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Es con ustedes… con todos ustedes

Lo ocurrido en Afganistán es todo lo grave que puede ser algo grave. Pero debemos hacer acá una oportuna precisión: es muy grave para las mujeres y, por tanto, también muy grave para los hombres.

Espero que haya quedado claro que es grave.

En Afganistán, esta semana murió Occidente. Conceptos básicos como procurar la felicidad, no van más. Libertad, igualdad y fraternidad, son agujeros en el alma del Talibán, no existen. Un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no llega a ser ni siquiera un mal pensamiento.

El estado es Alá y todo depende de sus enseñanzas.

Talibán, en dialecto pastún, quiere decir estudiantes, pero no imagine a los nuestros, nada que ver, son los estudiantes de la “Charia”, escuelas ultra religiosas, donde sólo se aprende el Corán en un régimen brutal de absoluta inmersión y donde se promueven los castigos físicos. Esas Charias donde se formaron los talibanes afganos están en Pakistán y son financiadas por los reyes sauditas quienes son: “jefes de Estado y de gobierno, protectores de la fe y de las dos sagradas mezquitas”. Todo esto implica, que no hay ninguna separación entre Estado e Iglesia, en el nuevo Emirato islámico de Afganistán.

Y las mujeres, no votan, no pueden estudiar, no pueden salir sin su marido, su padre o su hermano, no pueden trabajar fuera de su casa y no pueden ni soñar con un salario.

En el siglo X después de Cristo, floreció en el sur de España el Califato de Córdoba, Al-Ándalus. Un lugar bajo dominio islámico, donde la civilización vivió un gran impulso y donde hasta la religión judía tuvo uno de sus grandes teólogos, como Maimónides. Algo así, luce impensable en Afganistán. Allí, está semana murió Occidente y se instaló la más absoluta de las barbaries.

En Afganistán la humanidad, completa, sale perdiendo.

 

 

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