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Enanismo mental antitaurino

El cacao de las chicas de Igualdad es total: en vez de velar por los derechos de los discapacitados, los recortan

Prohibir palabras es progre. Algunos creen que la rosa no tiene espinas si se nombra sin espinas. Por eso ahora no se puede decir ‘enano’, hay que decir ‘persona con acondroplasia’ o ‘de talla baja’. Platón ya nos alertó de que hay que vigilar a los poetas. El gimnasta Zapata sucumbió al imperio de la corrección política y se refirió a sí mismo en una entrevista como «persona de color». Su comadre, la saltadora Ana Peleteiro, le corrigió sin complejos: «¿Qué dices de color? ¡Somos negros!». Hoy las palabras necesitan visado gubernamental, el sello de un funcionario, para estar permitidas, de manera que existen decenas de colectivos subvencionados que hacen barridos para denunciar expresiones que, según los paniaguados, denigran a quienes padecen estigmas sociales. Los seguratas léxicos son como los porteros de discoteca: no analizan el contexto, sólo ejecutan la orden. No piensan, sólo actúan.

La ministra Belarra, nueva cima de la pamema podemita, y la consejera de Igualdad de la Junta de Andalucía, Rocío Ruiz, epítome de la inanidad de Ciudadanos, han prohibido el espectáculo de los enanitos toreros arguyendo, sin habérselo preguntado a sus protagonistas, que veja a las personas con displasia ósea. En ese cartel taurino hay dos palabras intolerables: enanitos y toreros. Y también hay un barullo ideológico. En la medida en que Belarra y Ruiz son antitaurinas, ¿quién tiene prioridad para la protección en este caso, el toro o el torero? Sigo: ¿no es mejor que la defensa de la dignidad de estas personas la abandere gente que no promueva el aborto como solución para erradicar la acondroplasia? Yo creo que antes de abordar esta polémica, Belarra y Ruiz tienen que resolver sus contradicciones durante un fin de semana en un balneario. Pero mientras se aclaran, pregunto más. ¿Necesita un adulto la tutela del Gobierno para ejercer su profesión? No nos despistemos. Lo que está en riesgo no es la dignidad de los cómicos ni la del toro, es la libertad. Palabra mayor.

En el cacao mental de estas mujeres hay una incongruencia majadera. Desde instituciones dedicadas al fomento de la igualdad han prohibido a un grupo de personas ejercer su profesión libremente por razón de su condición física. Es decir, han practicado la desigualdad. Y eso me lleva a una última pregunta, por supuesto retórica: ¿protegen el enanismo o persiguen el toreo? Este es el problema de acaparar todas las banderas, que no caben en la mano y hay que soltar una para coger otra. Yo soy taurino y no me gusta el espectáculo de los enanitos. Me genera tristeza. Prefiero llorar con Aguado porque la emoción llora mejor que la pena. Pero me gusta menos el enanismo mental de los bardos de la prohibición. La igualdad y la libertad pueden ser todo o nada. ¿Qué sería tu nombre sin ti?, se preguntó el poeta Ángel González. Tal vez la respuesta la tiene Juan Ramón Jiménez: ¡No le toques ya más, que así es la rosa!

 

 

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