El tiro en el pie de Sánchez
Un debate imprevisible que acabó como prácticamente todos esperábamos. Una dialéctica entrecruzada, mantras facilones, eslóganes de todo a cien y pullas sin «punch». Eso fue el debate entre Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.
El líder socialista dominó inesperadamente la primera parte del cara a cara, cuando arrinconó a Rajoy con permanentes disyuntivas y dibujándole un paisaje incierto, que el presidente del Gobierno no supo desmontar.
Paradójicamente, ayer el mejor Sánchez brilló donde todos esperábamos al mejor Rajoy: en la economía, atacando a un Rajoy que, dubitativo, nervioso y a trompicones, no supo cómo contrarrestarle. A ese Rajoy seguro del principio le faltó fuerza y se ciñó demasiado a hablar de porcentajes y no de realidades, cuando en un debate lo que mandan son las sensaciones y no los números. Todo ello nos hace pensar que aún hay partido en esta campaña.
Mariano Rajoy remontó cuando se habló del Estado del Bienestar –de nuevo una paradoja– y de Cataluña. Intentó demostrar las incoherencias de su oponente, en una venta personal constante: «He salvado»; «He hecho»; «He realizado»… Sánchez, por el contrario, fue de menos a más. Pasó de masticar los mensajes a vomitarlos, de plantear el discurso a imponerlo, de dar ganchos al hígado hasta perder la compostura con su usual lenguaje gestual vehemente. En algunos momentos llegó incluso a descomponer al presidente del Ejecutivo.
La crítica a Rajoy y su equipo vuelve a centrarse en que no ha sabido hacer el mejor «scouting» del contrario, para atacar sus puntos débiles.
El Rajoy más enchufado fue el Rajoy que se sintió atacado y, sobre todo, menospreciado –como ocurrió en varias ocasiones durante el debate–. «Ése es un papel que pone Partido Socialista», le reprochó al líder de la oposición. Todo debate es eso, una mera representación de papeles al aire. Pero Pedro Sánchez, cuando tenía todo a favor, volvió a las andadas y se pegó el tiró que Rajoy no quiso darle cuando echó a perder un debate que tenía casi controlado por su inadecuada táctica de descalificar al contrario. El trabajo echado a perder. Sánchez llamó «indecente» al presidente y el debate se terminó. A partir de ahí, todo estaba visto. El resto fue una sucesión de reproches sin alma, caricatura de una España dual, que ardía en redes entre risas de los tuiteros y el desapego de la audiencia.
Otro debate que no convenció a nadie, aunque tiremos de hemeroteca. ¿Hay alguno que lo haya hecho?