El regreso del FMI en Argentina
Ha renacido la inquietud económica en el país. Repasemos los hechos para tratar de explicar el sacudón actual.
Macri recibió un país en situación calamitosa: un déficit fiscal del 7% del PIB, una inflación del 25%, la más alta de América Latina, excepto Venezuela, un índice de pobreza del 30% o la economía estancada durante varios años. Eso sin contar algunas trampas intencionadas como la venta de dólar a futuro, con gran costo para el nuevo Gobierno que asumiera.
En el comienzo de su gestión tenía dos opciones, al menos en el plano teórico, para corregir el rumbo.
Una, bajar drásticamente el gasto público, tal como proponen los liberales extremos. Esto era inviable desde el punto de vista político y social. Gran parte del gasto estaba aplicado a un extenso programa de planes sociales para paliar la situación de pobreza inexplicable, tras doce años de holgura por los precios internacionales de nuestros productos de exportación.
El Gobierno ha avanzado en la corrección del subsidio a las tarifas de luz, gas, agua y transporte. Y está sobre cumpliendo las metas de reducción del déficit fiscal
La otra posibilidad era la única viable: hacer los ajustes en forma gradual. Y es lo que hizo y está haciendo el Gobierno. Ha avanzado en la corrección del subsidio a las tarifas de luz, gas, agua y transporte. Y está sobre cumpliendo las metas de reducción del déficit fiscal fijadas para este año.
Esta segunda opción significaba, lógicamente, acudir al mercado de capitales, endeudarse hasta tanto la economía se reactivara y el déficit se redujera por esa vía. En los dos primeros años de gobierno esta posibilidad era plausible en razón de las bajas tasas del mercado internacional de capitales. Esta situación ha cambiado. Las tasas han aumentado, el dólar se ha fortalecido y el flujo de capitales financieros al país se ha detenido y está tomando una dirección contraria.
Y esto le crea problemas a la economía argentina y al Gobierno. Hace las cosas más difíciles. Pero cabe preguntarse si pone en duda que el camino emprendido era el correcto: reducción del gasto público en forma paulatina y financiación con endeudamiento.
En realidad, esa era la ruta obligada. No existía otra posibilidad dadas las circunstancias. Un ajuste drástico al comienzo del Gobierno hubiese creado un caos social insostenible. Tampoco se podía continuar con la política anterior de virtual congelamiento del tipo de cambio y emisión monetaria. Por esa vía hubiésemos terminado en una situación similar a Venezuela.
¿Significa esto un fracaso del gradualismo? En todo caso, su insuficiencia, su fragilidad ante el cambio de la situación que lo hacía posible y poco costoso. Esta estrategia fue atacada por ambos lados. Por derecha, por los liberales extremos que omiten consideraciones de viabilidad política de sus propuestas. Por izquierda, desde un sector del peronismo que propone continuar con el déficit fiscal y cubrirlo con emisión monetaria.
Ahora, el Gobierno ha decidido acudir al Fondo Monetario Internacional (FMI), lo cual abrirá la puerta a un debate setentista. Se dirá –ya ha comenzado a decirse– que nuevamente el país caerá en las fauces del FMI y que éste establecerá duros condicionamientos al Gobierno para conceder los fondos que se le solicita.
En síntesis: gradualismo más endeudamiento ha sido la fórmula elegida en 2015 y era la única viable
Ahora bien… ¿Qué medidas puede proponer el FMI que sean inconvenientes para el país? ¿Un recrudecimiento o una aceleración del ajuste? ¿La fijación de un plan de varios años para reducir la inflación y el déficit? Pronto lo sabremos. Como fuere… ¿El Gobierno tomará la decisión de adoptar políticas drásticas que pueden llevar a un caos social? No creemos que elija esa vía. No lo hizo al comienzo de su gestión, cuando su poder era mayor; es impensable que lo haga ahora cuando su predicamento ha disminuido.
En síntesis: gradualismo más endeudamiento ha sido la fórmula elegida en 2015 y era la única viable. Ahora, al cambiar la situación del mercado internacional de capitales, la economía recibe un impacto cambiario al que el Gobierno reaccionó rápidamente: negocia un acuerdo con el Fondo para fortalecer sus reservas y despejar las dudas sobre la solvencia y equilibrio del sistema.
Ciertamente renacerá una discusión de los años 70 sobre el FMI y sus condicionamientos. Pero en este momento, más que con eslóganes parece mejor manejarse con los hechos. Y sin prejuicios ideológicos.