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El veredicto de Amber Heard fue una burla y habrá más como ese

 

El veredicto en la demanda por difamación de Johnny Depp contra su exesposa Amber Heard es difícil de explicar usando la lógica.

Lo más frustrante no es que el jurado se haya puesto del lado de él y no del de ella; este es el país que eligió a Donald Trump; donde Chris Brown, condenado por maltrato doméstico, sigue siendo una gran estrella del pop, y donde, hace poco, un hombre de Indiana ganó unas elecciones primarias republicanas locales mientras estaba en la cárcel a la espera de ser juzgado tras ser acusado del homicidio de su esposa. El estallido de energía feminista desafiante y desesperada que significó el movimiento #MeToo se ha visto sofocado por una reacción aún más feroz. #MeToo era un movimiento de mujeres que contaban sus historias. Ahora que Heard ha sido destruida por decir que era una sobreviviente, otras mujeres se lo pensarán dos veces.

Lo que resulta desconcertante es que el jurado fallara como lo hizo aunque, al menos en un caso, pareció creerle a Heard. En uno de los incidentes que se discutieron durante el juicio, un amigo de Heard llamado iO Tillett Wright testificó que Heard lo llamó para que respondiera a una acusación iracunda de Depp sobre una cama sucia. Mientras hablaba por teléfono, Wright dijo que escuchó lo que sonaba como si Depp atacara con violencia a Heard y llamó al 911. Heard diría más tarde que Depp le tiró el teléfono y otro amigo fotografió un moretón en la mejilla de la actriz.

Cuando la policía llegó, Heard se negó a cooperar, dijo que quería proteger a Depp, pero poco después tramitó una orden de restricción por violencia doméstica. El anterior abogado de Depp argumentó que la llamada a la policía había sido parte de “una emboscada, un engaño”. El jurado decidió que esto era difamación y le otorgó a Heard dos millones de dólares por ese motivo.

No obstante, ese mismo jurado determinó que Heard difamó a Depp cuando, en un artículo de opinión de The Washington Post, se describió como una “figura pública que representaba la violencia doméstica” y le concedió a Depp más de diez millones de dólares.

Como una cuestión relativa a la Primera Enmienda, el veredicto es una burla. Cuando Heard escribió el ensayo, la orden de restricción que había recibido estaba en todas las noticias y una foto de ella con la cara golpeada y el labio ensangrentado había aparecido en la portada de la revista People. Incluso si Heard mintiera sobre todo durante el juicio (aun cuando nunca hubiera sufrido violencia doméstica) sí la habría representado. Pero si la llamada a la policía no era parte de un engaño; entonces, es difícil ver cómo Heard no la había padecido también.

Tal vez este veredicto contradictorio fue el resultado de un regateo en la sala del jurado; el fallo a favor de Heard podría haber sido un incentivo para convencer a los pocos que se resistían a aceptar una decisión unánime. Pero su significado es claro: tal vez sea imposible descartar todas las pruebas contra Depp, pero sigue siendo la figura más empática.

Esta conclusión hace eco de la opinión popular de internet, donde Depp es visto como la presa sensible de una cazafortunas despiadada y calculadora, y de gran parte del movimiento conservador, que ha vitoreado a Depp, un hombre que una vez bromeó con asesinar a Trump, por matar a la arpía del #MeToo. Tras conocerse el veredicto, la cuenta oficial de Twitter de los republicanos de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes tuiteó un GIF de Depp en su papel del pirata Jack Sparrow, con aspecto gallardo y decidido. Si algo odian más que a las élites decadentes de Hollywood es a las mujeres boconas.

Durante el juicio, los miembros del jurado escucharon una grabación en la que Depp se mofaba de Heard, utilizando una obscenidad: “Te di un cabezazo en la frente. Eso no rompe una nariz” (dijo que fue un accidente). Escucharon a un maquillador que testificó sobre cómo cubría los hematomas de Heard. Oyeron un mensaje de texto que Depp escribió en el que decía, con groserías, que esperaba que el “cadáver putrefacto de Heard se pudriera en la cajuela de un Honda Civic” y otro en el que fantaseaba con tener sexo con su cadáver quemado. Vieron un video en el que se veía a Depp dar tumbos en la cocina, rompiendo gabinetes mientras ella intentaba calmarlo. Escucharon una grabación en la que el hombre le gritaba por atreverse a hablarle de forma “autoritaria” y otra en la que la amenazaba con cortarse mientras ella le rogaba que dejara el cuchillo.

Pero también escucharon a Heard admitir que golpeó a Depp y se burló de él, cuando dijo que nadie tomaría en serio sus denuncias de ser una víctima de violencia doméstica (Ella mencionó que solo lo golpeó en defensa propia). Oyeron a la abogada de Depp interrogar a Heard sobre notas en las que se disculpa por “herir” a Depp, aunque ese comportamiento no sería extraño en alguien que sufre abusos. Oyeron la afirmación de Depp de que había perdido un papel importante en una película tras la publicación del artículo de Heard. Y pusieron precio a sus respectivas lesiones.

Las repercusiones de este caso llegarán mucho más allá de Heard. Todas las víctimas de abusos domésticos o sexuales deben enfrentarse ahora a la posibilidad de que, si deciden contar su historia de manera pública, podrían acabar en la bancarrota por indemnizaciones para sus agresores. Marilyn Manson, amigo de Depp, ya demandó a la actriz Evan Rachel Wood, una de las muchas mujeres que denunciaron ser víctimas de abusos sádicos perpetrados por él. No será el último.

Como señaló el Daily Beast, pocas de las figuras de Hollywood que hablaron durante el apogeo del movimiento #MeToo han manifestado su solidaridad con Heard, una postura que requeriría un mínimo de coraje dado el poder de la reacción negativa del #MeToo y la evidente popularidad de Depp. Puede que Heard esté acabada. Una de las afirmaciones de su artículo en The Washington Post que se consideró difamatoria fue: “Tuve la extraordinaria ventaja de ver, en tiempo real, cómo las instituciones protegen a los hombres acusados de abuso”. El juicio que perdió acaba de probar que está en lo correcto.

Heard no es un genio irremplazable como Roman Polanski, que se declaró culpable de mantener relaciones sexuales ilícitas con una niña de 13 años; tampoco es una gran máquina de hacer dinero como Mel Gibson, que se declaró como “Nolo contendere” (“no quiero litigar”, en latín) a los cargos de golpear a su exnovia Oksana Grigorieva, a la que amenazó en una grabación con meterla en un “jardín de rosas”. Según la contrademanda de Heard contra Depp, además de llamarla “cerda”, “puta”, “prostituta drogadicta” y otros múltiples insultos, Depp se refirió a ella como “desechable”. En eso, al menos, puede que tenga razón.

(c) The New York Times.

 

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