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Enrique Krauze: El pulso de los jóvenes

 

Las presentaciones del libro El pueblo soy yo ante estudiantes universitarios han sido las más apasionantes. El denominador común es alentador: entienden que para resolver los viejos y nuevos problemas del país no hay otra vía que participar en la vida política.

Llevo unas semanas presentando mi libro El pueblo soy yo ante diversos públicos en la provincia. Las sesiones que han resultado más apasionantes y, para mí, aleccionadoras, han sido con estudiantes universitarios. El formato es sencillo: hablo quince minutos y abro una larga sesión en la que los jóvenes pueden preguntarme todo y de todo, con dos condiciones: preguntas breves y alternancia entre mujeres y hombres.

De las decenas de preguntas que he compilado, extraigo varias conclusiones. Me parece notable la ausencia de carga ideológica. Quizá por haber crecido en una generación y una época en la que el marxismo (en su versión más dogmática y militante) era el canon de las universidades públicas, me sorprendió gratamente el sentido directo y práctico de la discusión.

Otro rasgo saliente es el carácter específicamente político y cívico de las preocupaciones. Recojo algunas. ¿Los instrumentos de la democracia participativa: iniciativa popular, revocación de mandato, referéndum, serían el remedio para salvar a la democracia liberal en México? ¿De qué manera se puede evitar, para quienes se quieren dedicar al periodismo, la censura en los medios de comunicación? ¿Qué necesitamos para fomentar la participación ciudadana? ¿Cómo hacemos para que las personas ejerzan la libertad? ¿El formato utilizado en el debate fue la mejor alternativa para tener un verdadero encuentro de ideas o fue solamente un show alternativo? ¿Cuál es el panorama de las mujeres en México en el ejercicio de las políticas públicas mexicanas? ¿Usted qué propone para que las promesas que se digan no solo refieran el qué, sino el cómo? Si usted tuviera que dirigirse a los niños de México para darles un consejo, ¿qué consejo les daría? ¿Cómo consideraría que podría mejorar la educación política en México? ¿Una solución a los problemas de concentración del poder sería transformar a México en un sistema de gobierno parlamentario en lugar de uno presidencial? ¿Usted cómo ha observado la concentración del poder del liberalismo económico en comparación con su especulación sobre la concentración del poder único, en una sola persona? ¿Usted cree que México está preparado social y culturalmente para tener a una mujer en el poder?

El solo hecho de preguntar y preguntarse es, en sí mismo, señal de madurez, no de dogmatismo. Y el denominador común es alentador: entienden que para resolver los viejos y nuevos problemas del país no hay otra vía que participar en la vida política. Ninguno abomina de la democracia, pero para vivirla no necesitan guías, mentores o profetas. Necesitan interlocutores que los escuchen, que debatan con ellos con fundamentos y seriedad. No son un rebaño. Son los ciudadanos del mañana, de un mañana que está a la puerta.

Muchos me preguntaron por mis recuerdos del movimiento estudiantil de 1968, de la matanza del 10 de junio de 1971, de la atmósfera política en los años ya remotos en que tenía su edad. Pude referirlos a un discurso que pronuncié el 15 de agosto de 1971 en el auditorio de Ingeniería de la UNAM en homenaje a Javier Barros Sierra. Ante el rector Pablo González Casanova y secretarios del gobierno de Echeverría, condené al régimen asesino (lo recobró Radio UNAM; el audio está en enriquekrauze.com.mx). Otros inquirieron sobre la batalla democrática de las siguientes décadas. Les hablé del papel de Vuelta, la revista de Octavio Paz. Hice lo posible por transmitirles que fue obra de varias generaciones, grupos sociales, líderes políticos e intelectuales. Que fue ardua y difícil. Que la democracia en México sigue en proceso de construcción. Y que debemos preservarla.

En una sesión pedí que levantaran la mano quienes supieran el significado de estos términos: «tapado», «dedazo», «carro completo», «cargada». Casi nadie los conocía. Es evidente que aquel pasado en que el presidente era rey y el partido era hegemónico les queda tan lejos como la Independencia o la Revolución. Bosquejé lo que significaba vivir en aquel régimen. Pero como nadie aprende en cabeza ajena les advertí, con humildad, que ellos aprenderían, como nosotros, por los golpes de la experiencia.

Ojalá el cambio de gobierno no desemboque en un régimen autoritario que acote la libertad de expresión. De ser así, estos jóvenes, estoy seguro, sabrán defenderla.

Publicado previamente en el periódico Reforma

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