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El PSOE se desengancha del 78

Quien frivoliza con que España lleva rompiéndose varias décadas tiene el mismo semblante que el fumador de cigarrillos que ironiza con el cáncer mientras apura la última chusta

El PSOE ha roto hoy el último cable a tierra que le ataba al pacto del 78. El partido que inauguró el socialismo democrático en nuestro país ha decidido desandar el camino emprendido por Felipe González para situarse en los márgenes de la institucionalidad. En el día de hoy se ha acordado una lesión irreversible del Estado de derecho, la igualdad entre españoles y el imperio de la ley. Los socios de Sánchez no son cualquier cosa: son las personas que promovieron, también de forma violenta y conectando con la inteligencia rusa, quebrar la unidad democrática de nuestra nación y convertir en extranjeros en su propia tierra a millones de españoles. Hoy Santos Cerdán ha expuesto las condiciones del acuerdo con los de Puigdemont en una rueda de prensa en la que hasta el tiro de cámara recordaba a las autocracias latinoamericanas: con una cortina arrugada de fondo y con los micros de los medios agolpados al pie del atril. Al menos nadie tendrá que preguntarse cuándo se jodió el Perú en nuestro caso. El punto de no retorno comienza hoy.

No hace falta esperar a ningún texto para constatar que esta amnistía tritura en su propia concepción y trámite los fundamentos del derecho que nos distinguen como una democracia. El legislador jamás debería poder legislar en su propio beneficio, ni se podrían redactar al dictado de aquellos que van a salir beneficiados. Amnistía por votos: ese es el resumen letal de la ecuación maldita. Estamos asistiendo al desmontaje de una democracia tornillo a tornillo, a la espera de que un último espasmo haga saltar las piezas. En los últimos cuarenta años se han dado muchas conductas no democráticas e innumerables ilícitos: el gran salto cuántico es que ahora se amnistiarán a cambio de favores políticos y que serán las manos de los beneficiarios quienes redacten la norma. Esa es la gran quiebra. Quien frivoliza con que España lleva rompiéndose varias décadas tiene el mismo semblante que el fumador de cigarrillos que ironiza con el cáncer mientras apura la última chusta. Siempre hay una última calada que es la mortal.

Vienen semanas duras, feas, de gran desgaste personal para quienes de un modo u otro consagraron sus pasiones privadas a la cosa pública. La tentación para muchos será combatir el fuego con fuego, pero sería un error inaceptable. La democracia va a exponerse a uno de sus mayores desafíos desde el corazón mismo del Estado. España hoy ha perdido a uno de sus partidos institucionales y le tocará volar, a partir de ahora, con una sola hélice, o crear otras. El avión de nuestra democracia comienza a planear descompensado y no habrá márgenes para el error. Sólo la virtud pública, el ejercicio de nuestra plena responsabilidad civil y un alineamiento casi perfecto de quienes siguen confiando en la defensa del Estado de derecho podrá ayudarnos a salvar esta circunstancia. No podemos ser como ellos y la unión de todos los demócratas, de izquierdas y de derechas, se hace definitivamente imperativa. No olvidemos cuáles son las dos causas de este desastre: la obsesión personal de un hombre, y la aquiescencia de una cohorte de políticos y opinadores que piensan que pueden desarticularse algunas garantías democráticas con tal de que ganen los suyos. Es la aversión cerval a la legítima alternancia política lo que ha provocado este desastre despótico. Hay una preciosa democracia que reconstruir a partir de este instante.

 

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