Enrique Krauze: “El PRI de Peña Nieto ha sido una gran decepción”
El historiador Enrique Krauze alerta sobre la descomposición moral de México, el fracaso ético del presidente y el riesgo del «caudillismo» de López Obrador
Corrupción, violencia e impunidad. México vive en el desaliento. El historiador Enrique Krauze (Ciudad de México, 1947), una de las voces más respetadas de Latinoamérica, ha decidido dejar por un momento el pasado y diseccionar el presente. Sus conclusiones, expuestas en un demoledor ensayo en la revista Letras Libres, no dan margen a las alegrías. Los tres últimos presidentes fracasaron, la descomposición moral avanza y el caudillismo mesiánico acecha. Pero la nación aún tiene una salida. Sus jóvenes. Ha llegado la hora, según Krauze, del relevo generacional.
Pregunta. ¿Ha fracasado el proyecto democrático que se inició en 2000?
Respuesta. No, pero las esperanzas que tuvimos fueron excesivas e ingenuas. Ahora estamos decepcionados.
P. ¿Y por qué no culminó con éxito ese proceso?
R. Creímos que el voto y su magia iban a resolverlo todo. Pero las inercias, los intereses creados y los poderes lícitos e ilícitos que crecieron al amparo del viejo sistema político siguen vivos y aún más sueltos que entonces.
P. Y respecto al futuro, ¿se puede ser optimista?
R. Los cuatro jinetes del Apocalipsis, la inseguridad, la violencia, la impunidad y la corrupción, están desbocados, incluso más de lo que estuvieron el siglo pasado. Hay regiones enteras que no son México ni están controladas. No quiero incurrir en la segunda ingenuidad de ser optimista en este momento.
P. ¿Entonces es pesimista?
R. Suspendo el juicio. Estoy en estado de pasmo. Pero hay territorios que avanzan y la economía mexicana tiene un dinamismo que no se detendrá, a menos que llegue al poder un régimen de corte populista.
P. ¿Se refiere al aspirante a la presidencia Andrés Manuel López Obrador?
R. Por supuesto. Exclusivamente a López Obrador.
P. ¿Lo considera un peligro?
R. No usaré esa palabra. Simplifica indebidamente la complejidad del fenómeno. La indignación moral de López Obrador respecto a la corrupción y la impunidad es correcta; la medicina que propone solo agravaría la situación de forma irremediable. Instauraría un caudillismo populista, deconstruiría lo poco que llevamos de democracia y derrumbaría el modelo económico. Evidentemente, es un modelo que debe corregirse porque tiene graves problemas de corrupción, desigualdad y pobreza, pero la solución no radica en un estatismo nacionalista populista.
P. ¿Son las candidaturas independientes esa solución?
R. Todavía no tenemos en el ámbito nacional ninguna figura que encarne lo que El Bronco significó en Nuevo León. Por eso hago un llamamiento a esos jóvenes, a la generación x y los millennials, que tienen entre 25 a 40 años, para que se organicen. Tienen que clausurar su adolescencia. Pasar de la indignación de las redes sociales a la construcción institucional. Aún estamos a tiempo de un candidato nacional joven.
P. ¿Ningún partido es capaz de ello?
R. He sido un crítico abierto de Podemos, tengo mejor opinión de Ciudadanos. Pero me pregunto por qué en México no ha surgido ninguno de estos fenómenos. Carezco de respuesta.
P. Y los independientes no podrían ocupar esos espacios?
R. Podrían, ¿pero dónde están los candidatos de esas generaciones, ese liderazgo joven? Pablo Iglesias y Albert Rivera son animales políticos en estado puro. En España hay problemas, pero también un clarísimo relevo generacional. Algo que en México no veo.
P. ¿Y en qué se ha quedado el PRI y su promesa de cambio?
R. Ha sido una gran decepción. Hizo reformas estructurales en ámbitos económicos claves, pero falló frente a la corrupción, la inseguridad y la impunidad. Esta dimensión, vinculada al valor de la vida, la convivencia y la civilidad, es más importante que los cambios económicos. En ese sentido, hay decepción con el presidente, porque siendo un hombre joven, que miró hacia adelante con las reformas económicas, es un joven viejo. Piensa como viejo, actúa como viejo, tiene ademanes de viejo. Esa es la razón de que genere tanto rechazo entre los jóvenes.
P. ¿Y ve posible un nuevo gran pacto entre las fuerzas políticas, pero centrado en el Estado de Derecho?
R. Es posible, pero sólo después de las elecciones presidenciales. La cita con el destino es el primer domingo de julio de 2018. Se necesita un Gobierno de coalición, que dé luz a un acuerdo nacional contra la impunidad y la corrupción. Pero eso requiere un espíritu de unidad que no hay ahora. México es un país polarizado. Entre los antisistémicos, cansados de la impunidad y la corrupción, pero que quieren resolverlo con un caudillo mesiánico y populista, y los sistémicos que señalan que ha habido avances en la economía y la política, pero que están manchados de impunidad y corrupción.
P. ¿Adónde tiene que mirar México para aprender?
R. Lo que vive España, con toda la incertidumbre y preocupación que genera, es sano. Hay un relevo generacional, un debate enconado y masivo. España tiene vida civil, una estructura judicial y peces gordos en la cárcel. Yo quisiera ver en México el debate que hay en España.
P. ¿Le ha fallado Estados Unidos a México?
R. Diría yo que casi siempre. Si Porfirio Díaz no dijo aquello de “pobre México, tan lejos de Dios, tan cerca de Estados Unidos”, debió decirlo. Nos exportan las armas y nos importan las drogas. Explotan a los migrantes y no se dan cuenta de que tienen la más benigna migración posible: homogénea, pacífica, trabajadora. Pero los supremacistas blancos siempre van a ver al morenito con desprecio. Trump no es un accidente, es la expresión de una corriente profunda. Movió el centro de gravedad del electorado estadounidense hacia una derecha ciega, soberbia, racista.
P. Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto. ¿Cuál es el juicio de la historia para estos presidentes?
R. Malo.
P. ¿Fracasaron?
R. Fox fracasó porque dilapidó su capital político y se limitó a sacar al PRI de Los Pinos. Calderón se equivocó en la guerra contra el narco. Y eso se debió en parte a que se alineó con Estados Unidos. Peña Nieto, ya lo dije, cayó en el espejismo del economicismo. Pero la vida es mucho más, el liderazgo ético es más importante que las mejoras económicas.
P. ¿No se ha perdido una oportunidad de oro para legalizar las drogas y tratarlas como un problema de salud?
R. Efectivamente. Y más ahora que nos damos cuenta de lo poco que importamos a Estados Unidos. Hay que ir más allá de Uruguay y Portugal. Si esta iniciativa viniera de un Gobierno con liderazgo, la sociedad civil reaccionaría con mucha solidaridad. Hay margen, el país no se está muriendo, pero se nos está yendo de las manos.
P. Dice usted en su ensayo que “nada urge más que recuperar el valor de la vida”. ¿Tan poco vale la vida en México?
R. Ese es el corazón del problema. Todos los mexicanos sabemos que nuestras vidas valen menos que hace algunos lustros. Aquel sistema que todo lo controlaba era insostenible, pero ahora, cuando salimos a la calle, cuando viajamos, vemos degradación, violencia, crimen, mentira, corrupción. Ni siquiera se puede transitar con seguridad por los caminos de México. La parte buena es que todo está en la superficie. La cloaca estaba tapada y se abrió. ¡Pero qué maloliente es!