Cultura y ArtesDerechos humanosDictadura

En la noche, una patria es posible

La Cuba posible, distante de su noche tenebrosa, se teje en el silencio de la rebelión que no tiene marcha atrás

Cada vez que la isla entra en la penumbra, es un lugar común citar el poema “Dos patrias” de José Martí, que comienza con un verso tan misterioso, especulativo y desafiante: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche”.

Lpoesía pertenece a su libro “Flores del destierro” y hay otros momentos en el mismo que sostienen una vigencia extraordinaria con los acontecimientos que consumen la capacidad de rebeldía de mis compatriotas:

“Está vacío mi pecho, destrozado está y vacío en donde estaba el corazón. Ya es hora de empezar a morir”.

Este llamado a la inmolación termina, sin embargo, con una nota pesimista sobre la isla en sí para la cual Martí no parece encontrar sosiego:

“Muda, rompiendo las hojas del clavel, como una nube que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa…”

Todavía se estudia si nos merecíamos un intelectual de semejante calibre con el compromiso épico de la independencia nacional.

Bajo cualquier circunstancia, mientras se dilucida tal incógnita, es bueno contar con su impronta a la hora de zanjar los quebraderos no resueltos de la isla.

Luego de la rebelión del 11 de julio, el régimen mantiene a buen recaudo a intelectuales y artistas que pueden hacer mella en su herrumbrosa coraza imperturbable y criminal.

La dictadura no cree en ruego de madres para que liberen a sus hijos, detenidos en mazmorras por pensar diferente y aspirar a un país para todos.

Es patético constatar la abundancia de cómplices de la represión entre jóvenes disfrazados de modernidad, gente al parecer decente, vecinos de barrio, pero que se transfiguran en animales ante el primer incidente que le provoquen sus congéneres inconformes, totalmente desprotegidos.

Parecen haber recibido la siniestra orientación de que cuando no obedezcan los potenciales rebeldes, comiencen a ladrarles como perros salvajes.

La tiranía ha reforzado su violencia comunitaria mediante tácticas donde combinan varios componentes de su aparato de miedo.

Las artistas Katherine Bisquet y Camila Lobón son interceptadas a la salida de su edificio cuando intentaban acudir a una muestra de apoyo al intelectual Hamlet Lavastida, detenido desde hace casi dos meses.

Primero se persona una sombría mujer uniformada del Ministerio del Interior, quien les dice, abiertamente, que no pueden salir a la calle. Luego, al fondo, cruza la imagen de un policía vestido de azul como chequeando el suceso y, por último, aparece el joven atildado, con ropa que tal vez ha comprado gracias al envío de remesas de sus parientes en Miami, quien hace un primer esfuerzo para que las jóvenes obedezcan tantas sinrazones. Cuando no logra convencer a las muchachas, les dice que están detenidas.

En lo que un artista y pensador de estatura internacional como Lavastida continúa detenido, por casi dos meses, prácticamente ignorado en los foros culturales y de derechos humanos mundiales, su colega Kcho, quien se caracteriza por una incontinencia verbal obscena, ha dicho que en los alrededores de su estudio todo estaba tranquilo el 11 de julio y que las cinco vacunas cubanas contra la pandemia no solo salvarán a la nación, sino al resto de los países de América Latina. “La Revolución cubana es el futuro, siempre es el futuro, no hay de otra”, afirma Kcho en su impudicia.

La prensa cultural oficial de la dictadura publica a un activista que resume la esencia de los embustes echados a correr por el aparato propagandístico del partido. No desestimen su chapucería, este sainete ideológico está acuñado por las autoridades. Es curioso, sin embargo, cómo no puede dejar de mencionar, a su manera, el subversivo lema “Patria y Vida”:

“Salir a defender la Revolución con las armas del honor y no asustarse frente a delincuentes convertidos en los nuevos esbirros del capital fue la decisión difícil de los héroes del 11-12 de julio. Ser un policía, un soldado de la Patria de uniforme —jóvenes en su inmensa mayoría—, blanco de la furia y el odio pagado por el imperio, fue el servicio de Patria y vida que asumieron nuestros combatientes y cadetes del MININT y las FAR, y junto a ellos y ellas, la solidaria posición del pueblo revolucionario que peleó la paz y la dignidad agredida, y decidió la victoria con su valor y decisiva correlación de masas”.

El régimen no respeta la disensión, bajo ningún argumento. No entiende de diálogos y es admirable como las nuevas generaciones de artistas e intelectuales asumen la responsabilidad de lidiar con tantas limitaciones y obstáculos, sobre todo, mediante la amplificación de sus conceptos y declaraciones en los medios sociales.

Las anteriores generaciones, agobiadas por el terror con el cual han convivido por décadas, sin chistar, se mantienen en silencio cómplice u optan por alguna declaración que les hacen firmar, para garantizar sus misérrimas prebendas.

La tiranía piensa haber ganado el diferendo con su propio pueblo. La penumbra de la pandemia los mantiene en una encrucijada peligrosa, solo les queda apagar los fuegos de su impericia y maldad.

La Cuba posible, distante de su noche tenebrosa, se teje en el silencio de la rebelión que no tiene marcha atrás.

 

 

Botón volver arriba