Encuentro Humanista – PDVSA: construyendo unidad y ciudadanía
Editorial del número siete (Octubre-noviembre) de la revista Encuentro Humanista
No se puede hablar de la historia de la democracia venezolana sin mencionar el Pacto de Puntofijo, documento formidable, de apenas tres páginas, donde tres ilustres venezolanos, conductores políticos que deseaban enrumbar a Venezuela por la senda democrática luego de la dictadura perezjimenista, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, plasmaron de forma clara y concisa sus planes de unidad democrática luego de que los venezolanos ejercieran su derecho al voto en diciembre de 1958.
Cualquiera que fuera el ganador de las elecciones los otros lo apoyarían. Y el Gobierno que surgiera de la voluntad popular estaría integrado por representantes ilustres de las tres organizaciones políticas.
Ya para ese momento Venezuela era un productor importante de hidrocarburos en el mundo. Menos de dos años después se fundaría la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en Bagdad (Irak), con el venezolano JUAN PABLO PÉREZ ALFONZO como figura señera.
Si el Pacto de Puntofijo fue la afirmación escrita del deseo de unidad entre organizaciones y liderazgos plurales con el fin de darle un impulso inicial y fortalecer la democracia en tierra venezolana, el petróleo simbolizó la herramienta financiera fundamental que hizo posible ese sueño de progreso general.
Y toda Venezuela se unió tras ese anhelado proyecto. No una Venezuela de tradición golpista, ni las huestes del castro-comunismo que hicieron por esos primeros años, en la década del sesenta, todo lo posible por destruir la libertad que tanto había costado lograr.
La Venezuela que durante décadas abrazó ese proyecto de progreso en libertad fue la de Bolívar, Andrés Bello y Miranda, la de Urdaneta, Páez y Sucre. La de Juan Germán Roscio, Fermín Toro, Cecilio Acosta y José María Vargas. La de Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, y Jóvito Villalba.
En el tercer Gobierno democrático, el de Rafael Caldera, estaba claro que la industria petrolera pasaría muy pronto a manos venezolanas, y ya el 1º de enero de 1976, en el pozo Zumaque nº 1 en el campo Mene Grande del estado Zulia, el presidente Carlos Andrés Pérez proclamó ante el país la nacionalización de los hidrocarburos y entró en vigencia la ley de nacionalización.
Pocas veces un acto de Gobierno ha recibido el apoyo unánime de toda la nación como el acto en que se nacionalizó la industria de hidrocarburos. Pocas veces ha sentido el liderazgo político la sonrisa de apoyo, de aliento y de comprensión de millones de venezolanos que vieron cómo un viejo anhelo por fin se lograba.
Y ese orgullo se expandió con el paso de los años, cuando PETRÓLEOS DE VENEZUELA, S. A. se convirtió en una de las empresas de hidrocarburos más importantes del mundo, con un personal netamente venezolano que demostró la gran capacidad gerencial y administrativa que se estaba dando en Venezuela.
PDVSA simbolizó por años la unidad nacional en torno a metas posibles y ambiciosas, una unidad meritocrática, de avances paulatinos y consolidación constante de la industria.
Gracias a los resultados de esa industria petrolera 100% criolla el país se nutrió de escuelas, de universidades, de hospitales, de centros culturales. Gracias a ella la democracia venezolana fue por años ejemplo y guía en la región, y le dio generoso apoyo a países hermanos que luchaban por su libertad.
Pero, por sobre todo, ese grupo humano que dirigió nuestra industria, y del cual nos enorgulleceremos siempre, pudo hacer posible el logro de la construcción de una sociedad de ciudadanos libres, autónomos, con sueños y esperanzas que eran posible de alcanzar.
En Encuentro Humanista queremos dedicar a este número a recorrer el camino petrolero victorioso inicial, de los logros de la república civil, pero por sobre todo a estudiar y vislumbrar caminos para que los hidrocarburos, que siempre han abundado de forma generosa en nuestra naturaleza, puedan contribuir a levantar de nuevo a un país y a una sociedad anhelante de bienestar y paz.