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Encuentro Humanista: Un mundo en llamas, y la opción de ser pueblo

Nota Editorial de "Encuentro Humanista"

 

El Papa Juan XXIII, en su encíclica «Mater et Magistra» (Madre y maestra, 15 de mayo de 1961), en la que abordaba los urgentes desafíos de entonces en los diversos temas sociales, afirma que «el más grave peligro ha sido el olvido del hombre». El olvido del hombre…de un hombre que debemos considerar en su totalidad, como «un ser completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad».

En este nuevo siglo y milenio el hombre está siendo sometido a ataques de todo tipo desde una visión cultural conformada por un materialismo exacerbado y recubierto de un cada vez más indignante manto relativista.

Por otro lado, en el caso venezolano -y latinoamericano- los actores de la política dan pleitesía a analistas que reducen la realidad a balanzas de pagos, modelos matemáticos sofisticados, teorías económicas que repiten hasta el cansancio un mensaje cada vez menos subliminal: el hombre es un ser de pasiones y emociones fundamentalmente materiales que deben ser satisfechas desde un poder vertical que abusa de palabras que en el pasado tuvieron otro sentido: democracia, libertad, igualdad, solidaridad, comunidad.

Lo peor es que siempre el resultado es más circo que pan.

Y muchos medios de comunicación y las omnipresentes redes sociales le rinden culto al nuevo dios relativista y materialista.

Vivimos en una selva donde cada persona debe buscar salvarse como pueda. Por ello tenemos derecho a preguntarnos ¿se puede hablar de una verdadera democracia si la misma se centra en valores materialistas? ¿Puede hablarse del «arreglo» del país sin instituciones realmente democráticas?

La siempre mencionada «división de poderes» es cada vez más mítica que real en nuestros países, con líderes que no solo no la defienden sino que más bien buscan controlar todos los poderes.

Para ello, no se vacila en violar, cambiar o modificar al antojo de los protagonistas partidistas de la política las constituciones. Las cartas magnas en América Latina no se respetan, ni se interpretan, simplemente se manipulan. En el caso venezolano se atestigua hoy un absoluto desprecio por la constitucionalidad.

El venezolano, antiguo ciudadano devenido hoy en átomo solitario empobrecido, es -junto al cubano y al nicaragüense- un ser olvidado por quienes deberían velar por su bienestar.

Como si la política fuera una rama de la literatura de ficción, se subordinan todos los aspectos éticos y humanos a los designios y caprichos de liderazgos vergonzosamente carentes de una moral centrada en el respeto de la dignidad de la persona.

Liderazgos cuyo peor enemigo son ellos mismos.

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El mundo está en llamas. Y no solo por el ataque putinista a Ucrania. Por todas partes vemos que el liderazgo político del siglo XXI se alimenta de insaciables ambiciones por parte de unos jefes partidistas que ya no se reconocen en ideas sino en apetencias infinitas de poder material. Y la persona humana es un mero medio para ello.

¿Cuántos miles de rusos y ucranianos han fallecido por las pesadillas infernales de Vladimir Putin? ¿Cuántos ciudadanos chinos han muerto -y seguirán muriendo- porque la actual y monstruosa reencarnación del liderazgo maoísta juega con las vidas de sus compatriotas al no reconocer los gravísimos errores ante la pandemia que se originó en dicho país?

Las instituciones deben estar siempre por encima de los liderazgos. Cuando los liderazgos fallan, las instituciones crujen.

Las democracias, hoy bajo intenso ataque, o se defienden o entran en grave peligro. Por desgracia, ellas no tienen vocación de eternidad. El mero hecho de que existan no es garantía de nada. No se trata tampoco de reinventarlas; las libertades no se reinventan, se defienden contra sus enemigos, que siempre están alertas.

Hoy las democracias enfrentan diversos ataques desde las hordas relativistas, que quieren pervertir a la persona humana, pasando por los diversos populismos, de izquierda y derecha, que buscan consagrar a nuevos caudillos, mesías y Führers.

Se necesitan ciudadanos comprometidos, responsables, defensores a carta cabal de las instituciones democráticas y comunitarias, de los valores que pongan al hombre como centro de la actividad política, económica y social.

Se necesitan liderazgos políticos y sociales dispuestos a esa inmensa tarea.

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Una pregunta central que buscamos responder en este número de Encuentro Humanista es: ¿Qué caracteriza a un liderazgo centrado en valores humanistas?

Angela Merkel puede ser considerada la última líder mundial que buscó hacer una política centrada en valores del humanismo; luego, desde hace un año, ante la invasión de Putin a Ucrania, hizo una aparición sorprendente el presidente ucraniano Zelenski. Con su ejemplar valentía, no ha vacilado en defender desde los valores humanos más centrales a sus ciudadanos su cultura, su historia y un futuro en libertad. Reducir sus miedos y tribulaciones renovando esperanzas.

Por el contrario, el liderazgo de Putin es el retorno de los antivalores del leninismo y del estalinismo, que por desgracia caracterizan hoy a buena parte de la izquierda revolucionaria planetaria.

Reafirmémoslo una vez más: la verdadera democracia no puede existir sin tener, como afirman Maritain y las enseñanzas de la doctrina social de la Iglesia «al hombre, la persona humana» como centro.

Recuerda monseñor Ovidio Pérez Morales en la entrevista de este número que Venezuela, ante tanto militarismo en su historia, tuvo desde sus inicios notables líderes civiles: Roscio, Bello, Vargas, Cecilio Acosta, Fermín Toro -solo para mencionar el siglo XIX-. La historia de Venezuela pareciera ser una permanente tensión entre un liderazgo centrado en la civilidad, en el «hombre justo» de Vargas, y un caudillismo frecuentemente de uniforme militar. Hoy Venezuela parece estar atada a un caudillismo basado en los antivalores de la desunión y de la ambición de poder individualista.

Ante ello, saludamos las palabras de Mons. Jesús González de Zárate, Arzobispo de Cumaná y Presidente de la CEV, durante la instalación de la CXIX Asamblea Ordinaria Plenaria de la Conferencia Episcopal Venezolana, el sábado 7 de enero de 2023, donde destaca que “Lo que pasa en Venezuela forma parte de lo que pasa en un mundo que está viviendo no solo una época de cambios, sino un cambio de época, y en el que resulta un lugar común hablar de crisis”; asimismo, que “hemos hecho la opción de “ser pueblo”, de estar cerca del pueblo, de no abandonar al pueblo. De permanecer al lado de los más pobres, consolar a los afligidos, curar los corazones heridos, educar e iluminar las conciencias, elevando nuestras voces en defensa de los derechos humanos y recordando con insistencia los principios éticos y morales por los que todos debemos regirnos”.

Cada uno en su circunstancia, liderazgos como los de Merkel y Zelenski optaron por «ser pueblo».

Asimismo, los nuevos liderazgos venezolanos que urgentemente necesitamos que emerjan para encabezar las luchas por la libertad y la democracia tienen que tener esto claro: ni rendición ni cohabitación; deben ser pueblo.-

 

 

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