Cultura y ArtesEntrevistasMúsica

«En Cuba, cuando se apagan las luces el artista vuelve a la desolación y la miseria»

La joven soprano Zoylin Rose dejó su precaria vida como cantante en la Isla para emigrar a Chile

Una voz cubana se escucha en las calles de la ciudad chilena de Concepción. Es la soprano Zoylin Ibarra, rebautizada por esos lares con el nombre de Zoylin Rose, quien ameniza la dura crisis de covid-19 en un país a más de seis mil kilómetros de la isla donde nació. Talento prometedor para el arte lírico nacional, la joven optó por emigrar en busca de oportunidades.

En esta entrevista para los lectores de 14ymedio, la cantante aborda varios momentos de su vida artística, su decisión de salir de Cuba y sus expectativas profesionales.

P. ¿Cómo fue el proceso que la llevó de los teatros habaneros a las calles chilenas?

R. Emigrar es solo para valientes. Desprenderme de mis raíces, de mi familia y de mis amigos fue una decisión bastante controvertida pero que con el agravamiento de la situación en Cuba se fue haciendo más sencilla. Decidí no vivir bajo tanta incertidumbre y tanta manipulación. Cuando uno sale tiene ganas de comerse el mundo y después aparecen las condicionantes que no lo permiten por ser migrante. Pero entiendo que eso no es culpa de este país, sino del mío, porque si mi país fuera tan bueno como ellos lo pintan, nadie emigraría.

P. Más allá de las luces y el escenario, ¿cómo fue su vida en Cuba?

R. Ciertamente era hermoso cantar en los teatros más grandes y reconocidos de mi país. Pero nadie se imagina la impotencia de tener que quitarme el vestido de gala, los tacones y el maquillaje para salir a esperar un ómnibus que me llevara de pie, sudada y con una bolsa cargada de ropa, zapatos y maquillaje hasta el cine Lido para de ahí seguir hacia San Antonio de los Baños, muchas veces en la madrugada.

«Miguel Díaz-Canel y Eusebio Leal me regalaron ramos de flores en reconocimiento por mis presentaciones, pero ninguno movió un dedo para ayudarme con mi evaluación artística»

La vida de un artista en Cuba es dura. Es como vivir un trastorno de la personalidad severo, donde encima de un escenario con las luces y los vestidos te sientes como una celebrity, aunque a veces solo se tiene un huevo hervido en el estómago, y cuando se apagan las luces el artista vuelve a la desolación y la miseria.

P. Estuvo a veces invitada a celebraciones oficiales y fiestas cercanas al poder en Cuba ¿Cómo se sintió entonces?

R. En ocasiones, Miguel Díaz-Canel y Eusebio Leal me regalaron ramos de flores en reconocimiento por mis presentaciones, pero ninguno movió un dedo para ayudarme con mi evaluación artística. Era frustrante tener que cantar para hacer felices a los que tan miserable hacían a todo un pueblo. Me sentía como un títere.

P. ¿Cómo fueron sus primeros pasos en la música?

R. Desde los cinco años comencé mi formación como cantante. Hoy agradezco no haber optado por una escuela vocacional de arte, pues si bien tendría un poco más de basamento musical, no tendría ortografía ni la cultura general que tengo. Además, sería una cantante más técnica y menos artista de alma. Con ocho años ya estaba cantando el Ave María de Schubert en su tono original y con nueve, el Oh mio babbino caro de Puccini.

 

Zoylin Rose pasó de cantar en los teatros más grandes y reconocidos de Cuba a brindar su arte en las calles chilenas. (Cortesía)
Zoylin Rose pasó de cantar en los teatros más grandes y reconocidos de Cuba a brindar su arte en las calles chilenas. (Cortesía)

 

P. A pesar de ese talento el camino para obtener una «evaluación» profesional fue difícil, casi imposible de completar…

R. Cuando llegó el momento de que reconocieran oficialmente mi trabajo comenzaron las frustraciones. Veía «cantantes» que se llamaban a sí mismos profesionales, sin embargo para mí no había la posibilidad de obtener una evaluación. Una vez me ofrecieron pagar por una plaza en una empresa de representación artística y me indigné. Dije que no iba a pagar por algo que me merecía por esfuerzo propio.

P. ¿Se arrepiente de haber emprendido el camino de la emigración? ¿Hay posibilidad de un regreso a la Isla?

R. ¿Arrepentirme? Para nada. Hoy vivo en una nación que me hizo libre, que me dio la posibilidad de independizarme con mi pareja, donde mi talento es escuchado y aplaudido sinceramente. A Cuba volvería, sin duda alguna, pero el día que sea el país que merecen 11 millones de cubanos que ahora se tienen que tragar sus ideas día a día.

«Vale más que cantar para un público lleno de los opresores que no dejan a mi pueblo respirar»

Cantar en las calles de un país que me abrió sus puertas, donde la gente de todo tipo reconoce mi trabajo con un sincero aplauso, vale más que cantar para un público lleno de los opresores que no dejan a mi pueblo respirar. Aquí puedo pagar con mi trabajo la casa donde vivo y decidir qué como. En Cuba, no.

P. ¿Chile, un destino a largo plazo?

R. De momento no veo a Chile como un país para vivir a largo plazo, pero es mucho mejor que estar en Cuba, aunque ciertamente extraño la calidez de mi pueblo y su gente, a mi familia por supuesto y a mis amigos.

P. ¿Por qué la música puede ser importante en medio de esta pandemia?

R. La música inspira, estimula la creación y la transformación de nosotros mismos, se vuelve imprescindible para tantas personas que lidian con la incertidumbre de un virus que puede ser letal. Ahora mismo, es mucha la presión, y la música –al menos por un momento– nos saca de la triste realidad que estamos viviendo, tanto al que la hace como a quien la disfruta.

P. ¿Alguna pieza en especial por la que querría quedar en la memoria del público?

R. Quiero ser recordada con El ruiseñor de Ernesto Lecuona: un ave que canta trinos inigualables y que tiene que ser libre.

 

 

Botón volver arriba