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Érase una vez el PSOE

Los más jóvenes quizá no lo sepan, pero hubo una vez en España un partido socialista homologable con el resto de partidos socialdemócratas europeos.

Los más jóvenes quizá no lo sepan, pero hubo una vez en España un partido socialista homologable con el resto de partidos socialdemócratas europeos.

Hubo una vez en España un partido socialista que, muerto Franco, tomó la decisión de trabajar junto a los conservadores españoles para organizar la Transición de la dictadura a la democracia, el pacto más luminoso de nuestra reciente historia.

Hubo una vez en España un partido socialista que, siendo marxista cuando murió Franco, fue capaz de evolucionar y abandonar la vieja doctrina de la lucha de clases y convertirse en una organización ideológica, pero no sectaria, que resultara útil para dar respuesta a los problemas de la sociedad del siglo XX.

Hubo una vez en España un partido socialista cuyo secretario general (Felipe González) retiró su candidatura en un Congreso porque la ponencia política rechazó el abandono del marxismo que él defendía y que meses más tarde fue aprobado porque nadie de los que desde la corriente Izquierda Socialista ganaron la ponencia tuvieron el valor de presentar una candidatura alternativa para dirigir el partido.

Hubo una vez en España un partido socialista en el que los debates sobre las personas, siempre presentes en cualquier colectivo humano, estaban predeterminados por las corrientes ideológicas en las que estas se encuadraban dentro del mismo partido.

Hubo una vez en España un partido socialista que, desde el Gobierno o desde la oposición, pactó con los conservadores –UCD, AP o PP, sucesivamente— todas las grandes cuestiones de Estado, desde las leyes de desarrollo de la Constitución hasta la incorporación a la UE y al euro, hasta el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo.

Hubo una vez en España un partido socialista que defendía la unidad de la Nación como un instrumento indiscutible e imprescindible para garantizar la igualdad entre todos los españoles.

Hubo una vez en España un partido socialista que proclamaba, incluso en campañas electorales, que la única línea que separa a los españoles es aquella que sitúa a un lado a los demócratas, más allá de su ideología, y al otro a quienes quieren acabar con nuestro sistema constitucional y democrático.

Hubo una vez en España un partido socialista que siempre llevó a gala que con los terroristas o con sus defensores no estaría nunca ni en el fondo ni en las formas.

Hubo una vez en España un partido socialista que hacía pedagogía sobre lo que es el terrorismo y, concretamente, sobre el hecho de que ETA no nació contra el franquismo, sino que asesinó para evitar que triunfara la democracia.

Hubo una vez en España un partido socialista que explicaba, incluso en Europa, que de los 857 asesinatos cometidos por ETA únicamente 46 fueron ejecutados en vida de Franco, y que el resto se produjeron mientras estábamos elaborando y aprobando la Constitución (97) y contra la democracia (714 desde el año 1978). Eran tiempos en los que el Partido Socialista explicaba que la única ideología de los terroristas era el totalitarismo, no se le ocurría calificarlos «de izquierdas», o parte del bloque «progresista».

Si, en España hubo una vez un Partido Socialista que no defendía las identidades colectivas sino los derechos de los ciudadanos, que era nacional y no nacionalista. Pero ese partido hace mucho tiempo que ha muerto, aunque algunos dirigentes de la propia formación parece que se han enterado ahora, cuando su futuro electoral está en riesgo. Solo desde esa perspectiva se puede comprender que hayan tenido que sufrir una debacle electoral como la que se produjo el 28 de mayo para que socialistas de la vieja guardia reaccionen de forma colectiva y se atrevan a decir en alto que el rechazo de los ciudadanos en las urnas es consecuencia de la deriva del PSOE hacia el populismo y de su apuesta por la confrontación entre españoles. Y que de ese partido «solo queda la sigla».

Otro episodio que certifica que estos «críticos» solo se mueven en clave de expectativas personales son las declaraciones realizadas tras el sucedáneo de Comité Federal que aprobó las candidaturas para concurrir a las elecciones del 23J. «Se ha cargado el partido», dicen…

Si, claro que Sánchez se ha cargado el PSOE; pero eso no lo ha hecho el sábado en esa reunión de ovejas que se celebró el 10 de junio; ni el día que reunió al Grupo Parlamentario y se aplaudió, mano en pecho, tras decirles que se sacrificaba por ellos; ni cuando convocó elecciones sin darles tiempo a lamerse las heridas y a recomponer la figura; ni con la campaña del 28 de mayo que se empeñó en protagonizar…

Claro que Pedro Sánchez se ha cargado a ese partido socialista y español que conocimos durante la transición y hasta bien entrada la democracia. Pero eso lo hizo desde el momento en que eligió como socios de Gobierno y compañeros de legislatura y mayorías parlamentarias a la extrema izquierda formada por los bolivarianos y los comunistas, a los proetarras y a los golpistas.

Claro que Sánchez ha rematado la faena que le dejó en suerte Zapatero y ha dado estoque y puntilla al PSOE. Pero eso lo ha hecho ante el silencio y/o la complacencia de los afiliados del partido en su conjunto y también de la vieja guardia socialista; la misma complacencia y/o complicidad que mostraron cuando Zapatero inició el camino para romper todos los pactos de Estado que trajeron la democracia a España y llevaron nuestro país a integrarse como miembro de pleno derecho en la UE.

Claro que Sánchez ha rematado al PSOE; pero eso no lo ha hecho poniendo en las listas a sus fieles y asegurándose un grupo parlamentario para la bronca con el próximo Gobierno. Eso lo ha hecho entregando la iniciativa política a Bildu y a los golpistas catalanes, lavando la imagen de ETA y reconociendo a sus herederos como socios preferentes; lo ha hecho indultando a quienes dieron un golpe contra la democracia; lo ha hecho colocando en el TC a magistrados de obediencia debida que han demostrado ya estar dispuestos a reformar de facto la Constitución sin darnos la palabra a los españoles; lo ha hecho eliminando el delito de sedición y rebajando las penas del delito de malversación de caudales públicos; lo ha hecho aprobando una ley de Educación que abandona a las familias y a los niños con necesidades especiales y que no garantiza el derecho a ser educados en la lengua común; lo ha hecho aprobando una ley que protege a los violadores y pederastas y abandona a sus víctimas; lo ha hecho cerrando inconstitucionalmente el Parlamento; lo ha hecho nombrando Fiscal General del Estado a una ministra de justicia reprobada por las Cortes; lo ha hecho parasitando todas las instituciones; lo ha hecho rompiendo todos los puentes con las fuerzas políticas que defienden el sistema del 78…

Si, claro que del PSOE solo queda la sigla, la carcasa, la marca, el logo…. Pero hasta aquí se ha llegado también gracias a la vieja guardia, más interesada en recoger los restos del naufragio que en parar la deriva del barco, más interesados en situarse en posición de heredar que en librar la batalla por las ideas y valores que su partido (no solo Sánchez) ha traicionado.

Si, claro que Sánchez ha rematado al PSOE; pero eso no lo ha hecho estas últimas semanas sino a lo largo de los cinco últimos años que lleva en el Gobierno, desde el mismo momento en el que desde Moncloa y desde Ferraz decidió trabar alianzas estratégicas con los enemigos mortales y jurados de nuestra democracia. Lo ha hecho mientras los afiliados socialistas callaban u otorgaban, aplaudían o hacían mohines y miraban para otra parte esperando que llegara «su momento».

Si, el PSOE ha muerto. Pero, como dice el refrán, «entre todos la mataron y ella sola se murió«. Qué lástima, vieja guardia, que hayáis tardado tanto en reaccionar; qué lástima que al hacerlo así y ahora no se pueda evitar tener la sensación de que os preocupa más lo que Pedro Sánchez le ha hecho al PSOE que lo que le ha hecho a España…

 

 

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