Elías Amor Bravo: Los efectos del «largo» viaje de Díaz-Canel
Largo viaje de once días el que acaba de emprender Díaz Canel rumbo a una serie de países, como Rusia, China, Vietnam, Corea del Norte y Laos. El socialismo del siglo XXI en América Latina no da para más, y la búsqueda de fuentes financieras y socios comprometidos con la “revolución” está en la agenda del dirigente castrista. La cuestión es si tendrá éxito o no. Que fuera el mismo Raúl Castro a despedirlo al aeropuerto de Rancho Boyeros da una idea bastante concreta del interés del viaje. El sistema está cerrado, bajo llave.
Los analistas y observadores de la política castrista se han sorprendido de este viaje. No suele ser frecuente que los dirigentes comunistas de Cuba salgan al exterior. Fidel lo hizo en contadas ocasiones, Raúl prácticamente ninguna. Al margen del temor a una orden de detención internacional cursada por Interpol, los hermanos Castro tenían poco que hacer fuera de la isla de su propiedad. Como buenos dictadores, su ámbito más próximo colmaba sus aspiraciones. Para qué iban a salir del país si todo lo que deseaban estaba al alcance de sus manos.
La cosa ahora ha cambiado. Díaz-Canel da la sensación de una hiperactividad contagiosa, en un intento por demostrar que está ahí, y que algo tiene que ver con el poder. Durante las últimas semanas, su agenda en la isla ha sido descomunal, acercándose a todos los sectores y organizaciones sociales. Ahora toca salir al exterior con objetivos concretos basados en lo que llaman en Cubadebate “asuntos bilaterales internacionales de interés común”.
Si suponemos que el viaje tiene un marcado contenido económico, los datos disponibles ofrecen algunas evidencias. Según la información oficial de ONEI, las exportaciones cubanas a estos cinco países alcanzan en 2017 391 millones de pesos, lo que representa alrededor del 16% de las ventas totales del país en el exterior. China se destaca en primera posición, con 364 millones que supone casi el 94% del total, Corea del Norte o Laos por ejemplo no recibieron exportaciones cubanas en 2017. Además, con respecto a 2012, la dinámica de las ventas de Cuba en estos países no se puede considerar favorable, en aquel año, la cifra alcanzó 562 millones de pesos, por lo que en el último lustro se ha producido un descenso del 30% en las exportaciones cubanas a los cinco países y la culpa obviamente no es del «bloqueo». Difícil lo tiene Díaz-Canel con este balance para que le concedan financiación.
Porque las importaciones de estos países, lo que compra Cuba, parece otra cosa. En efecto, estos cinco países vendieron a Cuba en 2017 por valor de 2.353 millones de pesos, que representan el 23% del total de las importaciones. Un peso claramente superior en el comercio, donde China ocupa una clara posición de liderazgo. Además, con relación a 2012, las compras que hace Cuba a estos países han aumentado un 40%, a pesar del «bloqueo y del embargo», un dato que contrasta con la disminución que en el mismo período experimentan las importaciones totales de la Isla, que fue un 27%.
Por lo tanto, las compras hacia estos países han aumentado, en concreto con Rusia un 65%, con Vietnam un 47% más, y con China, a pesar de sus abultadas cifras, también ha aumentado un 34% sus importaciones a Cuba. A resultas de lo anterior, la economía de la isla mantiene un considerable y abultado déficit comercial con estos países, en concreto de los 1.123 millones de pesos de 2012 se ha pasado a 1.962 millones en 2017, prácticamente el doble. No es extraño, a la vista de esos datos, que Raúl Castro haya ido al aeropuerto a despedir a Díaz-Canel y desearle suerte en sus gestiones. Le hará falta.
Desarrollar el comercio entre dos países requiere apostar por un cierto equilibrio en las cuentas a medio plazo, lo que en su caso, cuando no existe, obliga a practicar generosas políticas de aseguramiento de las operaciones por parte del país que vende más de lo que compra, como ocurre con los 5 de este viaje. La notable descompensación en el comercio de bienes entre Cuba y los 5 tiene que ser corregida de alguna manera, porque la economía exige equilibrios. En ausencia de mecanismos adecuados para el ajuste en el ámbito financiero, lo normal es que déficits tan abultados de año en año acaben generando endeudamientos descontrolados de los que no se tiene información oficial, pero que de buen seguro, irán bien calculados en la carpeta que acompaña a Díaz-Canel en sus visitas.
Y aunque la prensa oficial del régimen haya glosado con la tradicional propaganda los acuerdos y convenios que se espera que se firmen en esta ronda de contactos del viaje, como la «declaración conjunta entre Rusia y Cuba sobre los temas de la agenda internacional», o la visita a la primera feria internacional de importación de China en Shanghai (de la que podría obtener información para aplicarla en la Fihav el año próximo) y los acuerdos en las áreas del comercio, las energías renovables, el turismo, la tecnología y la cooperación en el marco de la iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda con el gigante asiático; o la visita a ciudad Ho Chi Minh, donde radican importantes empresas vietnamitas con presencia en Cuba, para firmar un nuevo acuerdo comercial bilateral entre los gobiernos de ambos países.
A pesar de todo, considero que el balance final no va a dar excesivos motivos de alegría. Va a ser difícil que este viaje sirva para compensar las enormes pérdidas que para el régimen comunista de Cuba se derivan de la pérdida de los contratos en Brasil (y la exigencia inmediata del pago de deudas por la nueva administración presidencial) y de la disminución del fuelle de Venezuela, cada vez más sin futuro. Los turistas pueden venir tal vez de Rusia o de China, pero nunca serán los que en mayor número lleguen a la isla. Según datos oficiales de ONEI, los procedentes de Rusia rara vez superan el 7% del total en los mejores años, y los de China menos del 2%. Es evidente que los mercados de suministro están más cerca.
Por lo tanto, creo que este viaje no tendrá grandes beneficios para el régimen comunista de La Habana, a pesar de las expectativas abiertas. En Vietnam deberían informarle de los efectos positivos del Doi Moi, y su impacto dinamizador sobre una economía de hambrunas estructurales que se despojó de la herencia ideológica comunista. En Corea del Norte, donde las relaciones económicas con Cuba son insignificantes, tan solo la foto con Kim Jong-un podrá quedar para la posteridad. En China o Rusia ya están hartos de no cobrar a tiempo, y es posible que le aprieten las clavijas. Hasta los socios más atentos, pierden la paciencia en algún momento.
En todo caso, cada país tiene derecho a decidir con quién quiere relacionarse (Cuba siempre lo ha hecho con sus pares ideológicos) y qué tipo de relaciones desea mantener. Díaz-Canel ha entrado fuerte con este largo viaje hacia el incierto Laos, que constituye una novedad para la diplomacia castrista. Lo dicho, el círculo de relaciones del socialismo del siglo XXI toca a su fin, y hay que identificar nuevos socios dispuestos a aceptar deudas incobrables y otras majaderías. La cuestión es ganar tiempo como sea para no implementar las únicas medidas que pueden mejorar la productividad de la economía cubana y permitir la superación de su actual marasmo, clavada en ese fatídico 1,1% de crecimiento del PIB que le atribuye la CEPAL. No veo a «Kim» el de Corea del Norte, comprando médicos, maestros o entrenadores cubanos. No es Evo Morales. Tal vez, a Díaz-Canel no le han asesorado bien.