Elecciones EEUU: New Hampshire
The hardest thing about any political campaign is how to win without proving that you are unworthy of winning. -Adlai Stevenson, 1900-1965)
(La cosa más difícil en cualquier campaña política es cómo ganar sin demostrar que usted no merece ser el vencedor.) – Adlai Stevenson.
Buena la frase de Adlai Stevenson II, quien fuera un famoso orador e importante líder del ala progresista del partido demócrata, además de gobernador de Illinois y embajador de su país ante la ONU. Es sin embargo más recordado por haber sido el candidato demócrata derrotado en dos ocasiones (1952 y 1956) por el candidato republicano a la presidencia, Dwight Eisenhower (y su afortunado lema de campaña -con una simpleza fonética que, como destaca Umberto Eco, es sencillamente intraducible- «I like Ike»). En 1960 intentó lograr una tercera candidatura, pero fue vencido en las primarias de su partido por el futuro presidente, John Kennedy.
La frase de Stevenson dice una verdad actual: hasta ahora, en ninguno de los dos grandes partidos norteamericanos ha surgido un candidato claro que merezca ser considerado ganador.
No es casualidad que hace pocas horas el posible candidato independiente, el multimillonario y ex alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, reconociera que “estudia todas las opciones” para presentarse como candidato independiente en las próximas elecciones presidenciales de EE.UU. argumentando que lo hace porque el nivel de la actual campaña es “un insulto a los electores”.
LA PRIMARIA DE NEW HAMPSHIRE: los Republicanos
Sobre la elección primaria de New Hampshire: no hubo sorpresas. Donald Trump y Bernie Sanders ganaron fácilmente. Pero con una gran diferencia: Sanders arrasó, con algo así como el 60% de los votos; Trump solo alcanzó el 35% de los votos.
Un dato fundamental es que el voto anti-Trump está disperso entre demasiados aspirantes. Si Ted Cruz ganó en Iowa, ahora quedó en tercer lugar; John Kasich sorpresivamente encabezó el pelotón de derrotados. Y el candidato de los nerds republicanos, Jeb Bush, también recibió una brisita de aliento. Veremos si la puede convertir en algo más. ¿El gran derrotado de la noche? Sin lugar a dudas, Marco Rubio.
John Kasich, gobernador de Ohio, es un aspirante muy distinto a quienes han encabezado las apuestas hasta ahora; para empezar y terminar, sus posiciones políticas son mucho más moderadas que las de Trump, Cruz o Rubio. Pero una pregunta obligada es: ¿cómo le irá en las siguientes primarias, en especial Carolina del Sur, donde el voto conservador es mucho mayor que en New Hampshire?
Como afirmaban muchos analistas, este resultado no decide nada, salvo que otro grupo de aspirantes republicanos (Christie, Fiorina, Carson) deberá hacer las maletas rumbo a “cruzar otros mares de locura”, en las inmortales palabras de Roberto Cantoral, sobre todo cuando se escuchan en la voz del chileno Lucho Gatica (bolero “La Barca”.) A Trump le conviene que se mantenga el mayor número de rivales posible, porque de esa manera luce mayor ese sólido 30% de apoyo entre los votantes conservadores.
Repitamos ese dato fundamental: Trump ganó en New Hamsphire –entre otras razones- porque son demasiados los candidatos anti-Trump, el establishment sigue indeciso.
Ted Cruz, mientras, luego de la derrota en New Hampshire, espera recuperarse en Carolina del Sur, gracias a sus fieles seguidores evangélicos. En New Hampshire se dedicó a atacar a Rubio, su verdadero rival…por ahora.
Como era de esperarse, en la más reciente encerrona republicana para debatir, los ataques contra Marco Rubio se intensificaron. Y su presentación fue mala. El propio Rubio lo reconoció. Llama la atención que un candidato sin chance, el gobernador de New Jersey, Chris Christie, encabezara los cañonazos a Rubio (¿buscará ganarse méritos ante los ojos de Cruz y Trump con la idea de “agarrar algo, aunque sea fallo”, la vicepresidencia, por ejemplo?). Christie llamó a Rubio “el chico de la burbuja…que solo responde preguntas cuyas respuestas ya han sido preparadas y ensayadas”. Hay que reconocer que no deja de tener razón Christie. Jeb Bush calificó la presentación del joven senador en el último debate como «robótica«. Veamos esta caricatura del Washington Post:
Mientras, Donald Trump sigue mostrando una característica que lo define y lo desnuda cada día más: la única razón de ser de su existencia es ganar la candidatura y presidencia este año. Él no guarda esperanzas para el futuro, como podría hacerlo Marco Rubio. Su expectativa es seguir rompiendo bolas de cristal, en especial las del establishment republicano.
Un fantasma que recorre los cenáculos republicanos es el Tea Party. Debe recordarse que los dos candidatos republicanos derrotados por Obama, John McCain y Mitt Romney, arrancaron sus campañas con unos currículos muy respetables. Fue la influencia de la extrema derecha teapartista, y la manera en que sus campañas cambiaron para no enojar a los fundamentalistas que tienen casi secuestrado al partido republicano, lo que los hizo caer en picada. El votante centrista norteamericano los repudió.
Si el candidato del GOP fuera Cruz, o Trump, no habría problema por el lado fundamentalista. No tendrían que cambiar ni una coma de su discurso, de sus propuestas, de su visión de país. Y Marco Rubio como que va por el mismo camino; pareciera deseoso de abrazar las ideas más lunáticas de la ultraderecha. Una cosa es afirmar que tu contrario está equivocado, eso forma parte del modus operandi de cualquier político, incluso de su razón de ser. Pero afirmar, como hace Rubio, que Obama está destruyendo los Estados Unidos «de forma intencional» es otra cosa, es sencillamente bellaquería argumental.
Unas preguntas fundamentales que ya surgieron en Iowa siguen pendientes: ¿quién será el campeón del establishment republicano que intentará derrotar al dragón Donald? y la siguiente, tan importante como la primera: ¿será capaz ese candidato de unir a todas las corrientes del partido republicano (moderados, social conservadores, libertarios, teapartistas, etc.)?
LA PRIMARIA DE NEW HAMPSHIRE: El campo demócrata
Veamos una publicidad de Bernie Sanders (debo confesar que me gusta mucho, entre otras cosas por la canción que usa: «America» es una de mis favoritas de siempre entre las melodías de Simon & Garfunkel):
Si en el campo republicano abundan los aspirantes, en el demócrata escasean. Ante la sólida victoria de Bernie Sanders, Hillary Clinton necesita decir algo que capture la imaginación liberal. Recuérdese que la izquierda siempre le dedica más atención a la utopía, al arrullo de los cantos de sirena del cambio radical, mientras que la derecha es siempre más pragmática y tiene los pies puestos sobre la tierra.
Clinton es retada por Sanders exactamente en su talón de Aquiles: su punto más débil –lo fue hace 8 años contra Obama- es que es demasiado cautelosa. Asume que el triunfo es suyo, no arriesga, ofrece una campaña convencional, sin originalidad o creatividad. Y para peor, el destino le ha puesto enfrente al candidato menos cauto en la historia reciente del partido demócrata. Es como si el hombre cada vez que se encarama en una tarima supiera que no tiene nada que perder, así que se atreve a decir cosas que a otro candidato más convencional jamás se le habrían ocurrido. Es casi seguro que de ser Sanders el candidato a la presidencia sus chances serían pocas (dependerá asimismo de quién es su rival), pero desde hace rato le está conectando jabs a la mandíbula de Hillary y ella, sorprendida, no sabe cómo responder.
¿Es posible que Bernie Sanders tenga chance en noviembre, a pesar de lo que se deduce de la experiencia previa? (Barry Goldwater en 1964, y George McGovern en 1972 son dos buenos ejemplos de candidatos «extremistas» que perdieron por paliza). Un politólogo que afirma que sí es Alan Abramowitz, de la Universidad Emory. Su argumento descansa en lo que él llama «negative partisanship» (partidismo negativo). Debido al aumento de la polarización política en la sociedad norteamericana, se ha incrementado la tendencia en los votantes a votar en oposición a un partido. Es decir, no importa quién sea el candidato demócrata, los votantes del partido votarán por él con tal de derrotar al republicano. La verdad es que intuitivamente esto quizá funcione en estados como New York (para los demócratas) o Texas (para los republicanos), donde ni que haga campaña a su favor el papa Francisco junto al Dalai Lama ganaría las elecciones el candidato rival. Pero ¿qué pensar de aquellos estados que en verdad deciden las elecciones, los llamados «swing states«? No lo veo claro. Por lo demás, el mismo argumento le sirve a Cruz y a Trump en el caso republicano.
Seguir con su discurso “realista”, de ganadora segura, no le ha funcionado a Hillary. Debe recordar la muy citada frase del exgobernador de New York, Mario Cuomo: “se hace campaña con poesía, luego se gobierno con prosa.” Parece que la antigua primera dama no ha leído a muchos poetas.
Un gran contraste entre los discursos del martes 9 por la noche: El de Hillary acentuó el «I» (yo); en el de Sanders, en cambio, predominó el «we» (nosotros).
Ahora, los candidatos de ambos partidos viajan a Nevada (caucus) y Carolina del Sur (primaria). Se llevarán a cabo el 20, 23 y 27 de febrero.
Todavía puede afirmarse que Hillary Clinton es entre los diversos precandidatos, y con ventaja, la persona con más experiencia para ejercer la presidencia, en medio de un grupo candidatural lleno de iconoclastas. Pero el tiempo se acorta: y aunque a la larga, a partir del gran “super Tuesday” del 1 de marzo, comience a ganar primaria tras primaria, podría llegar a la campaña muy debilitada, con muchos flancos débiles abiertos.
Cualquiera que sea el candidato republicano, será un verdadero perro de presa, y no el chihuahua que hasta ahora se pensaba era Bernie Sanders. Un chihuahua muy ladrador, pero chihuahua al fin. A menos que, para pesar de Clinton, el chihuahua demócrata se convierta en un pastor alemán.