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“En Isnotú no hay médico”

“En  Isnotú no hay médico y mi puesto está allí”, escribe José Gregorio. ¿Por qué y para qué? “Para aliviar los dolores de la gente humilde de nuestra tierra”. El “no hay” lo mueve a ofrecer su propia vida para que otros la tengan. Nació y se crió  en tiempos de carencias: en Isnotú no hay médico, ni escuela, ni cura… Antes de los nueve años pierde a su madre… A  esas privaciones de niño se añaden las carencias nacionales y las de su Iglesia católica, en una Venezuela pobrísima diezmada por las guerras y el paludismo. No era un mundo de oportunidades fáciles, sin embargo hoy celebramos la inmensa bondad y fuerza transformadora de este médico trujillano.

Cuando José Gregorio tenía diez años, el Ilustre Americano Guzmán Blanco sintió que liberaba al país del atraso al ahogar a la Iglesia “oscurantista” con la decisión dictatorial de desterrar a los obispos, cerrar todos los seminarios formadores de sacerdotes, prohibir todas las congregaciones religiosas masculinas y femeninas, arrebatar a la comunidad católica sus medios de autofinanciamiento y aplicar el “exprópiese” de algunos templos y conventos.

El NO que despierta al SÍ.  Vivimos una Venezuela en descomposición y con el modelo actual no tiene futuro. Basta  el olfato y los ojos abiertos para  sentir el hedor y ver ruinas por todas partes. Por esto la beatificación de José Gregorio Hernández ha sido particularmente significativa porque en él brilla el secreto de cómo el NO provoca su respuesta afirmativa de santidad y transformación de su vida y realidad circundante: No hay médico, pues ahí está mi respuesta para aliviar los dolores de la gente humilde; para eso me formaré. Él aprende de Jesús de Nazaret a responder con vida donde hay muerte. El “NO tienen vino” en las bodas de Caná provocó el primer milagro de Jesús, el “NO tienen comida” condujo a la multiplicación de los panes. Así ante el No tienen salud, NO pueden caminar, NO ven, NO tienen esperanza… Jesús siente que debe activar su identidad: el amor radical del Padre que responde a esas necesidades, superando prohibiciones religiosas, políticas y culturales hasta dar la vida, pues “nadie tiene más amor que el que da la vida por otro” y “ustedes son mis amigos”.

A José Gregorio su voluntad de servir como médico lo llevó a estudiar en Caracas y a buscar en París la especialización que no había aquí. Así mismo el vio cómo nacían y empezaban a florecer en Venezuela las congregaciones religiosas, que habían sido exterminadas y prohibidas. Rojas Paúl permitió el surgimiento de congregaciones religiosas, unas  nativas  y otras “importadas”. Todas en respuesta a grandes carencias: Nace en 1889 la congregación de las Hermanitas de los Pobres de Maiquetía, primera congregación fundada en Venezuela, y llegan de Francia las Hermanas de San José de Tarbes buscadas por el gobierno para administrar el Hospital Vargas,  primer gran hospital público próximo a inaugurarse. También el gobierno busca y consigue  en España  jóvenes voluntarias Hermanas de la Caridad de Santa Ana con la locura evangélica de venir a la isla de la Providencia del Zulia, para  servir a leprosos que nadie quiere cuidar. En 1902 en Altagracia de Orituco jóvenes se ofrecen voluntarias por Jesús a atender a cientos y cientos de hombres heridos, enfermos, moribundos, restos de la Revolución Libertadora y de la batalla final en La Victoria, la más larga y de más muertos en toda nuestra historia.  Veneramos a la  beata Candelaria de San José como cabeza de ese grupo y fundadora de las Carmelitas venezolanas.

Hoy Venezuela no saldrá del actual desastre sin que millones de venezolanos nos  activemos con ese mismo espíritu llamados a reconstruir el país.

 

 

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