ENTREVISTA | Ibsen Martínez: «Panamax», la idiosincrasia indolente
El dramaturgo Ibsen Martínez presenta una nueva obra sobre la riqueza fácil.
Durante un vuelo con destino a Barcelona, hace cuatro años probablemente, Ibsen Martínez se dedicó a pensar en tres mujeres, cuyas identidades no puede revelar, y sus tres relatos de negocios pujantes. «Me dije: ‘Aquí hay unas historias que se pueden cruzar'». Así lo cuenta el dramaturgo, guionista y novelista venezolano, quien recuerda cómo las tres damas describían sus proyectos cual grandes logros sin que eso dejara de producirle suspicacia. Hoy, entre risas irónicas, los llama «emprendimiento entre comillas».
-Pero, ¿de qué habló con las mujeres que menciona en el anonimato?
-Hablé concretamente de sus proyectos. Y cada una de ellas se describía como una emprendedora, por eso de que asumen riesgos, ponen un capital semilla… Sin embargo, en el fondo, lo que me contaban eran actos de corrupción. Una de ellas me dijo: «Me gané una licitación con la dirección de prisiones para unos almuerzos de un penal que van a construir». Pero yo me di cuenta de que no se había sometido a licitación, sino que había sido designada a dedo para presentar un proyecto fantasma. Y así es ahora y ha sido siempre. Esta mujer me hablaba con gran entusiasmo de lo que había logrado y me lo contaba con una gran soltura moral. No tenía pudor.
La experiencia se transformó en «el origen remoto» de una nueva creación ibseniana: Panamax, obra que se estrenará en Venezuela el 8 de septiembre en el Teatro Chacao. La historia junta el vicio del dinero fácil y el dilema de la diáspora de venezolanos que encalla en Panamá olfateando riqueza instantánea. Martínez explora esta inclinación peligrosa en sus libros y otras producciones -como la pieza Petroleros suicidas y la telenovela Por estas calles-, interesado además por el mundo financiero. En esta ocasión presenta a tres mujeres y un hombre «con proyectos para hacerse ricos y que se relacionan sin proponérselo. Es una comedia negra sobre este trecho que hemos vivido los venezolanos en los últimos 20 años».
Se trata además del regreso de Carlota Vivas (Crimen perfecto y El cuarto de Verónica) en la dirección y producción general. «Se había apartado del teatro, pero la amistad prevaleció», cuenta el escritor. Tras recibir una copia de Panamax, Vivas respondió con algunas «observaciones pertinentes» y avivó el trabajo en equipo. Así terminó adoptando la figura de directora y surgió un tercer manuscrito, el libreto final, de esta historia.
-Me importa muchísimo el modo en cómo Panamá gravita en la conciencia del venezolano. Esa idea de Panamá como un lugar donde el dinero está de paso y se puede migrar pero sin una especial valoración por el país. En el imaginario latinoamericano en general es un no lugar.
Panamá: territorio de tránsito, de economía totalmente dolarizada y sin banco central. ¿Cuántos venezolanos habrá recibido el Aeropuerto Internacional de Tocumén los últimos años? La Oficina Nacional de Migración panameña apunta que 289.783 personas partieron de Caracas a la tierra prometida en 2015. Otras 185.000 entraron al país centroamericano este año. Algunos dibujan a Panamá como un lugar insípido saturado de sobriedad -un comediante incluso lo comparó con Maturín-, pero nadie niega sus verdes encantos.
-¿Está el venezolano condenado a ser siempre el Tío Conejo de la fábula?
-No me atrevería a responder esa pregunta, porque además la obra no versa precisamente sobre la viveza. Trata más sobre la ambivalencia moral. A mí ese tema me seduce como autor y dramaturgo. Me llama mucho la atención que, en cualquier época y en cualquier país, alguien puede afirmar y defender posiciones, casi siempre de tipo ético, y hacer exactamente lo contrario. Esa es básicamente la materia prima de la dramaturgia desde Shakespeare hasta hoy. Digamos que Panamax es un estudio sobre el carácter nacional, que es la ambigüedad moral.
Me llama mucho la atención que,
en cualquier época y en cualquier país,
alguien puede afirmar y defender posiciones,
casi siempre de tipo ético, y hacer exactamente lo contrario».
-También me interesa el mundo corporativo estatal venezolano, y esa ambigüedad moral de la que hemos venido hablando se manifestó por primera vez en Petroleros suicidas. Es una pieza que quiero mucho, aunque, dicho con toda modestia, creo que Panamax es la obra que más he trabajado.
Martínez, que hace tres años reside en Bogotá, Colombia, está satisfecho con el trabajo que llevará a las tablas caraqueñas. Cuando habla de la actuación de Rafael Romero usa la palabra «deslumbrante» y asegura que el elenco (en el que también destacan Nattalie Cortez y Ana Melo) «es de lo mejor que hay en Venezuela». Además, tiene una dicha especial por la participación de Omaira Abinadé. «Siempre había querido que ella estuviera en una de mis obras». Y así podría seguir hablando sobre el equipo técnico, los músicos, y el escenógrafo (Edwin Erminy). Porque, expresa Martínez, «el teatro es una creación colectiva».
-¿Y qué hay de la televisión?
-Yo quedé muy escarmentado de la última experiencia con Televen (con la telenovela Nora, en 2014), pero aquí en Colombia he participado en varios proyectos televisivos. Todos están en vías de realización y no han salido al aire, y por una cláusula de confidencialidad no puedo hablar de ellos.
-Pero, ¿y la televisión venezolana? ¿Está usted decepcionado de ese medio?
-Bueno, sí. ¡Pero no por el trato!, sino por la imposibilidad de hacer una televisión de calidad. Cuando se grabó mi última novela (Nora) ya no se podía rodar de noche, y el rodaje coincidió con los gravísimos sucesos políticos del año 2014. También recuerdo mucho que Telemundo, que era la casa distribuidora, contemplaba seriamente que Mónica Spears fuese la protagonista… y ya sabemos lo que ocurrió. Fue entonces una experiencia muy malograda.
-Hacer televisión es como invertir en petróleo, tiene que haber condiciones y garantías para que exista una fuerte inversión en el medio. El negocio ya es global y yo no veo a corto plazo que la televisión venezolana recupere su presencia en los mercados internacionales. Entrar a un canal de televisión venezolano actualmente, un canal que esté produciendo telenovelas, es entrar a un túnel del tiempo, volver a 1970 con unos conceptos muy primitivos.
«Hacer televisión es como invertir en petróleo,
tiene que haber condiciones y garantías para
que exista una fuerte inversión en el medio»
-Golpea también la crisis económica.
-No hay ninguna intención de mejorar y el cuadro político y económico no lo facilita. Mucha gente me reconoce en la calle y me dice: «¿No cree que hay suficiente material para hacer un Por estas calles número dos?». Y mi respuesta siempre es: «Sí, hay mucho material pero no hay libertad para hacerlo«. ¡En un país en el que expropian canales de televisión no puedes hacer una novela como Por estas calles! Es así de sencillo.
-En esos términos, el teatro parece ser más libre y flexible.
-Sí, por supuesto. Pero no comparto la idea de que hay un boom del teatro en Venezuela, lo que hay es mucha actividad teatral y creo que eso es otra cosa. Pero definitivamente algo ocurrió en el espíritu de los caraqueños que se ha vinculado al teatro y la mística de la gente de teatro en Venezuela es única. Estoy seguro de que si llegamos a tener una recuperación de la convivencia democrática y ciudadana el teatro va a tener una presencia de primera línea en la circulación de ideas y de muchas cosas que uno asocia con la civilidad.