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En política todo vale, menos hacer el ridículo

Las réplicas de la estrepitosa fractura del PP vasco se escucharán sin duda en otras regiones españolas

Debe ser verdad lo que afirma el biólogo Ed Gillespie, que la humanidad se enfrenta a una crisis existencial no conocida hasta ahora. Uno ve lo que pasa cerca de nosotros, o sea, en el primer mundo, y hay motivos para la inquietud. Pero las crisis nunca llegan solas. Será existencial, climática, sanitaria. Y lo será del miedo y la desconfianza. Y sobre todo, la crisis no hace falta que sea, ya es política. También en España. (Iba a escribir país, pero miren, llamaré a las cosas por su nombre).

Que la política vive momentos de crisis y descomposición da idea la manera bobalicona y estéril en que los de Pablo Casado dirimen sus discrepancias. Les aseguro que la resurrección política de Carlos Iturgaiz, lejos de ser un golpe de efecto, es un contradiós político que hasta el domingo por la mañana no estaba en la cabeza de nadie de la calle Génova.  El movimiento da una idea certera del nivel de este nuevo PP.  Se puede uno equivocar, desde luego, pero que el error comience desde la propia improvisación sólo puede ser un disparate que no saldrá gratis.

Lo de Iturgaiz me recuerda a la manera en que el infame presidente del Barça quita y pone entrenadores. Al final, después de que le dijeran no varios preparadores, encontró a Quique Setién, al que sacó de la cola del paro y de la vida contemplativa. «Ayer paseaba en mi pueblo con las vacas y hoy entreno a los mejores del mundo», llegó a decir el entrenador tras su contratación.

Alonso e Irturgaiz: Los dos son del PP, y vienen de un PP en el que los matices no existían. Aznar se los cargó. Rajoy los despreció

Pues eso mismo. Este domingo el desahuciado Iturgaiz hacia sopas de letras en su casa y hoy es el candidato a lehendakari. ¿Quién explica esto? Poco importa el debate de cartón sobre las diferencias entre Alfonso Alonso y el nuevo candidato. Seguramente llegaríamos antes a las similitudes que a las divergencias. Para empezar, los dos fueron sorayistas, luego estuvieron enfrentados a Pablo Casado. Y los dos son del PP, y vienen de un partido en el que los matices no existían. Aznar se los cargó. Rajoy los despreció. Y Casado los sustituyó por el guante de seda, o sea el dedo que apunta, nombra, desnombra y aparta con pulcritud y educación. Ya es algo.

¿No tenía otra cosa mejor que hacer este Partido Popular que bascular, según los días, entre el temor de ser lo que es y lo que busca ser y uno encuentra? ¿No han podido esperar a hacer este ejercicio temerario de mostrar las vergüenzas antes de unas elecciones que, de salir mal, marcarán a Pablo Casado el inicio de una crisis que le puede salir cara?

Réplicas de la ruptura

No sé quién tiene la culpa del disparate. Supongo que los dos, Casado y Alonso, y entre medias Teodoro García Egea, ese dirigente murciano que cada vez que habla recuerda que para pasar de las provincias al foro madrileño hace falta algo más que ser amigo del jefe. A menos de dos meses de las elecciones vascas, el PP se rompe en el País Vasco, y las réplicas de esa ruptura tendrán sus réplicas en otros sitios. Por ejemplo en el grupo parlamentario, donde se han enterado, como en tiempos en los que Alfonso Guerra destituía y nombraba, por los periódicos.

-‘Alfonso estaba condenado desde el minuto uno en que llegó al poder Casado. Nunca se tragaron, lo que se dicen uno al otro en pequeños cenáculos no es para reproducir en público’, me decía el domingo por la noche alguien muy cercano al político destituido, que ahora prepara maleta y traslado porque se queda en la calle.

Si algo no quieren los electores es enfrentarse al dilema de votar a partidos divididos. Si algo descartan es participar en un ejercicio de intereses nada claros que se llevan por delante en un instante la historia del partido. Es de primero de política: No se puede pedir el voto cuando el mensaje que lleva el PP es riña y cuentas pendientes. A Casado le dejó tocado el adelanto electoral de Urkullu, y por eso Alonso se libró de la destitución, de la misma manera que Juanma Moreno en Andalucía. Alfonso Alonso jugó sus bazas con la torpeza propia de un becario. Los pulsos se echan cuando se pueden ganar. A su tiempo. Sin prisas. Por un momento creyó que él era el Núñez Feijóo del País Vasco y ahí se jodió él, el PP vasco y lo que se lleve después por delante esta historia. Desde el PP dicen que han elegido a Iturgaiz por su patriotismo. ¿Sólo? Los excesos de patriotismo siempre resultan indigestos, y si no cojan la Historia de España desde el XIX y verán.

Sánchez se fuma un puro

No me extraña que Pedro Sánchez -el de los 120 escaños-, se esté fumando un puro mientras uno se pregunta qué opinión tiene el PP de que Pablo Iglesias, un amigo de Venezuela e Irán, tenga silla en el CNI, que Suiza haya rechazado transferencias sospechosas procedentes de Venezuela  a Raúl Morodo, que el número dos de Pablo Iglesias se reúna con “la ministra” del Frente Polisario, que Torra provoque a Sánchez al pedir que Junqueras y Puigdemont lideren la mesa de negociación, que los tractores bloqueen las autopistas…

¿Puede ser peor lo del PP vasco? La coalición con Ciudadanos le ha costado a Alonso el cargo de candidato. A las pocas horas Iturgaiz, se estrenaba ayer con un llamamiento a “aunar fuerzas con Vox”. Que Dios les conserve la vista. Y la inteligencia que les vaya quedando.  Esto en el PP. En Ciudadanos, Igea y Arrinadas montan un espectáculo frente a la prensa sobre si hacen o no públicos los mensajes que se han mandado.¿Dije que Sánchez se fuma un puro? Pongan dos. Un Montecristo y un Hoyo de Monterrey. ¡Qué manera de disfrutar con 120 escaños!

 

 

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