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El salto al vacío del Poder Judicial

Morena hace más de 100 cambios a iniciativa de reforma judicial - Alto Nivel

 

Hoy inicia una nueva era del Poder Judicial y con ello el experimento institucional más trascendental que México ha emprendido en su historia reciente. Se trata de un hito de alcance global. Por primera vez, el Poder Judicial de un país será comandado —en su totalidad— por personas electas mediante el voto popular.

La magnitud de este cambio no puede ser subestimada. Su impacto exige un análisis serio, lejos de la simpleza, la superficialidad y la pereza intelectual de quienes lo reducen a una caricatura: al supuesto inicio del control absoluto del Poder Judicial por parte de Morena.

Lo que vive hoy México es mucho más completo y dista de ser un control total.

Quienes observamos con detalle el proceso electoral y sus resultados, sabemos que la inexperiencia, torpeza y la inherente dificultad operativa de implementar la elección judicial hicieron que el partido gobernante no lograra controlar del todo el proceso.

Es verdad que en los tribunales superiores Morena logró mayor control —control que, por cierto, habría logrado tener de todas formas debido a sus supermayorías en las cámaras. Sin embargo, en todos los otros pisos del Poder Judicial, incluyendo la justicia local, que es por mucho la más importante para el acceso real a la justicia, Morena cayó presa de su propia ambición.

La ambición de cambiarlo todo, de manera tan radical y repentina, creó la más grande de las ironías posibles para Morena: hizo que el partido en el poder fuera capaz de purgar al Poder Judicial saliente, pero no de controlar al Poder Judicial entrante.

La elección judicial fue un ejercicio desordenado, caótico y un tanto anárquico en el que múltiples facciones e intereses se confrontaron y ganaron distintos espacios.

Esto fue posible porque Morena no es un partido monolítico, disciplinado ni vertical, sino una confluencia improbable de intereses muchas veces contradictorios entre sí.

Además, el mecanismo de selección aleatoria de perfiles —la famosa tómbola— permitió que algunas personas sin afinidad con el partido, e incluso trabajadores de carrera del Poder Judicial, terminaran en las boletas y resultaran electos.

Es una mentira llana afirmar que todas las personas que hoy toman protesta sean morenistas o tengan vínculos con el partido gobernante. Entre ellas hay funcionarios de carrera, honestos y preparados, que en los próximos meses enfrentarán una tarea ardua: lograr que este experimento institucional llamado reforma judicial aterrice de pie.

Es por todas estas razones que la reforma judicial, más que llevarnos a una dictadura sin retorno, nos está llevando a un escenario francamente desconocido, inédito, en el que una multiplicidad de factores determinará el resultado final.

Llevarlo a su mejor puerto requerirá de un factor crítico: la vigilancia ciudadana del actuar de los ministros, jueces y magistrados.

Hasta ahora, el Poder Judicial había sido el menos transparente y más opaco de todos los poderes. Es momento de exigirle transparencia y de asumirnos como vigilantes permanentes de su desempeño.

No es tiempo de celebraciones. Ante este brinco institucional al vacío que el partido gobernante ha decidido dar, lo único que queda es exigir rendición de cuentas. Morena tiene hoy la responsabilidad de que el Poder Judicial haga lo que nunca ha hecho: garantizar acceso real a la justicia. Si no lo logra, la culpa será enteramente suya, y los votantes debemos estar ahí para recordárselo.

 

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