Ética y MoralPolítica

Entre Abascal y Puigdemont

«Salvador Illa no es un líder regional, sino un delegado del sanchismo, un portavoz del discurso único que sale de Moncloa»

Entre Abascal y Puigdemont

Ilustración de Alejandra Svriz

 

Uno de los poderes de Sánchez es convertir a las personas en peleles. Es la estrategia del maltratador. Primero halaga a la víctima, sus capacidades y posibilidades políticas. Luego le promete un futuro brillante y muestra un plan para conseguirlo. Después le hace creer que su éxito depende de que siga sus indicaciones, y le reprende por cosas menores para destruir su autonomía y personalidad. Al tiempo, la víctima no se atreve a hacer unas declaraciones o a tomar una decisión política sin el visto bueno del maltratador; es decir, Sánchez. Por último, el sumiso asume la personalidad del mandatario y sobreactúa para agradarle.

Esta es la trayectoria de Salvador Illa. No hace falta más que tirar de hemeroteca, y ver la fama de buen gestor y de persona seria con la que llegó a la política nacional. Era un constitucionalista, un adversario del nacionalismo, fiero enemigo de los indultos y luego de la amnistía. Hoy, tras pasar por el tamiz del maltratador, no es más que una marioneta de Sánchez. Hará y dirá lo que ordene y espera el presidente del Gobierno.

El PSC ya no es lo que era. Illa no es un líder regional, sino un delegado del sanchismo, un portavoz del discurso único que sale de Moncloa. No hay diferencia entre lo que dicen Patxi López, Pilar Alegría y Salvador Illa, y eso que el PSC llevaba a gala, como una medallita, el ser un partido autónomo. Sin embargo, ahora la palabra del jefe del PSC carece de valor, como su programa. Si ya de por sí las promesas de los políticos en las campañas electorales valen menos que un euro de cartón, las de Illa serán una traslación del cambiante deseo del ventrílocuo jefe.

A esta distancia de las elecciones Salvador Illa está en el momento de marcar su perfil izquierdista por eso de asegurar el cinturón rojo de Barcelona y el área metropolitana de Tarragona. Toca entonces mentar al facha, que es Santiago Abascal. Por eso, en una entrevista en el diario The Times, Illa declaró que el líder de Vox es una «amenaza mayor» para la democracia que el mismísimo Carles Puigdemont. Es más; soltó que si votan al PSC será como dar el visto bueno a su política de «conciliación», vamos, a la amnistía.

En el argumento está la condena. Salvador Illa dice que Abascal, sin delito alguno y siempre dentro de la ley, es un peligro mayor que Puigdemont, un golpista, prófugo de la justicia, malversador, y traidor a la patria según el Código Penal por tratar con Putin la desestabilización de España, que, además, no se arrepiente de los delitos que cometió. Esto significa que Salvador Illa, el sanchista, prefiere gobernar con rupturistas y delincuentes, tal y como hace su jefe, Sánchez. Olvida que para la ley, quien cabalga con cuatreros es cómplice de la fechoría. En consecuencia, votar al PSC es absolver a los delincuentes, aplaudir el delito, y sumarse a la banda.

«El insulto gratuito y exagerado a Abascal sirve para alimentar a Vox y restar fuerzas al PP»

El asunto tiene otra derivada. ¿Qué entienden por democracia Salvador Illa y el sanchismo? Quizá es que conservan aquella vieja idea del PSOE de que la democracia es que gobiernen los suyos, y que cuando el poder está en manos de otro partido simplemente es un paréntesis negro. A veces es un bienio, y otras dos legislaturas, quién sabe, ¿verdad?

Ese planteamiento no hace del PSOE un partido democrático, sino un partido que actúa dentro de la democracia, que es una cosa diferente. Si el sanchismo halaga a quienes se saltan la ley porque su Gobierno depende de sus votos parlamentarios, deja de formar parte del universo democrático y entra en el mundo aritmético. Pero la democracia no es un número, es un espíritu y un comportamiento, especialmente de las élites políticas. En este caso, el PSOE deja mucho que desear.

Aunque no todo es una declaración bocachancla de Salvador Illa. Detrás hay una estrategia. Si insulta a Vox hace a Abascal protagonista de la campaña electoral, lo que quita foco a Alejandro Fernández y al PP. La baza de los populares en Cataluña es convertirse en el partido de los constitucionalistas. Si obtiene un buen resultado catapultará al PP, reforzará a Feijóo y se presentará como un rechazo importante a la amnistía. Para eso Alejandro Fernández necesita los votos de Cs, que ya los tiene, un porcentaje del PSC, que es posible, y un puñado de los que confiaron en Ignacio Garriga.

Resumo: el insulto gratuito y exagerado a Abascal sirve para alimentar a Vox y restar fuerzas al PP. Que nos conocemos. Si los populares sacan un resultado mediano en Cataluña, empatados con Vox o poco más, no pintarán nada ni se podrá presentar como un triunfo de Feijóo. ¿A quién beneficia esto? A Sánchez. ¿Por qué ha insultado entonces Salvador Illa a Abascal? Para beneficiar al señorito. Pues eso.

 

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