Otros temas
Elogios neoliberales
Las alabanzas de The Economist y los problemas que algún día habrá que enfrentar si queremos ser un país que ofrezca oportunidades a sus habitantes
No deja de llamar la atención la repercusión que ha tenido en nuestro país el elogio que la revista The Economist, la biblia del liberalismo (o quizá del neoliberalismo a tenor de las traducciones que se realizan en estas tierras a quienes defienden la economía de mercado), dedicó esta semana al manejo de la economía en los últimos 15 años. En un artículo titulado «La magia de Montevideo», la prestigiosa revista británica destaca la expansión ininterrumpida de la economía por 15 años, y especialmente el hecho de haber logrado evitar una recesión a partir de 2011 cuando los precios de los commodities comenzaron a caer de las estratosféricas alturas que habían alcanzado la década anterior.
El articulo hace especial hincapié en el hecho de que Uruguay logró desacoplarse de sus vecinos, Argentina y Brasil, con quienes en general había tenido su suerte económica atada, especialmente por el hecho de estar más del 50% de su comercio dirigido a esos países con los que, además, integra el fallido Mercosur. The Economist destaca que, entre 2001 y 2016, Uruguay logró diversificar sus exportaciones de modo que el porcentaje de las mismas que van a Brasil y Argentina cayó del 37 al 21% en ese período. Y si bien se dice que el gobierno aumentó el gasto público en ciencia y tecnología entre 2007 y 2015 y se asentó la trazabilidad ganadera, es escasa la referencia al papel que China jugó como destino comercial de productos agropecuarios en ese mismo período.
Yendo más en profundidad, este artículo sostiene que al mismo tiempo los gobiernos del Frente Amplio mantuvieron las políticas ortodoxas que heredaron de gobiernos anteriores junto con prácticas que hacen al país atractivo a los inversores como impuestos bajos y justicia independiente. Y, según la misma publicación, los efectos fueron positivos: la clase media, según definición del Banco Mundial, creció del 39% en 2003 al 71% en 2015 y Uruguay tiene el ingreso per cápita más alto de América Latina.
Da para estar orgulloso, ¿no? Pues no tanto, porque el mismo artículo señala que la economía depende demasiado de las exportaciones, que la inflación está en elevado nivel del 7% anual y que el déficit fiscal de 3,5% del PIB es demasiado alto. Además, Uruguay tiene mercados laborales rígidos, el sistema educativo necesita reformas y la población está envejeciendo.
En el fondo, para una mirada rápida sobre el país, nada nuevo bajo el sol. Un buen manejo macroeconómico (aunque con mucho crecimiento del gasto público sustentado en los ingresos de la bonanza que no son para siempre), oportuno desacople –China mediante– de Argentina y Brasil que nos permite haber zafado de la recesión de la cual ellos no zafaron, cumplimiento de las reglas de juego y mantenimiento de la independencia judicial. Ello no es poco pero no es suficiente en el mediano y largo plazo porque tenemos serios problemas estructurales: rigidez en el mercado laboral por no cumplir con lo ordenado por la OIT hace ya más de siete años, sistema educativo en decadencia respecto a los estándares del pasado y, algo más preocupante aun, para enseñar lo que será necesario en un futuro que plantea ya muchos desafíos.
Por último, una población que envejece y plantea un grave problema para la seguridad social y el cuidado de la población mayor. Problema que requiere soluciones impopulares como el tema de la edad de jubilación y que nadie está estudiando por el momento. Por el momento, porque es tiempo de elecciones.
El gobierno del FA no sale mal parado, mal que le pese a muchos de sus sectores más de izquierda, del «elogio neoliberal» de The Economist. Por ahora, además, ayuda a potenciar la buena imagen del país en el exterior. Las cifras de crecimiento no mienten, las de mejoría social tampoco y los problemas estructurales, siendo tan graves como son, no se ven desde lejos. Da para ir tirando un poco más. Quizá hasta la próxima elección. El asunto es hasta cuándo se podrán seguir ignorando. Porque son problemas que algún día habrá que enfrentar si queremos ser un país que ofrezca oportunidades a sus habitantes, un país que se proponga metas altas. Y cuanto antes los enfrentemos, mejor.