Elecciones 26-J: El retrato robot del sucesor de Rajoy cobra vida.
En el semanal ‘Ahora’ distribuido el pasado viernes, el ‘think tank’ denominado Red Floridablanca, que apuesta por la “tradición liberal española y la plena vigencia de las políticas conservadoras y liberales», muy próximo al PP aunque muy crítico con el que preside Mariano Rajoy, daba a conocer un manifiesto con argumentos interesantes. Bajo el título de ‘Por qué queremos la regeneración del Partido Popular’, los autores del texto destacaban cómo la organización ha incurrido en “el alejamiento de la sociedad, en especial de los jóvenes”. No era esa la crítica más grave, pero sí muy sintomática. Cito a la Red Floridablanca porque está gestionada por un equipo joven y muy cualificado y cuenta con el asesoramiento de séniors del liberalismo y del conservadurismo español adscritos a diferentes ámbitos de actividad.
No es una casualidad que este ‘think tank’ reclame firmas para pedir la regeneración del PP, que es, exactamente, la expresión que utiliza Albert Rivera como condición para, después del 26-J, aceptar una interlocución, y eventualmente un pacto, con los populares. Aunque sea contraproducente focalizar en la persona de Mariano Rajoy -de su permanencia o de su retirada- la prueba de la catarsis popular, parece incuestionable que, no por edad, pero sí por ‘mochila’ política, el presidente en funciones se ha convertido en una pieza del mecano que bloquea la apertura del PP a una nueva etapa de transparencia y democracia interna. A Rajoy le lastra, especialmente, la corrupción en su partido -por su culpa ‘in eligendo‘ e ‘in vigilando’– y la deficiente comunicación tanto con su electorado como con la opinión pública en general.
Se abre camino la tesis de que hay que desafiar las inercias internas e indagar en la franja treintañera para localizar a un dirigente con posibilidades
A mayor o menor plazo -que será más o menos dilatado, en función de los resultados del PP el 26-J-, Rajoy está amortizado como líder de la organización, pero será a él al que corresponderá pilotar su propia retirada y avalar, con un sistema de clara democracia interna, a su posible sucesor. Nadie, sin embargo, hasta hace poco tiempo, acertaba a señalar a un dirigente del PP con potencialidades para sucederle y mejorarle. Pero se está abriendo camino la tesis de que hay que desafiar las inercias internas e indagar en la franja treintañera para localizar a un dirigente con posibilidades. Se trataría, según algunas ‘cabeza de huevo’ populares (en la segunda línea pero con influencia) de oponer a Rivera (Barcelona, 1979), Iglesias (Madrid, 1978), Errejón (Madrid, 1983), Sánchez (Madrid, 1972) y Garzón (Logroño, 1985), un político de su generación.
En este esquema, emerge la figura de Pablo Casado, en la actualidad vicesecretario de Comunicación tras las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015, diputado por la provincia de Ávila -el más votado del Congreso-, nacido en Palencia en febrero de 1981 (35 años) y con un excelente bagaje académico. Como escribió el pasado sábado la colega Emilia Landaluce en ‘El Mundo‘, Pablo Casado tiene la virtud de mantener una buena relación con José María Aznar, al mismo tiempo que “Rajoy se fía de él”. Es el dirigente de Génova más transversal de cuantos ahora están en sazón y se ha cuidado mucho de no incurrir en errores descalificatorios. Doy fe de que aguanta las tarascadas de la prensa con espíritu deportivo y que entiende la política como una actividad apasionante.
Casado tiene la virtud de mantener una buena relación con Aznar, al mismo tiempo que “Rajoy se fía de él”
Cuando se plantea en algunas esferas populares el nombre de Casado, se ven ojos como platos y ceños fruncidos. Pero, tras una reflexión, la expresión se hace dubitativa y luego complaciente: Pablo Casado podría “estar dando vida” (sic de un dirigente popular) al retrato robot de un sucesor de Rajoy. El propio interesado es renuente a considerarse una alternativa; quienes le conocen le atribuyen comentarios convencionales sobre su propia trayectoria (“soy muy joven”, “no es mi tiempo aún”), pero su nombre está en el circuito. Quizá ponerlo negro sobre blanco pueda perjudicarle, pero la posibilidad de que el vicesecretario de Comunicación del PP (de los pocos, por cierto, que entienden en qué consiste comunicar) pase a mayores responsabilidades de inmediato como fase previa al liderazgo del partido se baraja ya. Más aún tras constatar que a nadie significativo causa rechazo y que su único inconveniente es benigno: la juventud, que es una circunstancia tan contingente que se cura con el paso del tiempo.