corrientes dentro de la izquierda: una comprometida con la democracia, representada por Chile, con el presidente Gabriel Boric siendo uno de los primeros líderes latinoamericanos en pedir transparencia en el conteo, aludiendo a que los resultados son «difíciles de creer»; y otra que parece dispuesta a legitimar regímenes autoritarios, compuesta por Cuba, Nicaragua, Bolivia y Honduras, un número interesante, pero reducido en comparación con los años de esplendor de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de América (ALBA) y del proyecto hegemónico de Hugo Chávez, además de cuatro países del Caribe: Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, que también saludaron la victoria del régimen chavista.
Hasta el momento, los gobiernos de México, Colombia y Brasil han mantenido una postura neutral respecto a la victoria de Maduro y al proceso electoral en Venezuela. Estos países han intentado mediar en la crisis venezolana, lo que les ha permitido evitar una declaración abierta sobre los resultados del Consejo Nacional Electoral de Venezuela. Es relevante destacar que Brasil y Colombia han liderado estos esfuerzos de mediación, mientras que el presidente mexicano, López Obrador, ha adoptado un perfil bajo en las negociaciones. Según las autoridades brasileñas, el presidente mexicano se habría «descolgado del pelotón de cabeza de mediadores».
De esta mediación han surgido dos propuestas:
- La realización de una nueva elección.
- La creación de un gobierno de coalición.
Esto sugiere, en primer lugar, que el objetivo principal podría ser preservar al chavismo, debido a las posibles consecuencias que su colapso podría tener para la izquierda latinoamericana. En segundo lugar, como lo señala el politólogo José Natanson en una reciente entrevista, “la izquierda en la región está dividida y no sabe qué hacer con esa criatura indescifrable que se llama chavismo”.
En varios países de la región, los movimientos de izquierda están viendo deteriorada su credibilidad, ya que la situación en Venezuela actúa como un espejo que refleja temores sobre autoritarismo y falta de transparencia.
Es pertinente mencionar las palabras de Antonia Urrejola, quien fuera canciller de Chile durante el primer año del gobierno de Gabriel Boric. Ella afirma que “la voz de Boric en la crisis venezolana responde a la necesidad de un recambio en la izquierda latinoamericana, que aún cree que nada ha cambiado desde la Guerra Fría”. Además, indica: “Este cambio puede resultar incómodo para la vieja guardia de la izquierda, que incluye a los presidentes de Colombia, México y Brasil, quienes provienen de esa tradición. El tono de Boric es completamente distinto”.
Los eventos en Venezuela tienen un impacto considerable, no solo reflejando la situación interna del país, sino también actuando como un barómetro para medir la salud de la democracia en la región. La forma en que se condujo el proceso electoral y sus resultados tienen implicaciones amplias para la estabilidad y las dinámicas políticas en los países vecinos y en todo el continente.
Durante años, Venezuela ha sido un bastión de la vieja izquierda en la región, y los resultados de esta elección han puesto a prueba la cohesión y las estrategias de los partidos y líderes afines. La respuesta de la izquierda regional a la situación en Venezuela podría redefinir sus estrategias políticas y alianzas, afectando desde la cooperación entre partidos hasta la manera en que los movimientos de izquierda presentan sus agendas en sus respectivos países. Este fenómeno ofrece una oportunidad para observar cómo las crisis internas de un país pueden influir en la política regional y en la capacidad de los partidos de izquierda para movilizar apoyos y establecer prioridades comunes.
Las controversias sobre la transparencia y legitimidad de los procesos electorales brindan una perspectiva crítica sobre las debilidades y fortalezas de las democracias en la región. En este caso particular, evidencian cómo las crisis políticas en un país pueden tener efectos en cadena en otros países cercanos y en el continente en general.
El proceso electoral en Venezuela también tiene consecuencias económicas y sociales que trascienden sus fronteras. La crisis prolongada en Venezuela ha tenido un impacto significativo en la economía regional, afectando los flujos migratorios y las economías de los países vecinos. La elección del 28 de julio podría repercutir en la estabilidad económica de la región y en las políticas migratorias, dado el alto número de venezolanos desplazados. Analizar cómo los eventos políticos en Venezuela afectan a las economías y sociedades vecinas permite comprender mejor la interconexión de las economías latinoamericanas y cómo las crisis internas en un país pueden influir en el bienestar y las políticas en toda la región.
El escritor argentino Martín Caparrós, en un reciente artículo, señala: “Parejas como Fidel y Raúl Castro, Rosario y Daniel Ortega, Maduro y Hugo Chávez, Néstor y Cristina, AMLO, han conseguido que la noción de ‘izquierda’ quede automáticamente asimilada a unos regímenes donde el personalismo, la represión, la miseria y la violencia, en proporciones variables, dominen el espacio”.
Luis Velásquez
Embajador