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Elvira Cuadra – Nicaragua: más allá del horror

Es imposible dejar de sentir ira e indignación cuando, tres días después de la violencia estatal contra los jóvenes y la población que se manifestaba pacíficamente, nos enteramos de la elevada cantidad de asesinados. Sí, asesinados. No son muertos, ni fallecidos, ¡Asesinados! La mayoría de ellos con más de un disparo, casi todos los disparos en el pecho y la cabeza, y algunos por la espalda. Hay videos donde varios eran arrastrados por la policía para aparecer después en la morgue.

Esta mañana los jóvenes asesinados ya son casi 40, sin contar las varias decenas de desaparecidos y detenidos de los cuales la policía no da ninguna razón. Cerca de 200 jóvenes fueron liberados hace un par de días de una manera cruel, fueron torturados y vejados rapándolos, no los entregaron a sus familiares, sino que los dejaron abandonados en un camino, descalzos y medio desnudos. La lista crece cada día.

Fue una verdadera masacre que va más allá de cualquier horror imaginable. Nicaragua está de luto y tres días no bastan para expresar el dolor.

Si el lunes 23 de abril la gente salió a las calles indignada por la magnitud de la violencia gubernamental, con este recuento macabro la indignación ha crecido a niveles exponenciales. Probablemente el gobierno pensó que luego de la suspensión del decreto, el retiro de la policía y los grupos paramilitares de las calles, la protesta iba a disminuir; sin embargo, la gente ha salido a las calles todos los días, ahora reclamando justicia para sus muertos.

En otro plano, ya iniciaron las negociaciones y coordinaciones para el diálogo que ofreció el gobierno con la mediación de la iglesia católica. Varios sectores han accedido a participar, entre ellos: los empresarios privados, un grupo importante de los estudiantes autoconvocados y algunos otros sectores sociales. Hay una especie de consenso nacional sobre la necesidad de ese diálogo, pero no para todos tiene el mismo significado. Para el movimiento social, el diálogo debería servir para retomar la senda democrática del país; mientras que para el gobierno parece ser una jugada que le permita oxigenarse, y enfrentar la protesta y el descontento en mejores condiciones. Las acciones de represalia y legitimación de la violencia de los tres últimos días, a pesar de los mea culpa de algunos de sus militantes históricos, muestran que no están dispuestos a transigir.

Personalmente desconfío del diálogo y de sus resultados, pero si para una buena parte de la sociedad nicaragüense es la mejor alternativa para una salida pacífica a la situación del país, es necesario tomar en cuenta que ahora cuando ya se va conociendo mejor la magnitud de la barbarie cometida, es casi inevitable que el principal, si no el único, punto de agenda es la dimisión de la pareja Ortega-Murillo. El cómo, cuándo y dónde es importante porque ellos son los primeros responsables del baño de sangre y los abusos durante diez años. No pueden quedar impunes.

Después de ese, otro tema que no puede soslayarse y tiene la más alta importancia es el papel de la policía. Especial responsabilidad tiene en esta masacre la jefatura en pleno, pero además, numerosos oficiales que en todos los videos circulando en las redes muestran el nivel de violencia y saña con el que atacaron a los jóvenes sabiendo que estaban desarmados. Esa policía ya no le sirve a este país ni al mismo gobierno.

Junto con ellos, se tiene que garantizar el desmontaje y castigo de los grupos llamados “de choque”, pero que en realidad son grupos paramilitares. Esos han sido organizados, alimentados y azuzados por el mismo gobierno para cometer toda clase de actos de violencia en contra de quien se atreviera a salir a las calles desde el año 2007. No son grupos de simpatizantes espontáneos, son un monstruo incubado por el mismo gobierno. Ellos fueron los primeros en agredir, robar y vejar a las personas que se manifestaron pacíficamente en las últimas semanas con la complicidad de la policía. También se ha constatado en numerosos videos que detuvieron personas, las entregaron a la policía y luego han aparecido asesinadas, organizaron saqueos en establecimientos comerciales y se han encargado de intimidar y amenazar en los barrios. Para ellos tampoco puede haber impunidad.

Quiénes se sienten a la mesa de diálogo tienen que estar claros de esta situación, ya sean los representantes del sector privado, de sociedad civil y movimientos sociales, y la misma jerarquía católica que en su papel de mediación no está obligada a ser “neutral”. Hay casos en los que la mediación no implica neutralidad simplemente porque se convertiría en complicidad. La supuesta neutralidad del mediador es un mito conveniente cuando no hay verdadera voluntad de diálogo.

Por su parte, el gobierno tiene que entender que la decisión de participar en el diálogo en todo caso es una concesión más que le hace la sociedad nicaragüense y una muestra infinita de su vocación democrática y de paz.

Managua, 26 de abril de 2018

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