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Emprender en Venezuela, un pulso a la crisis y la pandemia

Los analistas creen que estos negocios mejoran economías familiares, pero poco el país, que depende del petróleo

(EFE).- Como casi todos los días de los últimos tres meses, Ana Santana revisa su buzón de mensajes apenas despierta en su Venezuela natal. Es posible que algún enamorado de los postres quiera comprarle un pastel de zanahoria, de limón o alguno de los muchos dulces que suelen consumirse en la nación caribeña.

Porque ella, al igual que cientos de emprendedores venezolanos, acaba de abrir un pequeña empresa. Una que reta a la severa crisis y a todos los problemas que enfrenta el país, que reta a la pandemia y a la parálisis que produjo en la ya maltrecha economía.

«Lo quise hacer porque pensé que no tenía nada que perder, 2020 fue el primer año para Top Pastries -el nombre de su empresa-. Siento que no fue el peor año para mí porque pude iniciar mi emprendimiento y ha funcionado», dice a Efe la joven durante una pausa de sus actividades diarias.

«Lo quise hacer porque pensé que no tenía nada que perder, 2020 fue el primer año para Top Pastries -el nombre de su empresa-. Siento que no fue el peor año para mí porque pude iniciar mi emprendimiento y ha funcionado»

La empresa de Santana aún no tiene una sede propia. Esta joven repostera trabaja en la cocina de la casa de sus padres, un apartamento de una zona acomodada de Caracas.

Su hermana mayor es su principal colaboradora. A Top Pastries se llega a través de las redes sociales, principalmente Instagram, un canal por el que suelen hacerle encargos.

El «postre de moda» en Caracas, según dice, es la Pavlova: fresas frescas sobre crema batida y dulce de leche con suspiro de huevos como base.

Cada preparación de estas, la favorita de sus clientes, ronda los 30 dólares. Otras, como los pasteles de leche, se venden por la mitad de ese precio.

Sus ingresos mensuales le llevan a asegurar que su empredimiento es rentable, aunque reconoce que muchas veces «ha sido difícil» mantenerse a flote porque falta el agua corriente o se cae por horas el fluido eléctrico, algo común en Venezuela.

«Hay veces que siento que no he hecho todo lo que debería y recuerdo que estoy empezado, que llevo tres meses en esto, entonces estoy tranquila», asevera.

Hace apenas un mes, los amigos Carlos Bonilla, Nicolás López y Armando Alfonzo vencieron sus temores y abrieron Capital Burguer, un negocio que se proyectó antes de que el covid-19 enfermara a más de 100.000 venezolanos y matara a más de un millar.

«Siempre hay un riesgo y obviamente un poco de miedo», dice Alfonzo a Efe sobre emprender en Venezuela, un país que atraviesa por la peor crisis económica de su historia moderna

«Siempre hay un riesgo y obviamente un poco de miedo», dice Alfonzo a Efe sobre emprender en Venezuela, un país que atraviesa por la peor crisis económica de su historia moderna.

De acuerdo con el joven, no solo el ánimo de lucro les inspiró a emprender, sino también el gusto compartido por el «concepto americano» de vender hamburguesas, un alimento de goza de alta popularidad entre los venezolanos.

«A nosotros tres nos gustan las hamburguesas, el concepto americano, y veíamos que aunque hay muchos negocios de hamburguesas no había uno que representara lo que es el negocio americano como tal: hamburguesas, papas fritas y merengadas y quisimos entrar al mercado», señala.

Al igual que a Top Pastries, a Capital Burguer se llega a través de las redes sociales. Allí se conoce la oferta gastronómica y se ordenan los pedidos. Jóvenes en motocicletas suelen hacer los repartos.

Este modelo, que repiten cientos de nuevos negocios, ya se conocía en Venezuela antes de la pandemia, pero apenas si se aplicaba. Ahora, con las restricciones a la movilidad y la imposibilidad de acudir a lugares cerrados, ordenar y recibir en casa se ha vuelto una norma.

«El mercado venezolano está cambiando, el delivery -reparto- llegó para quedarse. La gente sigue pidiendo y esperamos que cuando termine el tema de la pandemia queden los dos sistemas de negocio, tanto el reparto como ir a comer en el sitio», agrega Alfonzo.

Cualquier viandante desprevenido pensaría que la economía venezolana dejó atrás sus problemas si paseara por algunas zonas de Caracas, donde abren nuevos restaurantes, concesionarios de vehículos de lujo, tiendas de ropa y bodegones de productos importados, uno de los signos de este periodo en el país caribeño.

«La economía va a tener una caída de 1,5%, y eso porque ya estamos en el foso, no podemos caer más», dice el analista

Pero el economista Jesús Casique alerta que los problemas de la economía venezolana no han disminuido y, además, se agudizarán este 2021.

«La economía va a tener una caída de 1,5%, y eso porque ya estamos en el foso, no podemos caer más», dice el analista a Efe tras indicar que el país carga a cuestas con 38 meses de hiperinflación y una contracción acumulada de 81,2 %.

Así, Casique cree que estos negocios mejoran economías familiares, pero poco hacen por la del país, altamente dependiente de la industria petrolera.

«Los bodegones, los restaurantes y los camiones de hamburguesas no van a reactivar el aparato productivo -la industria petrolera, la manufactura-, que es el motor de la economía», indica.

Como ejemplo, apunta que en 1999, cuando el chavismo subió al poder en Venezuela, el país contaba con 11.198 empresas manufactureras. En 2019, la cifra apenas superó las 2.800.

«Más allá de estas nuevas empresas, hay que ver el tejido industrial. El sector privado está muy golpeado por las políticas gubernamentales», insiste.

«Más allá de estas nuevas empresas, hay que ver el tejido industrial. El sector privado está muy golpeado por las políticas gubernamentales»

Pero las advertencias de Casique no rebajan el entusiasmo de los dueños de Capital Burguer, que sueñan con el fin de la pandemia para hacer giras y poner en marcha otro camión, con llevar sus hamburguesas a cada rincón del país.

Aunque otros como Santana prefieren soñar con emigrar, un paso que ya han dado unos cinco millones de venezolanos para huir de la acuciante crisis que traviesa el país.

«No quiero sonar pesimista, pero no quiero estar aquí. Me gustaría estar afuera, trabajando en lo que me gusta, pero afuera». Con su negocio, claro está. Sabe que un paso como este le costará mucho esfuerzo, pero a sus 21 años se permite soñarlo.

 

 

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