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El último invento del fútbol argentino: un campeón descendido

Tigre gana la Copa de la Superliga con un triunfo ante Boca y clasifica para la Libertadores, pero el año que viene deberá jugar en la segunda categoría

Como el fútbol argentino siempre puede ser un poco más incomprensible, un torneo inventado de apuro para completar el calendario de la temporada 2018/19 culminó de la manera más lisérgica: Tigre, que hace dos meses descendió a la segunda categoría, venció este domingo 2-0 a Boca y se consagró campeón de la Copa de la Superliga, su primer título oficial en Primera División en 116 años de historia. Un desvarío tan grande como que un equipo de segunda categoría ganó un torneo en el que solo participan equipos de Primera. No sólo eso: con su resonante triunfo ante uno de los dos poderosos del fútbol argentino, el campeón descendido se clasificó a la Copa Libertadores.

Tigre dividirá su competencia al menos durante el primer semestre de 2020 entre el máximo torneo continental de clubes y la Primera B Nacional, el escalón inferior a la Superliga de su país. Un miércoles podría jugar en el Maracaná contra el Flamengo de Brasil en búsqueda de ser campeón de América (y de participar en el Mundial de Clubes) y al sábado siguiente visitar las tribunas bajas del ignoto Deportivo Riestra de Buenos Aires con el objetivo de volver a la Primera División argentina (o de no descender a Tercera).

Aún más paradójico es que Tigre, dirigido por Néstor Gorosito, que a sus 55 años acaba de ganar su primer título como entrenador, es de los equipos que jugaron mejor fútbol en Argentina en 2019. Los especialistas coincidieron en que fue el merecido campeón de la Copa de la Superliga, y no sólo por su superioridad ante Boca en una final en la que ya estaba en ventaja en el entretiempo tras los goles de Federico González a los 24 minutos y de Lucas Jansón, de penal, a los 32.

Pero que un equipo descienda y sea campeón sólo se entiende con el embrollo de los reglamentos del fútbol argentino. Gorosito asumió en Tigre a mediados de febrero, cuando faltaban siete fechas para que terminara la Superliga y su equipo ya parecía condenado, y lideró una mejoría asombrosa. Esa recuperación incluyó cinco triunfos y dos empates pero igual no evitó que su equipo bajara a la segunda categoría en la última fecha, incluso a pesar de haberle ganado 2-3 en el Monumental a River, el otro peso pesado de Argentina.

Junto a Belgrano, San Martín de San Juan y San Martín de Tucumán, Tigre descendió por el sistema de promedios que incluye todos los partidos (82) de las últimas tres temporadas. Lo que siguió entonces fue el último enredo de un fútbol caótico, que lleva diez años consecutivos cambiando la cantidad de participantes, de formato de disputa y hasta de nombre del torneo.

Aquella última fecha en la que Tigre descendió se jugó el 7 de abril, por lo que a los clubes les quedaban dos meses sin jugar. Los canales que compraron los derechos televisivos sufrían el riesgo de una posible fuga de abonados en tiempos de severa crisis económica en Argentina. Entonces se inventó la primera edición de la Copa de la Superliga con la participación de los 26 equipos que acababan de competir en la Superliga, incluidos los cuatro descendidos.

En silencio, continuando su buena racha del final de la Superliga y siendo superior a sus rivales, Tigre construyó la gran hazaña de su historia. Eliminó a doble partido a Colón, luego a Unión, más tarde a Racing (el legítimo campeón de la última Superliga), en semifinales a Atlético Tucumán (con un global de 6-0) y finalmente, en partido único, a Boca, el equipo de mayor presupuesto en Argentina.

Campeón de la simpleza

Tigre fue el campeón de la simpleza dentro de la complejidad del fútbol argentino, o de un equipo cuyo entrenador descree de la utilización de los drones en las prácticas. El ex entrenador de Xerez y Almería potenció lo mejor de buenos futbolistas que habían recaído en Tigre para el último tercio de su carrera y de muchachos de mediana edad que aún no habían explotado. El funcionamiento se basó un combo entre la experiencia de Walter Montillo (35), Diego Morales (32), Sebastián Prediger (32) y González (32) con la repentina madurez de Janson (24), Juan Ignacio Cavallaro (24) y Lucas Menossi (26).

En el apogeo de la contradicción, los 20.000 hinchas que viajaron a Córdoba, sede neutral de la final, festejaron cantando por primera vez en su historia -en la máxima categoría- “dale campeón”, seguido de “vamos a volver” (a Primera). La inmensa mayoría de los simpatizantes de Tigre residen en el partido homónimo, en el norte del Gran Buenos Aires, a 30 kilómetros de la Capital Federal, zona en la que barrios muy pobres conviven con otros muy ricos.

Para Tigre fue la mejor despedida posible a sus 12 años consecutivos en Primera División tras haber ascendido en 2007, su mayor estadía en la máxima categoría y lapso en el que fue tres veces subcampeón, dos de Primera División (2008 y 2012) y una de la Copa Sudamericana (también 2012). A lo largo de sus 116 años, el Matador (ése es su apodo) alternó muchos años en Segunda y hasta Tercera División.

La última víctima del campeón más insospechado fue Boca, un equipo que todavía vive bajo el peso de otra final perdida hace pocos meses, una mucho más trascendente, la que le ganó su eterno rival, River, por la Copa Libertadores en el Santiago Bernabéu, el 9 de diciembre de 2018. Boca ganó tres de las últimas cinco ligas argentinas pero a la vez perdió cinco de sus últimas siete finales, otra de ellas contra River, por la Supercopa Argentina 2018.

Boca y Tigre, como el resto de los equipos, ya están de vacaciones tras el final de la temporada 2018/19. Por unos días el fútbol argentino dejará de producir noticias asombrosas.

 

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