Villasmil / Elecciones francesas: ¿Trumpismo vs. Chavismo?
Fillon, Le Pen, Macron y Mélenchon: los favoritos a las presidenciales francesas. JOEL SAGET ERIC FEFERBERG AFP
¡Fin de mundo! Las últimas encuestas en Francia, dentro de un ciclo electoral escandalosamente errático, herético y torpe, asoman la posibilidad de que a la segunda vuelta clasifiquen los extremistas, vale decir, Marine Le Pen –por los cínicos terrenos de la ultraderecha cuasi trumpista-, y Jean-Luc Mélenchon, el veterano ultraizquierdista.
El presidente del país se elige cada cinco años, y si ninguno de los candidatos saca el 50% en la primera vuelta, los dos más votados van a un “ballotage”, y allí el que saca más votos se pone la banda tricolor. Los conocedores lo llaman “sistema mayoritario a dos vueltas”. En este año, la primera vuelta se realizará el domingo 23 de abril, y la segunda –estemos claros, de seguro habrá segunda vuelta, nadie llegará al 30%- el 7 de mayo. Será la undécima elección presidencial de la llamada Quinta República. En Francia -a diferencia de Venezuela y el chavismo- la Quinta República sí es democrática, al menos todavía.
Como puede verse, el sistema de doble vuelta es el aburridamente tradicional, que permite entre las dos fechas los arreglos, acuerdos, combinaciones y pactos entre los sospechosos habituales. ¿Se atreverán algún día los políticos franceses a adoptar métodos más interesantes y novedosos, como la doble vuelta instantánea (instant runoff)?
¿Quién puede ser candidato? Aquí la cosa se pone burocráticamente interesante. En Google se nos dice que “según la ley, para que un ciudadano francés pueda participar como candidato a las elecciones presidenciales debe presentar en su solicitud de inscripción un total de 500 firmas de apoyo por parte de funcionarios públicos locales electos popularmente y adheridos a su candidatura, llamadas en francés «patrocinios» (parrainages); tales adhesiones deben provenir, en función de la región representada electoralmente por tales y muy especiales funcionarios, de por lo menos 30 Departamentos o Comunidades Ultramarinas franceses diferentes, y ninguno de dichos departamentos puede acumular más del 10% de los adherentes a dicha candidatura, es decir, no pueden haber más de 50 adhesiones a la candidatura por departamento.”
Usted puede ser la persona más popular de Francia, pero si no consigue como mínimo los 500 apoyos mencionados, usted no tiene vida. De hecho, en medio de tanta mediocridad entre los actuales aspirantes, se creó primero en broma, luego la cosa agarró publicidad, la petición de pedirle a Barack Obama –muy popular en Francia- que viniera a rescatar la política de los incapaces que la tienen secuestrada. Los organizadores de la iniciativa afirmaron que no pudieron lograr el éxito debido a que no consiguieron los famosos 500 funcionarios ¡ah! y por el pequeño detalle de que Obama no es ciudadano francés.
¿Qué ha sido lo históricamente normal, al menos en las elecciones de los últimos años? Que a la segunda vuelta pasen un candidato de apellido Le Pen (primero fue Jean Marie, ahora su hija Marine), y un candidato de centro-derecha o de centro-izquierda (para los efectos finales, da casi lo mismo), que entonces recibe los votos y apoyos de los partidos del establishment que se quedaron fuera con el fin de pararle el trote a Le Pen, o sea al lobo (o loba) feroz de la ultraderecha.
Pero ahora resulta que ante el posible derrumbe de los candidatos de centro, los extremistas tienen algún chance, siempre según las encuestas.
Los dos escogidos para la justa final saldrán de este listado (de un total de 11 candidatos), ordenado de derecha a izquierda:
–Marine Le Pen (Frente Nacional, o trumpistas a la francesa);
–Francois Fillon (Los Republicanos);
-Emmanuel Macron (En Marcha!);
–Benoît Hamon (Partido Socialista);
-Jean Luc Mélenchon (Francia Insumisa, o sea los comunistas, y demás “istas” de extrema izquierda).
Le Pen y Macron obtendrían un 22% de votos, según un sondeo de Le Monde publicado el viernes. Mélenchon un 20%, y Fillon un 19%. O sea, los cuatro ubicados en el llamado “margen de error”.
Cualquier ciudadano latinoamericano entiende perfectamente el reciente comentario del periodista de Le Monde Gérard Courtois, y autor del libro Parties de Campagne, una historia de las elecciones presidenciales de la Quinta República: “Es un reflejo del envejecimiento de los dos partidos de gobierno. Son los partidos que han gobernado durante 40 años y que no han sabido resolver el desempleo, la deuda, la competitividad de la economía. Hace 40 años que no ha habido un solo presupuesto francés sin déficit. Y el resultado son 2.000 millardos de deuda. El pago de la deuda es el presupuesto más grande del país, más que la educación nacional. Los franceses lo saben, y se dicen: la derecha ha gobernado, la izquierda ha gobernado, ninguno ha encontrado las buenas soluciones, probemos otra cosa”.
En una nota publicada en El País, Marc Bassets destaca que “En su historia de las elecciones presidenciales, Courtois compara las campañas con un momento único de la democracia, un ritual enfebrecido en el que el pueblo se proyecta en sus políticos, un gran teatro en el que los franceses “se han convertido en directores de escena exigentes e imprevisibles, descartando guiones escritos de antemano, dictando la intriga e imponiendo la dramaturgia”. “Ahora es el teatro del absurdo. Es Ionesco. Es ‘Esperando a Godot’, dice en alusión al autor de esta corriente Eugène Ionesco y a la obra de Samuel Beckett. “Pero», recuerda Courtois, «Godot nunca viene”.
El presidente todavía en funciones, Francois Hollande, es uno de los principales responsables de semejante desastre. La prensa descubrió, por ejemplo, que el cuasi calvito tenía un barbero pagado con dinero de los contribuyentes, nada menos que 10.000 euros al mes, lo cual justificó afirmando que ¡era un barbero a dedicación exclusiva!. Encima de corrupto, idiota. Para Hollande, “la campaña huele mal”. Ciertamente no huele tan mal como el futuro político del antiguo líder de los socialistas.
Por la derecha, al candidato Fillon le descubrieron que por años colocó a su esposa en la administración pública, cobrando sin trabajar en el parlamento. Ante las peticiones de abandono de la candidatura, el hombre se ha atornillado, arrastrando consigo a su partido.
Emmanuel Macron –un ex-banquero y ex-ministro de 39 años, sin experiencia electoral- es la última esperanza de quienes desean que esa cosa de la política se maquille un poco, pero que no cambie mucho, para que los avispados de siempre sigan en su juerga. Pero apenas lo apoyó Manuel Valls, primer ministro de Hollande y precandidato derrotado en la primaria socialista, el hombre comenzó a caer en las encuestas.
Benoit Hamon, cargando el sambenito de ser el candidato del PS, al parecer será el candidato socialista peor votado de la historia.
¿Y Mélenchon? La más clara prueba de que genera pánico en muchos sectores, es la portada que le dedicara el periódico conservador Le Figaro, con este titular: “Mélenchon: el delirante proyecto del Chávez francés”.
Un enfrentamiento en la segunda vuelta –poco probable, pero no imposible- entre Le Pen y Melenchon sería algo así como una elección entre un Trump con faldas y un Hugo Chávez a la francesa. A su lado, el Brexit sería un pequeño inconveniente y nada más. Ambos garantizan la destrucción total del orden establecido, del sistema democrático francés. Ambos coquetean con la salida de Francia de la Unión Europea, y ofrecen un Estado groseramente obeso. En lo que se diferencian es en las políticas de inmigración. El izquierdista abre las fronteras, la derechista ofrece el cierre a la Trump.
Ambos coinciden asimismo en ser los dos únicos candidatos que ya lo han sido; los demás asisten a la gala como debutantes.
Marine Le Pen no ha ocultado su admiración por el presidente gringo, y es conocido el hecho de que en sus listas electorales van candidatos que han mostrado simpatías con Hitler y el nazismo.
Mélenchon se vincula asimismo con la izquierda europea de la calaña de Podemos, en España, o con el suicida dirigente del Laborismo británico, Jeremy Corbyn. Más que estadistas responsables, parecen enfermos escapados del asilo de “Alguien voló sobre el nido del cuco”.
Admira asimismo a Rafael Correa, de cuyo programa ha copiado algunos puntos, y a Bernie Sanders, de cuya campaña ha tomado lecciones, como una agresiva presencia en las redes sociales, dándoles a sus rivales una paliza en materia de seguidores y de popularidad; a sus 65 años, es el primer político francés “youtuber”, con 250.000 abonados, y más de un millón de seguidores en Twitter. En febrero, incluso, se dio el lujo de dar un mitin en dos lugares a la vez, gracias a un holograma.
El Chávez galo propone, además de lo ya mencionado, la salida de Francia de la OTAN, aumentar el gasto público, renegociar o abandonar todos los tratados europeos, reforzar el control estatal sobre los medios de comunicación e impulsar una asamblea constituyente para fundar una VI República.
Es conocido que Mélenchon, en su particular delirio, primero ante la muerte de Chávez, y luego con la de Castro el Mayor, visitó la estatua de Simón Bolívar (¡¡!!!.) a orillas del Sena, junto al puente de Alejandro III. No es casual que la subida del extremista vaya pareja a la caída del socialista, de Hamon.
Si gana alguno de los dos radicales, no cambia solo Francia. Cambia también y para mal, toda Europa. Y dentro del grupo que celebrará dicha victoria estarán los más peligrosos autócratas y demagogos del planeta, con Vladimir Putin y Donald Trump (cada uno a su manera) a la cabeza.