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El secuestro político de la Selección Vinotinto

Por mucho tiempo el fútbol y la política iban en Venezuela por caminos separados. Chávez cambió eso, y el equipo que nos representa a todos ya no carga solo con el peso de sus resultados en la cancha

La historia de conflicto entre los verdaderos liderazgos en la cancha y los entrometidos desde la FVF y Miraflores dejaron un gran perdedor: el fútbol venezolano

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

 

Me emociona ver a una figura como Fabricio Coloccini dirigiendo a la Vinotinto sub 20, bajo la supervisión de José Néstor Pékerman, director técnico de la absoluta. Pero también tengo una herida grande como venezolano que no deja de preguntar: ¿de dónde están sacando la plata para pagarles? Coloccini jugó en Boca Juniors, en AC Milan, en el Atlético de Madrid, en el Villareal, en el Deportivo La Coruña, en el Newcastle United, entre otros. Pékerman ganó dos Mundiales sub 20, hizo que Lionel Messi debutara en la selección absoluta de Argentina y llevó a Colombia a dos Copas del Mundo luego de 16 años.

Muchos se preguntan qué hace uno de los mejores entrenadores de América en el único país de Conmebol que nunca ha clasificado para la cita máxima del fútbol. Hay una respuesta deportiva. Si las cosas no salen bien, se esgrimirán los consabidos y bien sustentados argumentos. Pero si el milagro ocurre, Pékerman será recordado como un prócer nacional, un técnico tan genial que hasta logró lo que parecía más difícil en el fútbol sudamericano.

Su contrato, del cual no hay cifras oficiales, se intuye que está a la altura de su prestigio (y capacidades). Lo cual, de entrada, plantea una disonancia. El seleccionador anterior José Peseiro se marchó por el incumplimiento de pagos. Llegaron a adeudarle hasta 14 meses de salario. Después de su renuncia, en la que amenazó con demandar, la Federación Venezolana de Fútbol contrató a Pékerman, quien puso entre las condiciones para asumir el cargo que se solventara la deuda con su antecesor.

¿Cambiaron las finanzas de la Federación en ese tiempo? ¿Se solucionó la crisis económica? ¿Fue lo de Peseiro una medida de la entonces apenas renovada junta de la FVF para hacerlo renunciar y contratar al técnico de su preferencia? ¿O es que el chiste de moda tiene algo de verdad y en efecto #VenezuelaSeArregló?

El fútbol venezolano pasó décadas bajo el mando de una suerte de general Palpatine llamado Rafael Esquivel, presidente de la Federación Venezolana de Fútbol.

El único punto en el que coincidían los aficionados era en el rechazo que les producía, un dinosaurio que se amparaba en su ventajismo para continuar aferrado al cargo. Así lo denunciaron Tony Carrasco y Richard Páez, cuando cada uno por su lado y en momentos distintos trataron de competir contra Esquivel en las elecciones por la presidencia de la FVF y se toparon con un sistema corrompido. Esquivel trabajaba sin fiscalización, bajo el beneplácito de sus amigos de Conmebol. Cómodo, repartiendo sanciones a las barras que hicieran cánticos o pancartas en su contra. Hasta que llegó el primer punto de quiebre en esta historia.

La Copa América como hito de corrupción

La Copa América de 2007, que se realizó en el país por el capricho de Hugo Chávez, fue el punto de no retorno para el vínculo entre el poder político y el fútbol venezolano, que hasta entonces habían tenido vidas por lo general separadas. El resultado fue una de las Copas más abiertamente corruptas y desorganizadas.

En el libro que escribió Cristóbal Guerra sobre Richard Páez, el entrenador contó: “Antes de la Copa América, el presidente me llamó cuando aquel lío de la plancha paralela que pretendió sacar a Rafael Esquivel de la presidencia de la Federación. Aquello era, en realidad, un asunto político, porque el Gobierno pretendía hacerse con el control del fútbol nacional. Él me preguntó por la situación, que cómo la veía, y yo le dije: ‘No haga eso, presidente. El gobierno no debe meterse en los asuntos del fútbol. Nos desafilian. No vamos a poder jugar con nadie’. No sé si él influyó para que los que se postulaban a la Federación desistieran, pero la verdad es que las cosas quedaron como estaban. Esquivel siguió”.

Fútbol y poder político es una relación añeja, en el que –lo hacen las democracias, más aún las dictaduras– los poderosos buscan lavar su imagen (Qatar 2022, por ejemplo) e incluso enriquecerse.

Giancarlo Di Martino (miembro del PSUV) era en 2007 el alcalde de Maracaibo, ciudad en la que se jugó la final de la Copa América. Casi diez años después, mientras ejercía como cónsul de Venezuela en Milán, contó a Liber Nan Piñera, periodista de Panorama, que para lograr que la final del torneo se jugara en la ciudad que presidía tuvo que pagar un millón de dólares en coimas a los dirigentes de Conmebol. Un millón de dólares que, uno supone, no salieron de su bolsillo.

En ese ecosistema que se fue gestando, Rafael Esquivel tuvo que gestionar la cada vez más frontal intervención del poder político. Muchas veces dejando que fueran los propios entrenadores quienes lidiaran con las consecuencias. A César Farías, por ejemplo, le tocó negociar con políticos para resolver cosas tan simples como tener una cancha donde entrenar.

En 2011, la Vinotinto firmó su mejor actuación en la historia de la Copa América, llegando a semifinales. Al regresar, Polar, su patrocinante de siempre, quiso hacerle una caravana. Pero Pdvsa, en representación de los intereses del chavismo, se opuso: quería que la gesta se asociara a Chávez y no a una empresa privada que era símbolo de la oposición. ¿Qué logró César Farías? Que en Caracas, Pdvsa hiciese una caravana desde el aeropuerto hasta la Plaza Venezuela y Polar otra desde allí hasta Las Mercedes.

La caída de Esquivel

El 27 de mayo de 2015, desperté con más de 20 notificaciones entre llamadas, sms y whatsapp. Todos sobre el escándalo de corrupción que acabó denominándose FifaGate. El FBI detuvo a los principales jerarcas del fútbol mundial por corrupción justo antes de que se celebrara una cumbre en Zúrich. Rafael Esquivel estaba entre los implicados.

El en ese entonces de la FVF se declaró culpable y decidió colaborar con la Justicia estadounidense tras su extradición desde Zúrich. Tuvo que pagar, en 2016, una fianza de siete millones de dólares (incluyendo dos millones en efectivo) para eludir la prisión y permanecer en arresto domiciliario en el área de Nueva York y Florida, con brazalete electrónico y monitoreo por circuito cerrado de televisión las 24 horas del día. De esta forma finalizó su larga dictadura. Hoy, por cierto, sigue pagando su condena. Algunos supusieron que con esto vendrían cosas positivas, aunque el panorama no parecía muy distinto: el vicepresidente Laureano González asumió, de forma interina, el cargo.

Antes de su caída, Esquivel había contratado como seleccionador de la Vinotinto a Noel “Chita” Sanvicente, el entrenador que más ha ganado campeonatos nacionales en la historia del país pero con quien tenía una larga relación de tensiones. De hecho, en 2008, cuando renunció Richard Páez como DT de la Vinotinto, la primera opción para sustituirlo, desde el punto de vista deportivo, debió ser Noel. ¿Qué impidió su contratación entonces? Probablemente, lo crítico que era en público hacia la FVF. ¿Qué cambió en 2015? Fuentes aseguran que el régimen de Venezuela quería continuar con la tarea que había empezado Hugo Chávez y terminar de hacerse con el control de la selección. Al parecer, ya tenía amarrado a un candidato. Esquivel, corrupto pero hombre de fútbol al fin, antes de que le impusieran cualquier técnico extranjero (sonaban Maradona y Dunga) corrió a darle la selección a quien más lo merecía.

Jugadores vs FVF

Desde 2012 el chavismo, con la chequera de Pdvsa, venía conquistando a la selección: ofreció ocho millones de dólares al año en patrocinio. No obstante, Laureano González denunció en 2016 que el dinero no estaba llegando. Al poco tiempo 15 futbolistas renunciaron a la Vinotinto en un comunicado en el que se leen frases como: “Nosotros los jugadores no estamos de acuerdo en que la actual directiva de la FVF continúe dirigiendo”, “Mientras la Federación Venezolana de Fútbol sea comandada por los actuales directivos el sueño de ir a un Mundial de fútbol se ve comprometido”, “El daño hecho solo puede repararse renovando la dirigencia de la FVF”. Tiempo antes, el jugador vasco-venezolano Fernando Amorebieta anunció su renuncia “mientras permanezcan en el cargo la junta directiva de la Federación y su actual cuerpo técnico”. Otros 15 jugadores firmaron la renuncia.

Al final hubo acuerdos. Sanvicente logró que todos los jugadores, salvo Amorebieta, volvieran a la sección, pero al final el técnico fue despedido por los resultados negativos en la Eliminatoria. Le sucedió en el cargo Rafael Dudamel, quien en 2017 haría historia llevando a la Vinotinto sub 20 a la final del Mundial de la categoría. Durante uno de los momentos más álgidos de ese torneo, tras un gol de Samuel Sosa, el DT envió un mensaje a Nicolás Maduro por medio de las cámaras: le pidió que bajara las armas, en alusión a la represión que estaba liderando en contra de las protestas civiles y que se cobraría la vida de varias personas, entre ellas, un joven de 17 años que nunca se enteró de que su selección jugaría la final de una Copa del Mundo.

También se filtraron videos de las afueras del vestuario en los que se escuchaban cánticos de “este gobierno va a caer”. Por esos mismos días, Tomás Rincón, capitán de la selección absoluta, posó en un partido de su club, la Juventus de Turín, con la bandera de Venezuela puesta de cabeza, como modo de protesta por la masacre que orquestaba el régimen.

Dos años después, en 2019, en pleno auge del Gobierno Interino de Juan Guaidó, la Vinotinto recibió la visita en Madrid de Antonio Ecarri Bolívar, embajador ante España designado por la oposición. Las fotos se hicieron públicas y Dudamel, quizá presionado por la FVF, puso su cargo a la orden en protesta por la “politización” de la visita. Lo que no fue más que una forma de cuidarse las espaldas ante una posible represalia.

Tanto durante las protestas de 2017 como ante los hechos de 2019, varios de los futbolistas más emblemáticos alzaron la voz.

Tomás Rincón, Roberto Rosales, Oswaldo Vizcarrondo, Salomón Rondón, Josef Martínez. Incluso, a Fernando Aristiguieta y Juanpi Añor se les vio protestando de forma pacífica. Puertas adentro, la realidad es que tenían que jugar en una selección que lucía cada vez más secuestrada.

De Peseiro a Pekerman

En 2020, tras la salida de Dudamel, había que encontrar un nuevo seleccionador. Dos facciones de la FVF (una oficial y otra disidente) estaban buscando candidatos. Todo parecía arreglado para que Jorge Sampaoli asumiera el cargo, pero de forma intempestiva apareció la foto de Laureano González contratando a José Peseiro. En Unión Radio, el periodista Carlos Domínguez explicó: “No sabemos cuáles son los criterios mínimos de la FVF sobre quién debe ser el seleccionador, por lo que pareciera que quien está poniendo los recursos, que es el Gobierno, es quien está imponiendo estos criterios”.

Jován Pulgarín, por su parte, contó en Prodavinci: “Existe una FVF que, por ejemplo, actúa en sintonía con el Ministerio de Deporte y tiene la prensa deportiva del país como aliada y también un departamento de finanzas que, al asociarse con televisoras y representantes de la Liga, maneja sus propios intereses. La intromisión en la cancha de Berardinelli, durante el periplo de Noel Sanvicente, fue la mecha que prendió aquella etapa gris de la Vinotinto, etapa que no quisiéramos volver a ver, aunque podría repetirse en esta eliminatoria. Fue la misma intromisión de este directivo lo que determinó la renuncia de Dudamel”.

Jesús Berardinelli asumió de forma interina la FVF debido a la ausencia por enfermedad de Laureano González. A continuación todo se convirtió en una película de espías.

Narra Isayén Herrera escribió en Armando.Info: “Entonces se supo que (Berardinelli) no había podido votar en una reunión de la Conmebol, por no haber pasado el Test de Idoneidad: no había informado al organismo que tenía antecedentes penales por forja de documentos en el pasado. Seis días después la Contraloría de la República, en un comunicado, ordenó congelar sus cuentas bancarias por presuntas irregularidades con el manejo de recursos estatales concedidos a la FVF. Berardinelli fue arrestado el 20 de julio tras haber sido señalado en un documento del Ministerio Público, que se filtró de forma extraoficial a la prensa y que la agencia de noticias AFP confirmó luego con fuentes judiciales, en donde se le acusaba por supuesto forjamiento de documentos durante el paso de Rafael Dudamel como director técnico de la sección nacional. La Fiscalía nunca dio detalles sobre este caso de forma pública. Y no tendría tiempo de ello: como colofón inesperado para su debacle, Berardinelli falleció a los 16 días de cautiverio, aún bajo custodia policial, por una insuficiencia respiratoria que sufrió como consecuencia, según versiones, de la covid-19”.

En las nuevas elecciones a la Federación se presentaron Jorge Silva, presidente del Deportivo Táchira; y Jorge Giménez, del Deportivo Lara. El primero, según se señala en Armando.Info, vinculado a Diosdado Cabello; el segundo, a Delcy y Jorge Rodríguez.

En mayo de 2021, Jorge Giménez se impuso en las elecciones con 57 de los 92 votos posibles, en lo que en realidad se entiende como una disputa política más que como una contienda de intereses deportivos. Tanto Delcy Rodríguez como Tareck El Aissami, otro jerarca chavista quien como ministro estaba al frente de Pdvsa, felicitaron a Jorge por Twitter. Entonces, ocurrió la “magia”. Apareció el dinero tanto para pagarle a Peseiro como para contratar un cuerpo técnico aún más costoso.

A mí, como venezolano, la proliferación de bodegones de capital dudoso me incomoda tanto como el origen de los fondos de la Vinotinto. Lo mismo me pasa cuando camino por Las Mercedes y veo sus sospechosos nuevos locales y edificios, justo en esa zona de la ciudad en la que niños que viven en la calle denuncian ser maltratados por fuerzas policiales. Siento el mismo desagrado hacia los carros lujosos que se estacionan afuera de los casinos, y con todo lo que representa ahora el Hotel Humbolt.

Caracas es una ciudad en la que algún político se ensañó con los árboles, mientras los que se hacen llamar opositores están más ocupados con el culto a su imagen y con que sus municipios sean dignos de fotos de Instagram, pero no quieren hablar de derechos humanos, democracia ni presos políticos. Hace poco, un amigo que vive fuera y está al frente de un proyecto, me comentaba que ahora su emprendimiento sí está trabajando con marcas, pues estás parecieran haber bajado la guardia ante lo que interpretan como ciertas flexibilizaciones de parte de quienes tienen el poder. “Y como al aparecer en Venezuela ya la gente no está pendiente de política, tienen menos miedo”, dice mi amigo.

Que vuelvan algunos espacios de esparcimiento me parece positivo. Pero es una noticia con la que me cuesta conectar al ver que la crisis no solo está lejos de resolverse, sino que pareciera haberse normalizado. Algo similar me sucede con la selección. No sé qué va a pasar con Pékerman, no sé si Venezuela va a tener un avance futbolístico; y más vale asumir este proceso deportivo con paciencia y mesura. Lo que sí sé es que me cuesta entusiasmarme sin que me atraviese la tristeza. No tanto por cuestiones futbolísticas, sino por la relación directa que hay entre tener a un cuerpo técnico top y el 75 por ciento del país que, según el Encovi, está en pobreza extrema. Pienso, por ejemplo, en la Argentina campeona del mundo en 1978 con Jorge Videla en el poder. Y no es un puritanismo ni ánimos de aguar la fiesta, sino más bien se trata de recordar que ningún gol va a borrar el dolor de las muertes que son responsabilidad de quienes secuestraron a la Vinotinto.

 

 

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